La filosofía como esperanza
Ardía en ganas de trabajar por el bien público, pero, viendo a los que gobernaban en su tiempo -tiranos fueron algunos familiares suyos-, más difícil le parecía la tarea de administrar correctamene los asuntos públicos. El derecho y la moral estaban tan corrompidos y se multiplicaba tanto el número de leyes, que, al ver aquella situación donde todo iba a la deriva, acabó sintiendo vértigo. El joven Platón se hizo viejo. Vio morir, condenado por un tribunal de demócratas, a su maestro Sócrates. Y fracasó también en sus intentos de convertir a los tiranos Dionisio el Viejo y Dionisio el Joven, de Siracusa. Ya lo había escrito, muchos años antes, en el párrafo 473c de La República, con esta contundencia: A menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que ahora son llamados reyes y gobernantes filósofos, de modo genuino y adecuado, y que coincidan en una misma persona el poder polìtico y la filosofía, y que se prohíba con rigor que marchen separadamente por cada uno de estos dos caminos las múltiples naturalezas que actualmente hacen así, no habrá fin de los males para los Estados ni tampoco, creo, para el género humano.
Cuaderno Bitacora
V. M. Arbeloa.
Mariano estoy repasando el blog de tu amigo,
está
de lo más interesante...
Ardía en ganas de trabajar por el bien público, pero, viendo a los que gobernaban en su tiempo -tiranos fueron algunos familiares suyos-, más difícil le parecía la tarea de administrar correctamene los asuntos públicos. El derecho y la moral estaban tan corrompidos y se multiplicaba tanto el número de leyes, que, al ver aquella situación donde todo iba a la deriva, acabó sintiendo vértigo. El joven Platón se hizo viejo. Vio morir, condenado por un tribunal de demócratas, a su maestro Sócrates. Y fracasó también en sus intentos de convertir a los tiranos Dionisio el Viejo y Dionisio el Joven, de Siracusa. Ya lo había escrito, muchos años antes, en el párrafo 473c de La República, con esta contundencia: A menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que ahora son llamados reyes y gobernantes filósofos, de modo genuino y adecuado, y que coincidan en una misma persona el poder polìtico y la filosofía, y que se prohíba con rigor que marchen separadamente por cada uno de estos dos caminos las múltiples naturalezas que actualmente hacen así, no habrá fin de los males para los Estados ni tampoco, creo, para el género humano.
Cuaderno Bitacora
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