JIMENA: LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL, NOS OS ABANDONO....

LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL, NOS OS ABANDONO.
CÁNAVA: UNA MIRADA LAICA (Por Luismarín).

Tal vez el domingo que viene ya no os escriba desde este “mirador machadiano” de mi casa. La conocida y centenaria baranda de lanzas de hierro me deja entrever, entre sus barrotes de libertad, el cercano horizonte que configuran los renombrados Cerros de Úbeda. En las manos de mi traumatólogo, al que tengo que visitar mañana al atardecer, está la decisión inapelable. Aunque en estos días primaverales de abril es una delicia vivir en Jimena, añoro los Palacios, Jardines, Plazas y Bulevares de Madrid. Cuarenta años de agradables y afortunadas “vivencias” tienen la culpa de mi sentimiento amoroso por este Madrid “corazón de España que late con pulsos de fiebre” (R. Alberti). Llegué a Jimena en los fríos y lluviosos días de finales de enero y no estaría mal volver con tiempo de inhalar la fragancia de las múltiples flores del Jardín Botánico o la Rosaleda del Paseo Luis de Camoens.

No sé si será una debilidad (algunas veces me sirve de inspiración) el hecho de buscar, cada semana, algo de lo que se leerá en la Homilía dominical con el fin de “despertar la conciencia” de los fieles y viejos parroquianos. Hoy se habrán podido oír las siguientes palabras sacadas del Apocalipsis (7,9.14b. 17): “El Cordero será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas”. Sin pretender ser vuestro pastor, hoy quiero trasladaros (con la imaginación a los que estáis fuera) hasta la “Fuente de la Vida” de los Jimenatos. Hacia ese rincón medio oculto y florido (“El Paraíso Perdido” lo llamaría el poeta inglés John Milton) que responde al nombre de CÁNAVA. Además, por si fuera poco, alberga al Santo y Seña de tantas generaciones Jimenatas: su Reina de los Remedios.

“En Cánava tiene su Oasis, surcado por la Cascada / y una Ermita engalanada Palacio de Nuestra Dama”. (Luismarín)

Hasta aquí, he cubierto el cupo religioso. La visión que quiero ofreceros, respondiendo al título de mí “relato”, está lejos de la “hiperdulía” (adoración a la Virgen) que genera el lugar. Pretendo detallar brevemente la doble función que, hasta dónde llegan mis recuerdos, siempre ha cumplido el bello paraje: por un lado, como lugar de descanso y asueto en medio de la floresta de sus Caserías y por otro su papel de “Celestina” entre los incontables jóvenes (o mayores) amantes-enamorados de cuna Jimenata.

Sin embargo, antes de entrar en materia voy a daros alguna pincelada histórica y paisajística.

Parecer ser, pues no hay datos fidedignos (“Los apuntes históricos de Jimena” del Padre Lope son, con todos los respetos, una pura entelequia en lo religioso y una fácil labor de “cortar y pegar” en lo histórico), que la Cueva (¿cánava?) donde se supone que, el aspirante a “picapleitos”, Luis Martínez encontró (año 1600) la primitiva imagen de la Virgen se encontraba en el lugar que ahora ocupa el pilar de los Siete Caños. Aprovechando la “oquedad” de la pared se habilitó una pobre y rudimentaria Ermita. Dado su estado de abandono, en 1683, siendo alcalde Luis de Viedma, se hace la primera construcción en firme. En 1849, con Alonso Santiago Torres al frente del Ayuntamiento, el pequeño templo se vuelve a reconstruir casi en su totalidad. Sería Manuel González de Tejada (personaje merecedor de una biografía particular) quien en 1900, cuando ejercía como Presidente de la Corporación Municipal, el que colocaría la primera piedra para la construcción de la nueva Ermita. Su terminación no finalizaría hasta diez años más tarde y para su enclavamiento se eligió el sitio actual. En 1994, el cura párroco en esas fechas, Juan Jesús Cañete (con la colaboración económica del vecindario), auspició las obras de reparación de la nave, muros, techumbre y campanil del Santuario. Hasta hoy se mantienen tal cual.

La actual ermitaña, Antonia la hija de Melchor el Diablo (tristemente, su marido Diego “Bacalailla”o el Camarón de la Ermita, nos dejó hace unas semanas), poda y riega las flores, plantas y árboles que adornan la limpia y brillante Lonja. Comparte su blanca casita con uno de sus hijos, su padre, un canario, un “colorín”, una perdiz y tres juguetones perrillos.

Hay situaciones que sólo pasan en Jimena: una Diabla (Hija del Diablo) cuida amorosamente y con mimo exquisito a una Virgen. ¡Ver para creer!.

En la mañana del miércoles pasado, en esas horas del día en que “abril mayea” y el paraje de Cánava alcanza un esplendor inigualable, Antonia, me fue “desgranando” el inventario completo de la flora del lugar.

La arboleda está configurada por una solitaria Palmera Datilera, varias Acacias, Tilos, Plátanos de Indias y múltiples Olmos o Álamos Negros cuya “Flor de Pandelvira” era un manjar para los niños de hace unos años.

Sobre las plantas y flores pude hacer la siguiente relación: Begonias, Azaleas, Parasoles, Pensamientos, Jazmines Trepadores, Rastras Moradas, Rosales, Madreselvas, Adelfas, Helechos, Gitanillas, Yedra silvestre en las pozas de los árboles, Lavanda, Azucenas, Clavellinas, Violetas, Geranios blancos y rojos, Esparragueras, “La Suegra y la Nuera”, Pilistras o Aspidistras, Mastronchos, Flores de Pascua blancas, Don Pédros, Nardos, Amor de Hombre, “Ficus Benjamina” lisas o moteados y Cintas con raya y sin ella.

Antonia cumple perfectamente el papel de la Hortelana que, con paciencia e ingenio, utiliza el fuego del sol, la simplicidad del agua, los jugos de la tierra y el alimento del aire para el “buen ver” de su exuberante Vergel. Ha conseguido un auténtico Edén.

Precisamente sobre el Paraíso voy a contaros un hecho “increíble” que me ocurrió en la adolescencia: Una noche soñé que cruzaba las puertas del Paraíso acompañado por mi amor de esos días. De entre todas las flores maravillosas que lo embellecían escogió (en el sueño), como “presente” de su amor y certificado de nuestra estancia, una hermosa y fragante rosa roja. Mi sorpresa, al despertarme al alba, fue que encima de mi almohada había una rosa roja humedecida por el rocío matutino. ¿Qué creéis que pude pensar en ese momento?.

Voy a comenzar con el papel de Cánava como sitio de recreo y acogida de las familias “acomodadas” de Jimena que huían del asfixiante calor veraniego. Sin duda, algo tienen que ver, las Caserías que se yerguen en su entorno inmediato. Intentaré contar su génesis, las raíces de sus iniciales propietarios y llegar a las de los actuales. Trataré de resumir como nació el núcleo central del Caserío que componen las cuatro fincas que tienen salida a la Lonja. Seguiré con el llamado “Ventorrillo” y terminaré con “Villa Amparo”, la propiedad vecina al anterior y que se asoma por uno de sus laterales a la Cascada y su “Presa”.

La historia del “Caserío” de Cánava comienza en torno a los años sesenta del pasado siglo XIX. Por esas fechas, el matrimonio formado por Rosario Torres León (1849-1928) y Bernabé Herrera Lozano (1846-1921) compraron a la Iglesia el terreno llamado “Huerto o Huerta de Cánava”. En la mejor parte de la parcela levantarían el edificio principal. Parece ser, que el hermano sacerdote de Rosario (conocido como D. Antonio “El Prior”) utilizó, en el momento de la transacción, sus influencias en la Curia Provincial. Gracias a ellas, el citado matrimonio se aprovechó de las leyes sobre “desamortización” de fincas de propiedad Eclesial. Esas normas habían sido promulgadas en 1855, durante el reinado de Isabel II, por el Ministro de Hacienda D. Pascual Madoz.

No quiero dejarme en el tintero dos aportaciones, a las “leyendas urbanas” de Jimena, que tienen como protagonista al ya nombrado Bernabé. Una es el conocido dicho de: ¡Eres más vago que D. Bernabé!, ¡nunca llegó a conocer las cámaras de su casa!. La otra expresión se emplea cuando sopla el aire con fuerza: ¡Ya vienen los “avareaores” de D. Bernabé!; por lo visto le daba tanta pena que le dieran palos a sus olivos que esperaba para recoger la aceituna a que el viento la tirara al suelo.

Rosario sólo concibió féminas, fueron cinco y en Jimena eran conocidas como las “Niñas de D. Bernabé”. Parece ser que el empeño fundamental del padre, y se salió con la suya, era el de conseguirles un marido de buena posición social.

(CONTINÚA)
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
(CONTINUACIÓN)

La primera hija, Isabel Juana, se casó con Rafael Torres Calatrava. Esta pareja heredó de los tíos de Isabel (Ana Rita Torres y Manuel Torres) el Castillo de Jimena. Años después llegaría a las manos de su hijo Calixto Torres Herrera, esposo de la querida maestra “Doña Pepita”. Sus siete hijos viven todavía y son conocidos como “los del Castillo”. Otro de los hijos, Manuel, recibiría de su madre una de las cuatro partes en que se escindió la finca inicial. Se hizo construir una ... (ver texto completo)
Una autentica gozada leerte; Un relato ameno, interesante y bien documentado,
con una prosa fácil y muy bien hilvanada, lo dicho, una gozada.
Espero que el traumatologo te de permiso para volver a tus añorados palacios y jardines si es lo que tú deseas y que Aquiles no ponga impedimento alguno.
Saludos y buen díaa todos
Bonito relato Luis. Gracias.
Podrías hacernos alguna foto de las plantas y flores, que con tanto cariño cuida la Sra. Antonia.?
Un saludo.
Luis, soy Paqui la de la Tita Isabel. Llevo tiempo queriendote decir lo que me gustan tus relatos. Cuando escribiste sobre el nacimiento de la nieta de Rafa, pensé hacerlo para darle la enhorabuena pues me alegré mucho, pero se pasó.
Esta noche al leer que quizás el siguiente domingo no estarás, he pensado:"Ya si tengo que decirle, ¡qué bien escribes "joio"!, todo tan interesante y tan bien documentado. Mi madre diría "que gracioso eres nene".
Esta noche con Canava: Una mirada laica, me has hecho ... (ver texto completo)