JIMENA: Desde que vago por el desierto he despreciado la carne...

LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL, NO OS ABANDONO.
JIMENA: CUNA Y ESCUELA DE “GOLIARDOS”. (Por Luismarín)

Estos cortos, pero intensos, días festivos han servido para reafirmar mi vieja convicción sobre la relación de nuestro pueblo con aquellos frailes y clérigos (los Goliardos) que vivieron en la Baja Edad Media y cuyo denominador común era el amor a los placeres derivados de la Gula: el disfrute de una buena mesa ornamentada con ricas viandas y la pleitesía y rendición ante el dios Baco. En las líneas siguientes trataré de esgrimir los fundamentos de mi tesis.

Estas jornadas pasadas por agua tienen sus inconvenientes y ventajas. Entre los primeros, que en este domingo de Pascua, no se haya podido llevar a cabo la ancestral costumbre de acercarse a Cánava, o a alguno de sus “bucólicos” parajes que la rodean, para disfrutar de la “merendilla” y compartir el Hornazo con los amigos de toda la vida. Hoy en día, ante la dispersión imperante entre los componentes de casi todas las antiguas pandillas, los recuerdos comunes de la infancia y juventud nos sirven para fortalecer la camaradería o recuperar viejas y olvidadas relaciones. La palabra “armonía” alcanza su pleno sentido en estas reuniones.

Sin embargo, entre las ventajas de los días lluviosos, el “corro” alrededor de una buena lumbre no tiene precio. El mal tiempo puede convertirse en bueno cuando vemos las gotas de lluvia resbalar por los cristales de la ventana de una caliente cocina dejándonos contemplar el inigualable paisaje lleno de olivares “jartos” de agua y la tenue neblina que envuelve las luces opacas de las dos ciudades “levíticas” encaramadas en esos Cerros universalmente conocidos. El estado de ánimo que nos invade se asemeja al experimentado en la contemplación de un ser querido, a esa sensación de vida complacida que raya en una variante de la felicidad.

Antes de entrar en los detalles de estos “ágapes” a compartir no podemos olvidar unas recomendaciones de dos “clásicos” milenarios. Por un lado, Epicuro de Samos decía que “siembre debemos buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber. Comer sin compañía es llevar la vida de un lobo solitario”. Por otro, Cicerón, nos advertía: “El placer de los banquetes debe medirse no por la abundancia de los manjares, sino por la reunión de los amigos y por su conversación”.

Todavía afortunadamente, están lejos los años en que irónicamente se apostillaba: la primera y mejor salsa para la comida de los pobres es el hambre, la segunda el humor. ¿A estos pasos, volveremos a repetirlo?.

Esta semana que hemos dejado atrás y que antes se llamaba de Pasión ha cambiado (algunos restos quedan) bastante. Ya están en el baúl de la memoria los días de ayuno y abstinencia obligatorios, bares cerrados, bailes prohibidos, emisoras de radio en las que sólo se escuchaba el “parte nacional” y música clásica o sacra. La negrura del luto impuesto (¡cómo no abundaba el auténtico!) impregnaba la vida de niños, jóvenes, adultos y viejos. Era pecado hasta la más leve sonrisa. Hoy, por lo menos en Jimena, la mayoría disfrutamos estos días con un tono festivo y como descanso del trabajo realizado a lo largo de un trimestre. Aunque no me voy a olvidar que, por desgracia, cada vez somos menos los que podemos argumentar la festividad de estas fechas y no por el lado religioso precisamente.

En estos días de marzo los bares, como vulgarmente se dice, han hecho su agosto (¡por fin! te recuerdan con razón los taberneros). En efecto, como he podido comprobar personal y gustosamente, más de un día o una noche se ha puesto el cartel de “aforo completo”. Los bares de “tapeo” como El Morgan, Los Mazos, El Mirador, La Casa del Pueblo o el Kiosko de Bacalao (como recuerdo a su padre) daban paso a los locales de “copas” como El Menfis, El Tocata o El Desmadre. ¡Qué alegría para todos si fueran así todos los fines de semana del año!.

Las raciones de lomo, calamares y gambas a la plancha, el choto frito, las chuletillas de cordero, el jamón Serrano, el queso Nardo, el lomo ibérico embuchado, el salchichón Sendra, la melba canutera, las anchoas del Cantábrico, el bonito del Norte, las cazuelas de masa de chorizo o morcilla, de patas o de callos, las patatas y huevos al pelotón, las habas con tomates y pimientos, el bacalao frito o con tomate y las imprescindibles patatas fritas en aceite de oliva y las aceitunas en todas sus variantes no han faltado en las mesas o en las barras de los citados “antros de perdición”. La cerveza, la manzanilla, los finos, el blanco de Rueda, el Rioja o el Ribera del Duero han hecho sus funciones de “fieles carabinas”.

Luego, en las casas, tampoco han escaseado los pestiños, roscos, hojuelas, empanadillas, piononos, milhojas, almendrados, bizcotelas etc. Sólo han faltado los dulces de Jesús el Confitero. Mira que han intentado unos y otras rescatarlos, pero para mí, creo que se llevo sus recetas secretas a la tumba.

Como sabéis, me gusta “empaparme” de la realidad de la vida cotidiana de la gente de nuestro pueblo. Uno de mis métodos (aparte de las preguntas “indiscretas” o “políticamente incorrectas” como se dice ahora), es aguzar el oído y poder enterarme de lo que se dice o se comenta por los rincones que frecuento. En estos días he podido escuchar conversaciones como estas:

“No hay cosa más adecuada, para hacer la digestión, que comer con el mejor vino que se pueda y siempre abundante. Las comidas muy liquidas de agua sientan mal por la humedad. Los reumas y dolores de huesos vienen de la mucha agua que algunos inconscientes beben y de las excesivas acuedades de algunos alimentos. Es mejor, por ejemplo, que el cordero, sea el mismo el que tome las hierbas y el agua; luego nosotros las encontramos mucho más adecuadas a nuestras necesidades.

Si el agricultor suplica y reza por la lluvia es para que las vides se críen sanas y lozanas y que de sus racimos salga buen vino. El agua la agradece pero siempre pondrá una jarra de vino en la mesa y una bota de lo mismo en el serón. Jesús hizo el milagro de transformar el agua en vino y nunca se le paso por la mente hacerlo al revés pues nadie se lo pidió y si lo hubiera hecho nadie se lo hubiera agradecido. Aunque el milagro del vino también lo hacen a diario los taberneros: media medida de vino y dos de agua las convierten en tres sin ningún problema. Además en la Misa se bendice el agua para mejorarla, pero no al vino, no lo necesita. Si la tierra manara por alguna de sus fuentes vino en vez de agua el camino sería más llevadero y no habría cuestas imposibles como la de las Mosqueras o la de la Cimbarra, los caminos no se harían tan largos. Habría más penitentes hacia lugares santos y se ganarían numerosas indulgencias para la salvación de sus almas. La creación sería perfecta si a Dios no se le hubieran agujereado los aljibes del agua por todas partes pero ha tenido mucho celo en que a ninguna de sus cubas, odres, tinajas y barricas de vino le ocurriera lo mismo”.

En otra mesa se decía: “no hay mejor entrante para el asado de cordero como el guiso de ave, ya que es de carne ligera y digestiva, poco pesada para el estómago y buena para abrir boca. Con tan reparador entrante el asado de cordero “nos sienta” mejor. ¿Cómo ha de sentar mal? le preguntaba otro, ¿Has oído alguna vez que un tierno cordero haya usado jamás de las sillas? Pues en ese caso no puede “sentar mal” quien sólo sabe recostarse”.

En un rincón de la barra del Morgan varios argumentaban: “ ¡Quién iba a decir que la “marranura” fuera tan santa! ¿Cómo no va a perseguir el Cristianismo a la fe judía que abomina de la carne del cerdo? Este animal es sagrado por muchas cosas: la una porque de él se aprovecha todo; la otra, porque es paciente y poco vanidoso; y la última por su carne sabrosa y variada. ¿Quién no se inclina ante unas patas y orejas bien guisadas? ¿Y ante sus perniles y jamones? ¿Acaso conocéis algo tan sabroso como las morcillas, los morros o las costillas?. Nunca me sentiré ofendido si me comparas con el cerdo, pero no lo hagas con el agua o las verduras, buenas para nada. ¡Santo animal el cochino! Si alguna bestia puede ir al cielo tendrá que ser el cochino, especialmente por su manducabilidad. ¿Me preguntas cuál es mi ave favorita? ¡Ay si los cochinos volaran!. ¡Los cerdos han salvado más vidas que la penicilina”!.

Otro razonaba así: ¡fíjate hasta los evangelistas han elegido ser representados por animales!: “San Marcos, con el león; San Lucas, por el buey, San Juan por un ave y hasta el propio Jesucristo se le llama Divino Cordero. ¡Ves ninguno adoptó como emblema un nabo o una zanahoria!. ¡Las hierbas para los animales de la tierra, porque a los hijos de Dios les caen mejor las carnes”.

En un banco de la Plaza oí estas frases: “Ahora en la Semana Santa no te extrañe las malas caras y miradas tan torvas. ¿Quién aguanta la frugalidad de la Cuaresma? ¿Te sorprende el mal humor de los flacos anacoretas enemigos de la carne?. Si quieres ver a un hombre, dichoso y feliz mira a uno gordo, que de los flacos sólo sacaras quijadas cortantes y agudas puntas por todas partes. Otro replicaba: Dios nos libre de los jueces, pero si alguna vez he de comparecer ante uno, pido al Juez Supremo que este sea gordo, grasiento y harto de comer; no uno flacucho, magro y amargado por su inactivo estómago: quien padece en sus carnes no es raro que ignore el dolor de las ajenas”.

(SIGUE)

Desde que vago por el desierto he despreciado la carne y solo bebo del espíritu, he renunciado al mundo carnal y al bucolismo vanal, durante toda la Semana Santa me he dedicado a la meditación, incluido el día del hornazo, no he podido asistir a la velada anual de la destripación del bollo, el deshueso del "güevo", el salpicón de lechuga y la degustación del néctar de la parra, desde aquí mando un cordial saludo a todos mis amigos ¡algún día llegareis a comprenderme!