(CONTINUACIÓN)
Fui recibido por el párroco titular de la Iglesia que se llamaba Severiano Camacho (primo hermano de Marcelino Camacho el de Comisiones Obreras), por supuesto otro cura “obrero”. Me contempló despacio y me dijo que era el “sosias” del famoso actor Franco Nero con su barba rizada y media melena. No era el primero, todavía en la mesita de noche del dormitorio de mi madre hay dos fotos, una mía, tal cual, y otra un recorte del Hola en el que aparece el mencionado actor. Decidió que con ese parecido y mi juventud podía ser un buen reclamo para la juventud femenina del entorno. Me encargó atender a las mujeres víctimas de los malos tratos de sus parejas y de orientar sexualmente a las más jóvenes para evitar embarazos indeseados y después los consiguientes abortos.
Durante varios años realicé la labor con éxito. Con varias de las feligresas, estuve a punto de caer en el pecado sacerdotal conocido como “crimen sollicitationis” más conocido como delito de solicitación. Pero mi fuerza de voluntad se impuso en todas las situaciones y no llegue a caer por esa peligrosa y a la vez excitante tentación. Hoy en día, todo el tiempo se nos va en poner en práctica algunas de las obras de misericordia, tanto espirituales como corporales. Ya sabéis: consolar al triste o enseñar al que no sabe, por un lado y dar de comer al hambriento, vestir al desnudo o dar posada al peregrino, por otro. En ello seguimos y seguiremos a la vista del panorama económico que sufrimos en el presente.
Hoy vengo con vosotros para compartir vuestras penas, sufrimientos y gozos. No tenemos que pensar en la muerte sino en la resurrección. Le pido a nuestro Señor que la levadura de su reino nos convierta en hombres y mujeres nuevos a la medida de Jesús, para que seamos fermento capaz de transformar desde dentro las estructuras familiares, laborales, políticas y económicas que posibiliten el nacimiento de un mundo y unos hombres totalmente nuevos. A mis feligreses les recuerdo continuamente la letra de la canción “Given To” (Recibir) de Ruth Bebermeyer: “Jamás siento que recibo tanto como cuando recibes algo de mí, cuando aprendes la alegría que siento al dártelo. Cuando tú me das algo, yo te doy al recibirlo. Cuando tomas algo de mí, siento que soy yo quien recibe”.
Como ya llevo muchos años encasillado como un “peligroso cura rojo y socialista” no me importó recibir la gran reprimenda (quien sabe si algo mas) que hace unos días me llegó, vía jerárquica, por colgar en la puerta de nuestra Iglesia un extracto de un comunicado del colectivo “Cristianas y Cristianos de Base de Madrid”. Este grupo junto a otros análogos en diferentes territorios del Estado también forman parte de la Iglesia que algunos deseamos. Decían lo siguiente: “Tras mucho tiempo de reflexión sobre la actuación de la Iglesia Católica en el seno del Estado democrático que, desde hace décadas intentamos consolidar, hemos llegado a la conclusión de que el actual marco de relaciones Iglesia-Estado colisiona frontalmente con distintos principios fundamentales recogidos en nuestra Constitución, lesiona derechos básicos de muchos ciudadanos y traiciona la neutralidad del Estado respecto a las diferentes corrientes de pensamiento, convirtiéndolo de facto en un Estado Confesional”. Una vez más me he mojado (y me atengo a las consecuencias) por lo que pienso y siento que debe de ser una auténtica Iglesia cristiana más próxima a la doctrina verdadera de Jesús y lejos de los “oropeles” y “complacencia” en la que se vive hoy en día.
No quiero despedirme sin recordaros que, después de la Natividad, se celebra el domingo de la Sagrada Familia. La realidad que vivimos es que la familia está en crisis, empezando por las nuevas formas de convivencia entre los cónyuges, las formas de comunicación (difíciles), entre sus miembros, la ausencia de valores humanos y la desintegración por el divorcio como práctica cada día más frecuente; y, en fin, otros tantos factores que socavan esa sagrada institución como las maneras actuales de ver y vivir la sexualidad. Invito a todas las familias a renovarse bajo la luz de Jesús que adoptó y consagró su familia para hacerse presente en este mundo. De ese ejemplo nos tiene que llegar la fuerza a los individuos y a las familias para mantenernos en la fidelidad, la paz y el amor, tan anhelados por hombres y mujeres de todas las latitudes del Planeta.
Os digo hasta pronto y os pido que desde ahora, simplemente, me consideréis un hombre de bien que quiere saber hablaros (Vir bonus, dicendi peritus). Saludos,
PD: En esta vida no hay ni verdad, ni mentira. Depende tan solo del cristal con que se mira
Fui recibido por el párroco titular de la Iglesia que se llamaba Severiano Camacho (primo hermano de Marcelino Camacho el de Comisiones Obreras), por supuesto otro cura “obrero”. Me contempló despacio y me dijo que era el “sosias” del famoso actor Franco Nero con su barba rizada y media melena. No era el primero, todavía en la mesita de noche del dormitorio de mi madre hay dos fotos, una mía, tal cual, y otra un recorte del Hola en el que aparece el mencionado actor. Decidió que con ese parecido y mi juventud podía ser un buen reclamo para la juventud femenina del entorno. Me encargó atender a las mujeres víctimas de los malos tratos de sus parejas y de orientar sexualmente a las más jóvenes para evitar embarazos indeseados y después los consiguientes abortos.
Durante varios años realicé la labor con éxito. Con varias de las feligresas, estuve a punto de caer en el pecado sacerdotal conocido como “crimen sollicitationis” más conocido como delito de solicitación. Pero mi fuerza de voluntad se impuso en todas las situaciones y no llegue a caer por esa peligrosa y a la vez excitante tentación. Hoy en día, todo el tiempo se nos va en poner en práctica algunas de las obras de misericordia, tanto espirituales como corporales. Ya sabéis: consolar al triste o enseñar al que no sabe, por un lado y dar de comer al hambriento, vestir al desnudo o dar posada al peregrino, por otro. En ello seguimos y seguiremos a la vista del panorama económico que sufrimos en el presente.
Hoy vengo con vosotros para compartir vuestras penas, sufrimientos y gozos. No tenemos que pensar en la muerte sino en la resurrección. Le pido a nuestro Señor que la levadura de su reino nos convierta en hombres y mujeres nuevos a la medida de Jesús, para que seamos fermento capaz de transformar desde dentro las estructuras familiares, laborales, políticas y económicas que posibiliten el nacimiento de un mundo y unos hombres totalmente nuevos. A mis feligreses les recuerdo continuamente la letra de la canción “Given To” (Recibir) de Ruth Bebermeyer: “Jamás siento que recibo tanto como cuando recibes algo de mí, cuando aprendes la alegría que siento al dártelo. Cuando tú me das algo, yo te doy al recibirlo. Cuando tomas algo de mí, siento que soy yo quien recibe”.
Como ya llevo muchos años encasillado como un “peligroso cura rojo y socialista” no me importó recibir la gran reprimenda (quien sabe si algo mas) que hace unos días me llegó, vía jerárquica, por colgar en la puerta de nuestra Iglesia un extracto de un comunicado del colectivo “Cristianas y Cristianos de Base de Madrid”. Este grupo junto a otros análogos en diferentes territorios del Estado también forman parte de la Iglesia que algunos deseamos. Decían lo siguiente: “Tras mucho tiempo de reflexión sobre la actuación de la Iglesia Católica en el seno del Estado democrático que, desde hace décadas intentamos consolidar, hemos llegado a la conclusión de que el actual marco de relaciones Iglesia-Estado colisiona frontalmente con distintos principios fundamentales recogidos en nuestra Constitución, lesiona derechos básicos de muchos ciudadanos y traiciona la neutralidad del Estado respecto a las diferentes corrientes de pensamiento, convirtiéndolo de facto en un Estado Confesional”. Una vez más me he mojado (y me atengo a las consecuencias) por lo que pienso y siento que debe de ser una auténtica Iglesia cristiana más próxima a la doctrina verdadera de Jesús y lejos de los “oropeles” y “complacencia” en la que se vive hoy en día.
No quiero despedirme sin recordaros que, después de la Natividad, se celebra el domingo de la Sagrada Familia. La realidad que vivimos es que la familia está en crisis, empezando por las nuevas formas de convivencia entre los cónyuges, las formas de comunicación (difíciles), entre sus miembros, la ausencia de valores humanos y la desintegración por el divorcio como práctica cada día más frecuente; y, en fin, otros tantos factores que socavan esa sagrada institución como las maneras actuales de ver y vivir la sexualidad. Invito a todas las familias a renovarse bajo la luz de Jesús que adoptó y consagró su familia para hacerse presente en este mundo. De ese ejemplo nos tiene que llegar la fuerza a los individuos y a las familias para mantenernos en la fidelidad, la paz y el amor, tan anhelados por hombres y mujeres de todas las latitudes del Planeta.
Os digo hasta pronto y os pido que desde ahora, simplemente, me consideréis un hombre de bien que quiere saber hablaros (Vir bonus, dicendi peritus). Saludos,
PD: En esta vida no hay ni verdad, ni mentira. Depende tan solo del cristal con que se mira
Felicitaciones a todos mis paisanos feliz ań o nuevo