(CONTINUACIÓN)
LA LIDIA:
Eran las cinco en punto de la tarde. Con “garbo” y “chulería” iniciamos el “Paseillo”. El desfile, en vez de hacerlo al son de cualquier pasodoble como el famoso “ Gato Montés” u otro, lo hacíamos con la música de la popular “Verde, Blanca y Verde” de Carlos Cano. El recibimiento lo fue con división de opiniones. Sin embargo, los “chiflidos” de los albanchecinos (en mayoría) apagaban los aplausos de los numerosos “jimenacos” que se habían desplazado a la feria vecina para asistir al “evento” y al nocturno “Castillo Pirotécnico”..
Se oían expresiones como: ¡Aquí no exigimos vestidos largos, ni chaqueta y corbata como vosotros en la verbena!, ¡Caretos!, ¡El agua del Pozo de la Sierra es nuestra!, ¡Remilgaos!, ¡Creéis que sois “maniquís” y algunas lindezas más que no se pueden reproducir. En la grada había una gran pancarta con letras enormes que decía “Jimena con tanto abogáo y Albanchez con uno y pobre el pleito lo hemos ganao”. Una “algarabía” hubiera dicho cualquiera.
Los toros, de la famosa ganadería Torre-Lucero, tenían “empaque” y buena presencia. La corrida se desarrollaba con normalidad. La suerte nos estaba acompañando y sobresalían las “buenas hechuras” y experiencia de los “maestros”y sus ayudantes.
“CALORES”, cortó una oreja en el primero y fue despido con ovación y vuelta al ruedo en el cuarto saludando desde “los medios”. “EL CIRUJANO”, en el tercero, estuvo a punto de cortar las dos orejas, pero falló en su especialidad, el estoque. Le salió una media atravesada y el toro tardó demasiado en rendirse, se le concedió sólo una. A mí, en el segundo, me acompañó la fortuna. Inicié la faena recibiendo en la salida del toril a “portagayola”. Lo bordé con el capote (chicuelínas y medias verónicas incluidas). Las banderillas del “TATO” fueron de película y “FRANCISQUITO” lo picó con pericia y con la fuerza justa para dejarlo con suficiente embiste y fiereza. Con el capote alterné naturales, derechazos y pases de pecho. Después de un ligero “abaniqueo” lo dejé listo para encarar y “a volapié” le metí el estoque “hasta la bola””. Pañuelos blancos en todo el tendido y el Alcalde-Presidente me concedió el premio de las dos orejas.
Sin embargo, al terminar la faena del tercero, no dejaba de pensar en el quinto que me tocaba. Aunque en el toreo es donde se usa la expresión de “no hay quinto malo”, cuando supe que el nombre del “mostrenco” era ALBANCHURRO, la “taleguilla” se me quedó encogida como una uva pasa malagueña. Malos presagios.
El toro era un “Galafate” de más de 600 kilos, de color cárdeno tirando a tono “cenizo” (otra premonición). Los pitones presentaban unas hebras desprendidas como las “astillas” que solía utilizar mi Madre para encender la lumbre y que yo recogía de niño en la carpintería de mi Padre.
Decidí recibirlo con el capote en “tablas” y “parado”. Me acordé de que para Pepe Hillo “parar es la acción que ejecuta el diestro, cuando se está quieto en el terreno sin mover los pies, hasta que llega el toro y le hace la suerte”. Más gráfico, el maestro Andrés Vázquez decía “cuando se marca sobre la arena el número de las zapatillas”. El torero y poeta Sánchez Mejías (el de los versos iniciales) sostenía que “un hombre quieto vale más que dos en mal movimiento”. Pensé en terminar lo más rápidamente posible con algún “farol” que otro y una “faena de aliño”: aunque me acusaran de “zaragatero”. Todo se quedó en la teoría.
En la práctica fue un “visto y no visto”. ALBANCHURRO, en una “tarascada” relámpago, me “acorneó” por el lado izquierdo de la cara y en el suelo me dio un “mochazo” en los costillares. Total la oreja casi despegada y dos “puntazos en el costillar. Como versaría Miguel Hernández:
“Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida.
Con tres heridas viene: la de la vida, la del amor, la de la muerte.
Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la del amor”.
A partir de ese momento aquello fue un “caos y un pandemonium”. Me sacaron de la Plaza en brazos y me colocaron en el asiento trasero del 4 L de “Cañones”. Todos a una, como en Fuenteovejuna, la Cuadrilla al competo decidió acompañarme a Urgencias de Jimena. Lla corrida se quedó sin terminar. El toro lo tuvo que matar la Guardia Civil y el escándalo fue como el Coso Madrileño: MONUMENTAL. Salimos de estampida y como vulgarmente se dice “con el rabo entre las piernas”.
En cinco minutos me encontraba en la camilla de nuestro Ambulatorio. Lo de las costillas sólo lo notaba yo por dentro (para saber lo que es sufrir hay que parir dicen las madres, en ese momento yo pondría en duda tal aserto). El problema residía en la oreja izquierda que estaba a punto de descolgarse. El médico de guardia (un sustituto novato) no se atrevía a coserla. Pero allí estaba mi amigo “El Cirujano” que no se lo pensó dos veces. Enérgicamente le dijo al enfermero: ¡aguja e hilo doble cero!. El bisoño galeno no daba crédito a la maestría y pulcritud de Juanito (todavía con el traje verde y oro sin quitar). La oreja me quedó “flama niquelá”, como decíamos de niños ante una cosa a estrenar. Hoy en día ni siquiera tengo cicatriz alguna. Aún tuvimos ganas de tomarnos todos juntos un último cubata en “El Marchita”. Todavía en caliente, yo no sabía lo que me esperaba.
A la mañana siguiente, la radiografía mostró que dos costillas estaban rotas. Un mes de baja y a cobrar del Montepío Laboral Profesional del Toro Bravo para Diestros, Viudas y Huérfanos. Llo peor vino de la Sección Sindical de la UGT del Régimen Especial de Mutualistas Autónomos de la Fiesta Nacional, a la que estábamos afiliados. Ante el “grandioso escándalo” que habíamos montado, nos expulsaba del Sindicato y nos retiraba las licencias a perpetuidad. Esto fue la estocada definitiva (nunca mejor dicho), para “cortarnos la coleta” todos juntos y pasar a la lista negra de “apestados” del mundo del toro.
Más tarde, nos enteramos que el propulsor de todas estas sanciones “ejemplarizantes” fue un tal Juan Lanzas, vecino de Albanchez y con mucha mano en la UGT Provincial y Autonómica. Le llamaban el “Conseguidor” y tenía fama de ser una persona de reputada honradez y luchador a ultranza contra toda clase de corrupciones. Es conocido a nivel nacional, por sus apariciones en los medios de comunicación, donde se destaca su integro comportamiento y diligencia para la feliz resolución de los famosos ERES que tramitaba la Junta. La “limpieza de intrusos” de las listas de trabajadores despedidos que tenían derecho a cobrar iindemnización la llevaba a rajatabla y sin aceptar recomendación alguna. Por éstas virtudes ejemplarizantes, seguramente será recompensado con una larga estancia, con todos los gastos pagados, en el famoso hotel de 5 estrellas llamado “El Enrejado” que está ubicado en la localidad malagueña de Alhaurín de la Torre. AD MAIOREM DEI GLORIAM.
“A las cinco de la tarde/ ¡Ay que terribles cinco de la tarde!/ ¡Eran las cinco en todos los relojes/ ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!”.
PD. En la fecha arriba indicada, en Albanchez, durante la quema del Castillo de fuego, yo me hallaba sentado en la puerta del Ayuntamiento (separado por dos escalinatas y una terraza de la Plaza donde se corría el toro) fumándome tranquilamente una pipa. El chaval que iba debajo de la carcasa de cartón fue por mí. Yo no me moví del sitio. Con las botas de militar que calzaba me pisoteó la espalda y la cabeza. Sentí chorrear la sangre por la oreja y un fino dolor a la altura de los riñones. Tenía dos costillas rotas y la oreja casi arrancada. Me bajaron a Urgencias de Jimena. Ante las dudas del joven médico de guardia, mi amigo Juanito me cosió primorosamente la oreja, el facultativo y el enfermero miraban con los ojos como platos. Hoy en día no queda ni señal. De las costillas tardé algo más de un mes en recuperarme. No denuncié al Ayuntamiento de Albanchez porque el Alcalde (José Mari) es amigo mío y no tenían contratado un seguro para esas contingencias.
Luis Marin
LA LIDIA:
Eran las cinco en punto de la tarde. Con “garbo” y “chulería” iniciamos el “Paseillo”. El desfile, en vez de hacerlo al son de cualquier pasodoble como el famoso “ Gato Montés” u otro, lo hacíamos con la música de la popular “Verde, Blanca y Verde” de Carlos Cano. El recibimiento lo fue con división de opiniones. Sin embargo, los “chiflidos” de los albanchecinos (en mayoría) apagaban los aplausos de los numerosos “jimenacos” que se habían desplazado a la feria vecina para asistir al “evento” y al nocturno “Castillo Pirotécnico”..
Se oían expresiones como: ¡Aquí no exigimos vestidos largos, ni chaqueta y corbata como vosotros en la verbena!, ¡Caretos!, ¡El agua del Pozo de la Sierra es nuestra!, ¡Remilgaos!, ¡Creéis que sois “maniquís” y algunas lindezas más que no se pueden reproducir. En la grada había una gran pancarta con letras enormes que decía “Jimena con tanto abogáo y Albanchez con uno y pobre el pleito lo hemos ganao”. Una “algarabía” hubiera dicho cualquiera.
Los toros, de la famosa ganadería Torre-Lucero, tenían “empaque” y buena presencia. La corrida se desarrollaba con normalidad. La suerte nos estaba acompañando y sobresalían las “buenas hechuras” y experiencia de los “maestros”y sus ayudantes.
“CALORES”, cortó una oreja en el primero y fue despido con ovación y vuelta al ruedo en el cuarto saludando desde “los medios”. “EL CIRUJANO”, en el tercero, estuvo a punto de cortar las dos orejas, pero falló en su especialidad, el estoque. Le salió una media atravesada y el toro tardó demasiado en rendirse, se le concedió sólo una. A mí, en el segundo, me acompañó la fortuna. Inicié la faena recibiendo en la salida del toril a “portagayola”. Lo bordé con el capote (chicuelínas y medias verónicas incluidas). Las banderillas del “TATO” fueron de película y “FRANCISQUITO” lo picó con pericia y con la fuerza justa para dejarlo con suficiente embiste y fiereza. Con el capote alterné naturales, derechazos y pases de pecho. Después de un ligero “abaniqueo” lo dejé listo para encarar y “a volapié” le metí el estoque “hasta la bola””. Pañuelos blancos en todo el tendido y el Alcalde-Presidente me concedió el premio de las dos orejas.
Sin embargo, al terminar la faena del tercero, no dejaba de pensar en el quinto que me tocaba. Aunque en el toreo es donde se usa la expresión de “no hay quinto malo”, cuando supe que el nombre del “mostrenco” era ALBANCHURRO, la “taleguilla” se me quedó encogida como una uva pasa malagueña. Malos presagios.
El toro era un “Galafate” de más de 600 kilos, de color cárdeno tirando a tono “cenizo” (otra premonición). Los pitones presentaban unas hebras desprendidas como las “astillas” que solía utilizar mi Madre para encender la lumbre y que yo recogía de niño en la carpintería de mi Padre.
Decidí recibirlo con el capote en “tablas” y “parado”. Me acordé de que para Pepe Hillo “parar es la acción que ejecuta el diestro, cuando se está quieto en el terreno sin mover los pies, hasta que llega el toro y le hace la suerte”. Más gráfico, el maestro Andrés Vázquez decía “cuando se marca sobre la arena el número de las zapatillas”. El torero y poeta Sánchez Mejías (el de los versos iniciales) sostenía que “un hombre quieto vale más que dos en mal movimiento”. Pensé en terminar lo más rápidamente posible con algún “farol” que otro y una “faena de aliño”: aunque me acusaran de “zaragatero”. Todo se quedó en la teoría.
En la práctica fue un “visto y no visto”. ALBANCHURRO, en una “tarascada” relámpago, me “acorneó” por el lado izquierdo de la cara y en el suelo me dio un “mochazo” en los costillares. Total la oreja casi despegada y dos “puntazos en el costillar. Como versaría Miguel Hernández:
“Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida.
Con tres heridas viene: la de la vida, la del amor, la de la muerte.
Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la del amor”.
A partir de ese momento aquello fue un “caos y un pandemonium”. Me sacaron de la Plaza en brazos y me colocaron en el asiento trasero del 4 L de “Cañones”. Todos a una, como en Fuenteovejuna, la Cuadrilla al competo decidió acompañarme a Urgencias de Jimena. Lla corrida se quedó sin terminar. El toro lo tuvo que matar la Guardia Civil y el escándalo fue como el Coso Madrileño: MONUMENTAL. Salimos de estampida y como vulgarmente se dice “con el rabo entre las piernas”.
En cinco minutos me encontraba en la camilla de nuestro Ambulatorio. Lo de las costillas sólo lo notaba yo por dentro (para saber lo que es sufrir hay que parir dicen las madres, en ese momento yo pondría en duda tal aserto). El problema residía en la oreja izquierda que estaba a punto de descolgarse. El médico de guardia (un sustituto novato) no se atrevía a coserla. Pero allí estaba mi amigo “El Cirujano” que no se lo pensó dos veces. Enérgicamente le dijo al enfermero: ¡aguja e hilo doble cero!. El bisoño galeno no daba crédito a la maestría y pulcritud de Juanito (todavía con el traje verde y oro sin quitar). La oreja me quedó “flama niquelá”, como decíamos de niños ante una cosa a estrenar. Hoy en día ni siquiera tengo cicatriz alguna. Aún tuvimos ganas de tomarnos todos juntos un último cubata en “El Marchita”. Todavía en caliente, yo no sabía lo que me esperaba.
A la mañana siguiente, la radiografía mostró que dos costillas estaban rotas. Un mes de baja y a cobrar del Montepío Laboral Profesional del Toro Bravo para Diestros, Viudas y Huérfanos. Llo peor vino de la Sección Sindical de la UGT del Régimen Especial de Mutualistas Autónomos de la Fiesta Nacional, a la que estábamos afiliados. Ante el “grandioso escándalo” que habíamos montado, nos expulsaba del Sindicato y nos retiraba las licencias a perpetuidad. Esto fue la estocada definitiva (nunca mejor dicho), para “cortarnos la coleta” todos juntos y pasar a la lista negra de “apestados” del mundo del toro.
Más tarde, nos enteramos que el propulsor de todas estas sanciones “ejemplarizantes” fue un tal Juan Lanzas, vecino de Albanchez y con mucha mano en la UGT Provincial y Autonómica. Le llamaban el “Conseguidor” y tenía fama de ser una persona de reputada honradez y luchador a ultranza contra toda clase de corrupciones. Es conocido a nivel nacional, por sus apariciones en los medios de comunicación, donde se destaca su integro comportamiento y diligencia para la feliz resolución de los famosos ERES que tramitaba la Junta. La “limpieza de intrusos” de las listas de trabajadores despedidos que tenían derecho a cobrar iindemnización la llevaba a rajatabla y sin aceptar recomendación alguna. Por éstas virtudes ejemplarizantes, seguramente será recompensado con una larga estancia, con todos los gastos pagados, en el famoso hotel de 5 estrellas llamado “El Enrejado” que está ubicado en la localidad malagueña de Alhaurín de la Torre. AD MAIOREM DEI GLORIAM.
“A las cinco de la tarde/ ¡Ay que terribles cinco de la tarde!/ ¡Eran las cinco en todos los relojes/ ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!”.
PD. En la fecha arriba indicada, en Albanchez, durante la quema del Castillo de fuego, yo me hallaba sentado en la puerta del Ayuntamiento (separado por dos escalinatas y una terraza de la Plaza donde se corría el toro) fumándome tranquilamente una pipa. El chaval que iba debajo de la carcasa de cartón fue por mí. Yo no me moví del sitio. Con las botas de militar que calzaba me pisoteó la espalda y la cabeza. Sentí chorrear la sangre por la oreja y un fino dolor a la altura de los riñones. Tenía dos costillas rotas y la oreja casi arrancada. Me bajaron a Urgencias de Jimena. Ante las dudas del joven médico de guardia, mi amigo Juanito me cosió primorosamente la oreja, el facultativo y el enfermero miraban con los ojos como platos. Hoy en día no queda ni señal. De las costillas tardé algo más de un mes en recuperarme. No denuncié al Ayuntamiento de Albanchez porque el Alcalde (José Mari) es amigo mío y no tenían contratado un seguro para esas contingencias.
Luis Marin