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JIMENA: Apasionante y extraordinario relato que algún día Ella,...

(CONTINUACIÓN)

Hace tiempo descubrí que en el cielo se publica un periódico que tiene por nombre “La Eternidad”. En él, los que están allí se enteran de todo lo que sucede en la Tierra. Me estoy imaginando la ilusión y la sonrisa, al ver tu carita, de los “abuelitos” Juana y Sebastián (sobre todo de ella) de los que ya nos encargaremos que oigas hablar muchas veces.

El “abuelito” Sebastián soñará que te tiene sentada en sus rodillas y, cuando se haya tomado “alguna copilla de más”, te cantará (muy mal por cierto) una famosa copla del maestro Solano que se sabía sólo a medias: ¡Dame de beber serrana que vengo muerto de sed!. ¡Vino amargo es el que bebo por culpa de una mujer porque dentro de mí llevo la amargura de un querer!. ¡Quiero reír la guitarra pero a mí a llanto me suena, cada nota me desgarra el alma como una pena!. Hablaba poco pero, como dicen en Jimena, daban las doce cuando lo hacía. Su “parsimonia” era famosa entre sus amigos y el aprecio y respeto de todos sus conocidos no lo abandonaron en su, por desgracia, no muy larga vida.

De la “abuelita” Juana necesitaría, no sólo esta carta, sino una Enciclopedia, para contarte lo que se estará imaginando. Por supuesto ya sabe qué Santa Sara será la tuya. Estará repasando todos los cuentos y todas las historias que te podría contar una y otra vez, sin cansarse nunca de repetírtelas por muy pesada que te pusieras. Te enseñaría tus primeras oraciones, aunque luego no le sirviera para nada (como es mi caso) y todas las noches antes de dormirte, pues dormirías con ella, te diría ¡Buenas noches! ¡Hasta mañana si Dios quiere! Y te daría un beso en la frente. Por la mañana, al levantarte, lo primero que te pediría sería que al decirle ¡Buenos días!, fueras tú la que le devolvieras el beso. Podrías ver la TV todas las horas que quisieras y nunca le molestaría que cambiaras mil veces de canal y no le dejaras ver a ella sus programas favoritos como Arrayan y Menuda Noche de Juan y Medio. En las fiestas, las noches de los castillos (mientras tus padres estuvieran en la Plaza divirtiéndose) te llevaría a los "pinos de Mejías" para que vieras las “ruedas” y el toro de fuego desde allí arriba. Cuando te asustaras de las explosiones de los cohetes y petardos siempre tendrías su regazo para esconder tu miedo. Las noches de las verbenas te contaría como eran cuando ella iba y te hablaría del “glamour” y la elegancia de las mujeres y los hombres de Jimena en las “brillantes” noches de Cánava. También estará pensando en los “cocidos de los sábados” y en que ahora sois seis mujeres (siete con ella) para las que tiene que preparar su “famosa” sopa de estrellitas. Además, en las noches calurosas de verano, te sacaría una sillita pequeñita a la puerta para que escucharas las “tertulias” entre las vecinas. Mientras el “abuelito” Sebastián, acostado en el escalón de la puerta, estaría escuchando “Parada Flamenca”. Luego te haría un “camastro” en el suelo del salón, para que durmieras hasta bien entrada la mañana y no notaras el calor pegajoso de las noches de agosto. Hasta procuraría no roncar para no despertarte. Y así todos los años hasta que te hicieras mayor y empezaras a decirle ¡“abuelita” que ya no soy una niña!. Decía Sigmund Freud que “la ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas palabras bondadosas”. Así, con esa “bondad innata”, te hablaría siempre la “abuelita” Juana.

Como te decía antes, he procurado aprenderme alguna nana más alegre que la de la cebolla. Por ejemplo: “Duérmete niña de cuna, duérmete niña de amor, que a los pies tienes la Luna y a la cabecera el Sol” o la de “A la nanita, nana, duérmete, niña en la cuna, mira que viene la loba, preguntando ¿dónde está esa niña que tanto llora?”. También me sé una más larga: “A la nanita nana, nanita ea, nanita ea, que mi niña tiene sueño bendita sea. Fuentecilla que corres clara y sonora, ruiseñor que en la selva cantando lloras, callad mientras la cuna se balancea, a la nanita nana, nanita ea. Manojito de rosas y de alelíes ¿qué es lo que estás soñando que te sonríes?. Cuáles son tus sueños, dilo alma mía, mas ¿qué es lo que murmuras? nenita mía. Pajaritos y fuentes, auras y brisas, respetad ese sueño y esas sonrisas, callad mientras la cuna se balancea, que la niña está soñando, bendita sea”.

Igualmente te prometo que, cuando seas más grande y vayamos a “un día de campo”, te haré un “mercedero” y te ensañare lo que se llama una “nana de columpiarse” (así las llamaba el gran poeta andaluz Federico García Lorca). Esta canción se tomaba como medida del tiempo en que un niño disfrutaba del columpio. Al terminar esta nana, le tocaba a otro niño de los que estaban a la espera y se volvía a cantar la misma canción. En Jimena, todos, de pequeños, hemos cantado, mientras nos “columpiaban”, esta “retahíla”:

“Ya vienen las monjas cargaditas de toronjas. No pueden pasar por el río de Bedmar. Pasa una, pasa dos, pasa la monja mayor. Con su caballito blanco, recorriendo todo el campo. En el campo hay una flor que se llama coliflor. Debajo del puente había un penitente comiendo pan y aceite. Le pedí una sopica y no me la quiso dar, a la tercera me la dio. Se me cayó la ceniza. Fui a la fuente. No había agua. ¿Dónde está el agua?. Los bueyes se la han bebido. ¿Dónde están los bueyes?. A arar se han ido. ¿Dónde está el arado?. La gallina lo ha picado. ¡Que dice el barquero que la niña baje del mercedero!.

Para terminar te voy a hacer algunas “consideraciones” que hasta que no seas mayor no las vas a entender. Pueden sonar como derivadas del conocido refrán castellano que “del viejo el consejo”, aunque yo, todavía, no me considero viejo, sobre todo porque pienso que “uno no se hace viejo cuando está lleno de curiosidad y esperanza”.

De mi amor por los libros he llegado a aprender que, “un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”. También, “que un libro es como un pequeño jardín que se lleva en el bolsillo”. Igualmente, he aprendido y he comprobado que, “al llorar las lágrimas son amargas, pero más amargan son las lágrimas que se retienen y no se derraman”. De igual modo, te aconsejo que “mires a diario a las estrellas, pero tampoco te olvides de encender la lumbre de tu casa”. Has de saber que en esta vida, todos, sin distinción de clase social a la que pertenezcas, terminamos como el Rey y el Peón cuando se termina la partida de ajedrez: en la misma caja. Y si por si acaso llegas a interesarte por los temas religiosos no olvides que “los que de veras buscan a Dios, dentro de los Santuarios se ahogan”.

Como eres mujer te he rebuscado unas pocas citas sobre las mujeres, no muy conocidas, pero no menos interesantes. Honoré de Balzac, escritor francés, decía que “el instinto de la mujer equivale a la sagacidad del hombre y que “la mujer se burla del hombre como quiere, cuando quiere y mientras quiere”. El Barón de Golzz afirmaba que “los hombres gobiernan el mundo y las mujeres a los hombres ¿Quién gobierna en realidad?. De un anónimo erudito copié esta frase tan certera: “las mujeres son sabias porque te convocan a la producción de la vida y son eternas porque saben que la verdad más eterna está escrita debajo de su vientre”.

Por último, para cuando te llegue la hora de los “enamoramientos”, habrás de saber y valorar en su justa medida que, “el verdadero amor es el que está hecho de silencios, el que no necesita ser afirmado día a día, el que tiene como único soporte un tiempo hecho para dos. El verdadero amor no es un grito, es un susurro”. También, desgraciadamente, podrás comprobar cómo “la felicidad se agota y el recuerdo del "desamor" es como la hierba que nunca muere”.

Una vez más, bienvenida Sara: ¡Gaudeamos igitur!, ¡Alegrémonos pues!.
El “Tito Luis”,

Apasionante y extraordinario relato que algún día Ella, Sara, seguro leerá.
Tan solo decirte que me ha parecido precioso.
Enhorabuena Luis.
Mariano