JIMENA: Es que Manuel fué mucho Manuel

LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL NO OS ABANDONO.

JIMENA 1925: UNA DE CAPULETOS Y MONTESCOS CON FINAL FELIZ. (Por Luismarín)

El sábado por la mañana de la semana pasada, durante mi “provechosa” visita a Jimena, pude contemplar la bucólica vista de la fotografía desde el mismo punto en que mi amigo Paco Gachono la realizó. Como hasta finales de enero no es el día T (de tendón) y la hora A (de Aquiles), tuve que emplear un nuevo método de transporte. Esta vez, mis amigos Juana María y Miguel Ángel (los de la Gasolinera) me prestaron para el paseo la “Moto Guzzi” que había sido propiedad del “Curro el de la Cantera” y que su padre Andrés mantenía en perfecto estado de mantenimiento a pesar de que el “modelo” data de los años 50. La historia de hoy tuvo lugar, precisamente, en las dos caserías que claramente se observan en el paisaje. Ambas están ubicadas en el denominado paraje de “Chavallanque” y son conocidas con las caserías de D. Martín Hermoso (al fondo) y la de D. José Barranco (la primera).

Pero antes, no conviene olvidar que, este domingo, según el calendario litúrgico, es el segundo del Tiempo Ordinario y además coincide con el día de San Sebastián. Hoy, en casi todas las Iglesias (siguiendo la recomendación de la Curia Romana), se habrá leído el pasaje del Evangelio de Juan (2,1-11) sobre el milagro de la boda: “En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió Jesús, su madre y sus discípulos. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús ¡Ya no queda vino!, ¿qué había pasado?, pues lo siguiente: mi padre Sebastián Marín y mi amigo Sebas “Margarito” habían invitado a todos sus amigos por ser su onomástica. Por allí, procedentes de algún lugar del Universo, coincidieron Lorenzo Ramirón, Andrés Varas "el de la Gasolinera”, mis tíos Alonso y Manolo “Lete”, D. José Ortega (el médico Berrea), Alejandro “el Tato”, José “el de Manolito”, Juanito “el de las Gaseosas”, Juanillo Illo “Moño Alto”, Diego “el Folleta”, Antonio “Margarito”, “El Rubio Garrotero”, Juanillo “Comeajos” y algunos más que me dejo. De “barman” ejercían Paco “Conejo” y Bartolo el de Enrique “el Gafas”. Los que los conocimos, y no los olvidamos (vuelvo a recordaros el título tan evocador de la película ¿Quién hablará de nosotros cuando nos hayamos muerto?), sabemos que “esos” eran capaces de beberse el vino de Caná y la Bodega Domecq entera. ¿Lo comprendéis ahora?.

Volvamos ahora a “Chavallanque” y al verano de 1925.

Las dos caserías mencionadas tenían en común que mis bisabuelos maternos y paternos eran los caseros de cada una de ellas. Los “Panera” (Capuletos) estaban en la más lejana en la foto. Entonces era propiedad de D. Juan Gutiérrez esposo de Dª Rafaela Torres. Tenían tres hijos: Pilar, Isabel y Alonso. La primera se casó con D. Martín Hermoso y el más conocido de sus hijos, Martín, fue varios años alcalde de Jimena, fue conocido con el sobrenombre de “El Pollino”.

Mis bisabuelos Manuela y Andrés “Panera” cuidaban la finca junto a sus hijos: Josefa, Catalina (Julieta), Pilar (por la señorita Pilar) y Alonso. Lourdes, la quinta estaba al llegar.

En la otra finca, propiedad de D. Pedro Salcedo, Secretario del Ayuntamiento (fusilado en 1936 por los “rojos”) y su esposa Dª Esperanza, trabajaban mis otros bisabuelos: Carmen y Alonso “Lete”. Estos “señoritos” tuvieron cuatro hijos y una de ellas, Carmen, casó D. José Barranco y transmitió la propiedad a sus hijos.

El “clan” de los Salcedo era amplio y poderoso: “Pedrorro” un solterón con pocas luces (anterior propietario de esta posesión). D. Ildefonso, casado con Dª Inés, dueño de otra finca de la zona (cuya foto también aparece en la galería fotográfica del Foro), ejerció de médico en Jimena durante muchos años y vivíó en la casa de la Plaza (conocida años después como la del “repizco”), ahora es propieda de mi tío Andrés “Lete” y mis primas Cati y Juani. Otro Salcedo (tío de los anteriores), D. Miguel, fue alcalde de Jimena sobre el año 1915. En la visita que realizó D. Antonio Machado a Jimena y al Aznaitín en 1917, ejerció como anfitrión. Su hija, la señorita Lola, prima hermana de Pedro e Ildefonso era la dueña de “El Pomar” (ya lo contamos en su día). Los que nos podían dar más detalles de ella (incluso “escabrosos”) serían los hermanos “Solas”. Sus padres fueron los caseros del Pomar y Miguelín Solas se llama por el anteriormente citado D. Miguel. Una “cacicada” digna de la época, de la entonces propietaria, señorita Lola, acabó con la familia en la calle y de muy “mala manera”. Pero esta es otra historia.

Los “Letes” (los Montescos en esta historia) tenían seis hijos: Juana, María, Esperanza (por la Sra.), Carmen, Juan Antonio y Manuel (Romeo).

La “chispa” saltó entre Catalina (Julieta) y Manuel (Romeo). Al igual que en la historia italiana, los “Panera” (Capuletos) se oponían “encarnizadamente” a la relación de su hija Catalina (Julieta-Capuleto) con Manuel (Romeo-Montesco). La causa, parece ser, que se debía al origen “cuevano” de los “Letes”, motivo que, para los “Panera”, suponía un insalvable “impedimento” de cara a su futuro emparejamiento. (Tristemente, hasta hace pocos años, los habitantes de las Cuevas eran considerados como una “lacra social”, para muchos vecinos del núcleo central del pueblo). Sin embargo, en este caso, el amor, aunque con muchas “peripecias”, como veremos, acabó derribando la injusta e inexplicable barrera de clase social.

La primavera de ese año explotó con toda su “esplendor” y la fragancia amorosa inundó a la joven pareja. No en vano, canta el Romancero Anónimo:

“Y por mayor era por mayo, cuando hace la calor cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, cuando los enamorados van a servir al amor”.

Catalina y Manuel (Julieta-Romeo), sucumbieron a las flechas de Cupido y entre los pinares que circundan ambas caserías dieron riendo suelta a la pasión. Resultado: Catalina quedó embarazada en el mes de agosto.

Haciendo un pequeño inciso, he de contaros, que su madre, Manuela, también se quedó embarazada en esos mismos días. De hecho, madre e hija, nueve meses más tarde, darían a luz el mismo día. Lourdes (mi tía abuela) y Juana (mi madre) nacieron el 28 de abril de 1926. Pero antes, pasaron otras muchas cosas.

En efecto, mi abuelo Manuel llevó a la práctica (“Velis nolis”: quieras o no quieras) el “rapto” de la novia. Hecho bastante común en nuestro pueblo durante muchísimos años. Utilizó el caballo de la familia y al surgir el alba:

“A caballo la aurora/ Viene corriendo/ Luceros de la noche/ Se van huyendo/ Viene la aurora en un caballo negro/ Con su novia de negro pelo y sin blanco velo”. (A medias con un anónimo autor).

En estos casos, viene a cuento citar a Stendhal: “No hay más uniones legítimas que las dictadas en todo momento por la pasión”.

Sin embargo lo más duro estaba por llegar. Acogidos en la casería de los Salcedo, junto a la familia de Manuel, la iniciada felicidad de los "amantes" duró pocos. Manuel-Romeo tenía que partir a la Guerra de Marruecos como soldado de “reemplazo”. (SIGUE A CONTINUACIÓN)

(CONTINUACIÓN)

Por entonces, antes de establecerse el servicio militar obligatorio para todos los "mozos", cada año, por sorteo, la “quinta” parte de los jóvenes (con edad para incorporarse al ejército) de toda España eran llamados a filas. Sin embargo, los hijos de los ricos que habían salido “sorteados” tenían una posibilidad de escaparse de la milicia. Podían enviar en su lugar a otro que quisiera “reemplazarlo”. Claro, previo pago a los padres del sustituto. Para muchas familias pobres y humildes era una forma de escapar temporalmente de la miseria.

Ir a Marruecos en esos años era partir con billete de "ida" pero con pócas garantías de "vuelta". Todavía flotaba en el recuerdo el llamado “Desastre de Annual”. El año 1921 en las fiestas de Jimena no “repicaron” las campanas, sólo sonó el “toque de difuntos” y el programa de festejos se imprimió con ribetes negros como los sobres que se empleaban para dar los pésames. No se sabe con certeza cuántos “quintos” jimenatos perdieron su vida en Marruecos. Entre el 21 de julio y el 9 de agosto de ese año, alrededor de quince mil soldados españoles perecieron de forma “macabra” en las arenas del desierto. Igueriben, Dar Drius, Zeluán, Ben Tieb, Sidi Dris, Afrau, Monte Arruit y Annual, son nombres escritos con la sangre de esos jóvenes mártires sacrificados por “la Patria y el Rey”. El general Silvestre escribió una de las páginas más deshonrosas de la historia militar española. También tuvo su parte de responsabilidad el General Dámaso Berenguer (Alto Comisario de Marruecos) e incluso el propio Rey Alfonso XIII. Se abrió el conocido expediente “Picasso” para depurar culpabilidades. Pero el oportuno golpe de Estado del General Miguel Primo de Rivera, en septiembre de 1923, echó abajo toda la investigación. Berenguer, incluso llegó a Presidente del Gobierno entre enero de 1930 y febrero de 1931 (período conocido como “la Dictablanda”, por contraposición a la “Dictadura” de Primo de Rivera). Le sustituiría el Almirante Juan Bautista Aznar al frente del Gobierno hasta el 14 de abril de 1931 con la llegada de la II República y el exilio de Alfonso XII y toda la Familia Real.

Mi abuelo Manuel “Lete” llegó a Marruecos justo para las operaciones de pacificación del territorio africano. Ya había tenido lugar el famoso “desembarco de Alhucemas”. El 8 de septiembre de 1925, el Ejército y la Armada española, apoyados por tropas francesas, derrotaron al antiguo “funcionario de la administración española” Abd el-Krim y pusieron fin a la llamada Guerra del Rif. Tres años duró la “odisea” de mi abuelo. En ese tiempo se enteró que había tenido una hija (Juana mi madre) y además, se trajo de recuerdo, por una picadura de la mosca tse-tse, la “enfermedad del sueño” que le duraría toda su vida.

Me imagino la desesperación y amargura de mi abuela Catalina durante esos tres largos años:

¿Dónde estás corazón? ¿Dónde están los días en que aprendimos a amar ¿Dónde está tu risa que me hacia volar? ¿Dónde está la llave de nuestra ilusión? ¿Dónde la alegría de tu corazón? ¿Dónde están corazón? ¿Dónde están los besos que supimos dar? ¿Serán del pasado y no volverán? ¿Se habrán ido como el agua del río hacia el mar y se va como todo se va?.

Con la “manecita” de mi madre entre las suyas, mil veces saldría al camino a esperar su llegada. Se acordaría ¿cómo no? del viejo tango que sonaba por esos años:

“Caminito que el tiempo ha borrado, que juntos un día nos viste pasar, he venido a contarte mi mal. Caminito que entonces estabas bordado de trébol y almendros en flor. Desde que te fuiste triste vivo yo. Caminito que cada tarde feliz recorrías cantando mi amor. No le digas, si vuelve a pasar, que mi llanto tu suelo regó y si caes yo a tu lado quisiera caer y que el tiempo nos mate a los dos”.

Felizmente volvió. A los pocos días “visitaban” la Iglesia de Santiago el Mayor. La ceremonia se celebró en la intimidad, con los invitados y testigos precisos. Mi madre, sin llegar a los tres añitos, se colocó entre los dos en el Altar Mayor. Dada la escasa asistencia, por la nave central del templo, resonarían con eco las palabras del sacerdote:

“Que el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios que unió a nuestros primeros padres en el Paraíso, conforme a este consentimiento ante la Iglesia y, en Cristo, os dé su bendición, de forma que lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”.

Se ve que hicieron buen caso a la máxima biblica de: “Id, creced y multiplicaos”. Siete veces la cumplieron: Juana, Alonso, Manuela, Andrés, Manuel, Pedro y Paco, lo atestiguarían. En años venideros iríamos llegando los demás.

Saludos y hasta otra,

Es que Manuel fué mucho Manuel