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JIMENA: Te deseo que el toro que vas a lidiar esta tarde salga...

LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL, NO OS ABANDONO. (Por Luisnmarín)

¡Amigos del Foro!:

Esta noche estoy en “capilla” como un valiente diestro del arte de Cúchares. No es la primera vez, como pudisteis comprobar en el relato “Eran las cinco en punto de la tarde”. Mañana, curiosamente en torno a las cinco de la tarde, van, ¡por fin!, a solucionarme los problemas de Aquiles y espero que en el plazo de unos dos meses me pueda convertir en el “Luis Caminante” como el de la foto de cabecera.

Después de ocho largos meses de espera tengo ganas de buscar “nuevos caminos” aunque sea en contradicción con los versos de D. Antonio:

“Caminante, no hay camino, son tus huellas nada más….. Caminante no hay camino sino estelas en la mar”.

Cuando me pongo a escribir los tres o cuatro folios dónde procuro “comprimir” mis ideas y experiencias vitales, necesito un espacio de condiciones especiales, mi propio “Mandala”. Me explico: hace tiempo leyendo un libro sobre la vida de los monjes budistas en el Tibet, descubrí que cada uno de ellos se fabrica, en un lugar apartado del templo o en un claro entre los árboles del bosque, un círculo del tamaño de una “mesa camilla”. Allí dentro permanece quieto todo lo que le es posible y procura no alterar su cuerpo con movimientos bruscos, incluso ni dar un paso. Sólo hace funcionar a su cerebro para pensar lo que va a ordenar que transcriba su mano.

¡Las manos!, que poca importancia le damos a nuestras manos: “Mi mano derecha es una golondrina/Mi mano izquierda es un ciprés”……… eso escribía el célebre poeta chileno Vicente Huidobro. Hace unos meses, Juanjo Millás, en su columna dominical, nos hablaba sobre la relevancia de las manos en las dierentes épocas de nuestra vida. Por ejemplo, en la infancia, con las manitas, ladeamos los tirantes del sujetador de la mamá al tiempo que la lengua busca el botón alimenticio. Durante la adolescencia, adquieren las manos un protagonismo crucial, pues el primer contacto físico con el otro/a se da a través de ellas y sus dedos nos ayudan a palpar el cuerpo ajeno. Más adelante, en la trama adulta adquieren un carácter más bien instrumental. Dejan de ser manos a secas para devenir en manos de cajero, telefonista, albañil, notario, policía, etc. Tocan, traen, roban, pegan, cogen, llevan, acarician, todo ello dentro de un orden práctico, casi funcionarial.

En mi pequeño apartamento de Madrid, hace ya hace tiempo que tengo delimitado mi ”Mandala”. Desde allí, salen los relatos e historias con los que me entretengo y al mismo tiempo pretendo “distraer” a los que no se aburren ante un texto más largo de lo habitual. A los que no piensan en voz alta ¡vaya!, ¡otro “rollo” de Luismarín!.

Ahora mismo, en mi casa de Jimena, donde voy a permanecer más de dos meses en baja laboral, estoy tratando de construir otro “Mandala”. Ya casi lo tengo decidido dónde hacerlo. En mi estudio, instalado junto a la terraza y con vista a las ciudades levíticas de Baeza y Úbeda y al Valle del Alto Guadalquivir, he instalado una mesa de un metro de diámetro (con sus correspondientes “senaguillas”) al lado de la chimenea. Espero que con las muletas pueda superar los dos tramos de escaleras que me separan del ordenador, que la “inspiración” no me abandone y podamos seguir en comunicación todos los domingos.

Esta noche, por ejemplo, además de ese mencionado “escenario” iluminado con los nuevos “candiles” de la modernidad, la luna llena luce con todo su esplendor. Tiene un cerco de nubes. O sea, que según los "Mariano Medina" de la localidad viene una noche de lluvia. Por cierto, ahora mismo se está cumpliendo uno de los refranes más bonitos sobre el mes de enero: “No hay luna más clara que la de enero, ni amor tan querido como el primero”. También se está confirmando el dicho de “Con el agua de enero cada gota vale un dinero” y este año parece que van a acertar los que profetizan que: “Quien coge la aceituna antes de enero, se deja el aceite en el madero”.

Aunque algunos no lo crean, el trabajo de escribir (aunque sean cuatro folios) requiere su tiempo y por supuesto una buena “documentación” con fuentes fiables de información (sean orales o escritas). Un proverbio siamés sobre el esfuerzo investigador dice: “Con trabajo hasta un calvo encuentra un peine”. Por este motivo me he acompañado, en mi vuelta a Jimena, de una maleta llena de libros y apuntes literarios. Procuro hacerle caso a Santo Tomás de Aquino cuando escribía “Timeo hominen unius libri” (temo al hombre de un solo libro). Se refiere a los que a través de un único libro tratan de juzgar y explicar todo lo que pasa a su alrededor.

Espero que en estos días venideros la paciencia (entendiéndola como un árbol de raíces amargas y dulces frutos) sea mi mejor aliado para superar el “afligimiento” que ahora me despierta mi inmediata “invalidez”. Trataré de seguir el consejo de Séneca que apunta sobre estas situaciones y que recomienda “no afligirse antes de tiempos pues te afligirás más de lo necesario”.

Sé por el Eclesiastés (IV, 10) la triste posición del hombre aislado (¡Vae solit!: ¡Ay del hombre sólo!). Sin embargo, se puede estar sólo sin volverse un misántropo. Es posible ser un “solterón” y sentirte feliz y contento, Puedes estar casado y rodeado de gente y sentirte solo. La soledad es una elección que no se cura simplemente colocándote al lado de otras personas. Hoy en día, más que nunca, la gente se amontona en los “pisos-colmenas”, en los grandes centros comerciales o en las playas más de moda. Es precisamente en esos sitios donde se advierte la más profunda y “pavorosa” soledad. Conforme va pasando el tiempo e intento conocerme mejor, encuentro belleza en la “neblina” de mi soledad. Soy yo el que decide y elige si ver el sol o las nubes. (SIGUE)

Te deseo que el toro que vas a lidiar esta tarde salga noble y embista con limpieza para que la faena sea merecedora de dos orejas y rabo.
SUERTE y que tengas una recuperación satisfactoria y fructifera en lo literario.
Saludos.