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JIMENA: ¡Hola otra vez Mariano:...

(FINAL)

En esa época del año la supervivencia no sería muy difícil, la caza de Conejos, Liebres, Perdices, Codornices, Tórtolas, Palomas Torcaces, Grajos, Grajillas, Tejones, Lagartos, Garduñas, Ginetas y Zorros les aseguraba la carne. Los Huevos, procedentes de los nidos o de los corrales de las caserías cercanas servirían para completar la dieta.

En cuanto a las hierbas, hortalizas o frutas disponibles para el consumo dispondrían de una amplia gama: Cardillos, Algarrobas, Espárragos Trigueros, Collejas y Collejones, Papas de Tierra, Alcaciles, Acelgas, Borrajas, Verdolagas, Collejas, Ajoporros, Habas Verdes, Tomates, Cebollinos, Pepinos, Pimientos, Calabacines, Rábanos, Ensalás, Hinojo, Manzanilla, Tila, Moras, Ayozas, Albarillos, Cerezas, Brevas, Manzanas, Peras Sanjuaneras, Nísperos, Ciruelas, Limones Luneros y otras. Hasta el “fumeteo” lo tenían asegurado con la picadura de las anchas hojas de Tabaco que por entonces se cultivaba en nuestro pueblo.

El abastecimiento de agua para beber y asearse no sería ningún problema dada la abundancia de fuentes, pilares y albercas en nuestra sierra: los Pilares de Barrero, las Pilas y el Moro, la fuente del Tío Pabilo y la del mencionado Torcal de la Pipa, los nacimientos de agua de los Pozicos, las Semillas Bajas y las Semillas Altas, el chorro de las albercas del Prao, las Yedras, de D. Manuel, Ezequiel o la de Eulalia, serían un ejemplo.

Cruzando las “Ollas Altas”, bajando hasta el “Cortijo de los Navas”, deslizándose a escondidas por el Barranco del Pomar, llegaban a la “Revuelta del Miedo”. Desde allí divisaban la pequeña casita de la finca “La Pomarada de Campanera”. A través de un código de señales, utilizando la ropa tendida al sol (una rebeca roja indicaba peligro de acercamiento y otra de color verde suponía acceso libre), sabían si podían meterse en el interior de la casilla. Era su “estafeta” y en dónde recibían las instrucciones del lugar donde les dejarían comida, ropa, cartuchos de caza, útiles de afeitar o algún ejemplar de periódicos republicanos que todavía se editaban en la clandestinidad: “EL Socialista”, “Bandera Roja”, “Combate” o “La voz del frente” entre otros. En algunas contadas ocasiones “Campanera” podía abrazar a su hija pequeñita y a su mujer. Entretanto, “Santablanca” vigilaba ante cualquier “inoportuna” visita. Así iban transcurriendo los largos meses de clandestinidad.

Dos sucesos vinieron a romper la "angustiada" monotonía de esos meses: el primero fue la inesperada visita de Carmencita, la antigua novia de “Santablanca”. El encuentro fue en mayo (cuando los enamorados sirven al amor según el Romancero), tuvo lugar en la casería de “Las Hierbas” trasladándose después a una cercana cueva. Allí, Carmencita, gozó por primera y última vez (permaneció soltera el resto de su vida) de la pasión amorosa plena. Esa cueva, en la que sólo se puede estar recostado se conoce (por poca gente) como la “Cueva de los Enamorados”. Carmencita y Pedro nunca más volverían a verse. Durante unos días, Pedro, releyó muchas veces el poema de Miguel Hernández que pertenece a su obra “El rayo que no cesa”. Tenía una dedicatoria de su propio puño y letra, había coincidido con él, en la liberación del Santuario de la Virgen de la Cabeza donde Miguel ejerció de “Comisario político” y animador de las tropas milicianas:

“Umbrío por la pena, casi bruno, /porque la pena tizna cuando estalla, / donde yo no me hallo no se halla hombre más apenado que ninguno. / Sobre la pena duermo solo y uno, / pena es mi paz y pena mi batalla, / perro que ni me deja ni se calla, / siempre a su dueño fiel, pero importuno. / No podrá con la pena mi persona /rodeada de penas y de cardos: ¡cuánto penar para morirse uno!.

El segundo suceso fue en julio. A través de uno de sus “correos”, “Santablanca” se enteró que la hija pequeña de Juana la de Sebastián (el marido continuaba en La Higuera y sus dos hijos mayores habían muerto en el frente, uno en el Bando Nacional y otro en el Republicano) había sido mordida por una víbora. Malvivían con la ayuda de los vecinos en una vieja casilla situada en el margen izquierdo de la “Cuesta de Cánava”, antes de llegar al “Pinarillo”. Mª Visitación, así se llamaba la niña, fue llevada con urgencia a la consulta de uno de los médicos del pueblo. Este ante los síntomas presentados por la infanta (pánico, inestabilidad emocional, piel fría y húmeda, vómitos, diarrea, vértigo, desmayos, taquicardia, debilidad, letargo, sangrado y una necrosis progresiva) determinó que enseguida tendría una insuficiencia real y respiratoria que le ocasionaría la muerte. Le comunico a la madre que, dada la penuria y escasez de medicinas no se disponía del salvador “suero antiofídico”. Sólo quedaba esperar un milagro. “Santablanca”, en una noche cerrada y bajo un fuerte aguacero de una tormenta veraniega, llamó a la puerta de Juana y Mª Visitación. La madre le lloró suavemente, sin estridencias, como solo llora la gente que sabe por experiencia que el llanto no arregla nada. Pedro, observó atentamente la picadura y eliminó la posibilidad de hacer una incisión en la zona de la mordedura o una succión oral en la misma, recordó haber leído en algún tratado de medicina que, estos métodos podían ocasionar el riesgo de introducir bacterias en la herida de la víctima, las cuales pueden conducir a la infección. Entonces, abrió su viejo maletín de piel de becerro y sacó una oscura piedra porosa. Le dijo a Juana que durante varias horas bañara la zona de la picadura con agua caliente y leche agriada y que después aplicara en esa misma parte la piedra que le dejaba. Le explicó que esa piedra, casi negra, era conocida como la "piedra de las serpientes” y servía para extraer el veneno de la misma forma que una esponja absorbe el agua. En dos días, Mª Visitación correteaba alegremente.

Una mañana del mes de agosto, tenían que bajar a “La Pomarada”, habrían de recoger unos “Salvaconductos” falsificados por un “topo” republicano introducido en la Comandancia Provincial de la Guardia Civil. Con ellos podrían salir de Jaén e intentar cruzar la frontera de Francia. Pedro, extrañado por la preocupación reflejada en los ojos de Andrés, le preguntó ¿pasa algo?. Este le contó que esa mañana, a una hora inhabitual, había visto a una lechuza en la rama de un viejo olivo. El raro hecho ocurrido (entre la gente del campo) era una señal de "malos presagios". Un hombre culto como “Santablanca” se rió de ello, le dijo que se olvidara de eso, que allí abajo (en "La Pomarada") les esperaban los "papeles salvadores" y que cuanto antes dispusieran de ellos sería mucho mejor.

Al intentar cruzar la carretera de Albanchez por la “Curva del Miedo”, esta vez sintieron en sus propias carnes el cumplimento del adjetivo que le daba nombre a esa revuelta. La Guardia Civil les dio el alto. Se entregaron sin resistencia alguna. Les había delatado un pastor de la localidad vecina que había observado escondido como ese lugar era el "paso" que utilizaban para cruzas a la casería de los Campanera.

“Y a la mitad del camino,/bajo las ramas de un olmo,/guardia civil caminera /los llevó codo con codo”. (Lorca)

“Santablanca” recordó varias frases que había subrayado en alguno de sus libros: Hay poca gente que sepa perdonar. Existe la indulgencia, la educada hipocresía, el silencio de los ofendidos, la misericordia, la tolerancia, la comprensión, el olvido, la generosidad e incluso la generosidad del desprecio ¿Pero existe el perdón?. También se acordó de Carmencita y pensó que allí donde le llevaran no tendría tinta para escribirle un último verso, que habría de utilizar su propia sangre para hacerlo.

Entraron a Jimena por el Camino Alto cruzados sobre las albardas de dos viejas mulas y atados de pies y manos. En esa dolorosa postura, a la altura del Pilar de los Pastores, su mirada se cruzo con la de Mª Visitación (la niña a la que le había salvado la vida). En esos momentos imaginó: no todo está perdido cuando puedes ver en el rostro de un niño su magnífica sonrisa. Que esa sonrisa era un símbolo de amistad, de buena voluntad, un aliento para los desanimados, un reposo para los cansados, un rayo de sol para su triste corazón.

Los familiares de Pedro y la mujer de Andrés ya estaban bordando dos pañuelos con las iniciales de cada uno. Tenían que anudarlos a sus brazos (el izquierdo naturalmente) para así poderlos identificar entre la masa de cadáveres de los fusilados en las tapias del Cementerio San Eufrasio de Jaén. Morirían como mártires y en merecidos “pedestales” se inscribiría esta frase para la posteridad:

“Los mártires que transmiten su memoria no mueren, suben al templo de la Gloria”.

Saludos y hasta otra,

NOTA DEL AUTOR: Cualquier parecido con la realidad de los hechos narrados en mi “relato” (excepto los históricos) será pura coincidencia. Los personajes protagonistas del mismo sólo han existido en mi imaginación.

Querido Luis, a mucha gente tu relato sin duda le va a traer malos recuerdos, aunque en los nombres o en los apodos no lo hayas identificado.
No sé qué decirte Luis me encanta leerte, pero la historia contada desde un lado siempre esta mutilada.
En cualquier caso te mando un abrazo desde las Pamplonas, por cierto en un día muy de Febrero.
Mariano

¡Hola Mariano:

Una simple puntualización:

No te comprendo en lo que dices sobre la historia mutilada por una parte. ¿Tú recuerdas las clases de Historia de España en las Escuelas, Institutos o Universidades?.

Esa "Historia Oficial", no sólo ignoraba y ocultaba las vidas y "penurias" de los "desharrapados" que habían querido ser fieles a sus ideales republicanos. Sencillamente, para ellos ("Vencedores" de la falsa e inventada "Cruzada"), mas de la mitad de España no existía.

Yo tuve que esperar mi llegada a la Universidad para saber quienes eran los "maquis", Manuel Azaña, Largo Caballero, Juan Negrín o los 180 "Campos de Concentración" franquistas que duraron hasta 1947. Hasta entonces no había tenido conocimiento de los continuos fusilamientos más allá de los años 50. Las sentencias de muerte se dictaban (algunas sin juicio alguno) por tribunales sin formación jurídica (hay cientos de casos conocidos) y los fiscales y abogados defensores era fieles adictos al Régimen imperante.

Durante cuarenta años, la política del Régimen Dictatorial, en vez de basarse en la Paz, Piedad y el Perdón, que muchos de los vencidos suplicaron, se basó en la revancha y en el avivamiento del odio contra "los otros". Además, con un "máximo agravante", ya no había Guerra y la clase política y trabajadora derrotada estaba en la cárcel o en el exilio.

Yo no sé si para ti, esa Historia que nos enseñaban, estaba mutilada, quizás no, para mi, simplemente estaba "amputada" desde la cabeza a los pies.

Un saludo desde mi ventana. El nuevo invierno jimenato se refleja en ella.

Es muy sencillo y muy claro Luis, hay otra parte de historia que evidentemente Tu también conoces, que puede tener otra opinión tan respetable como la que Tu indicas, con esto no quiero decir que lo que escribes no sea cierto, para nada, simplemente que Tu sabes que hay otra parte a la que Yo respeto igual, porque un día todos y todas quisimos correr un tupido velo, eso si, cada uno es libre de quedarse con la que quiera, porque como creó un día dijiste quien no tuvo o tiene un trocito de ambas partes
Sin ánimo de polémica por supuesto, Yo no voy a relatar tres folios aunque podría hacerlo, pero creo que ya hay demasiado escrito por ambas partes, pude escuchar en los últimos años de su vida a Mis Padres que eran claro reflejo de esas dos historias.
Como siempre mi respeto y admiración por tus escritos.
Un abrazo.
Mariano
P. D. Perdóname si no soy capaz de expresarme tan correctamente como en Tú, pues mis conocimientos sobre la filología española son bien escasos, aunque mi vida personal me permitió como tú sabes corretear por muchos sitios de ella..

¡Hola otra vez Mariano:

No se trata de imponer ninguna clase de opinión. Sobre este tema (los que unos ven como héroes otros los consideran maleantes o bandoleros despiadados), como en todo lo que intervienen el sentimiento, es prácticamente imposible ponerse de acuerdo.

No sé si has leído despacio mi intervención anterior. Mi tesis se refería a lo siguiente: ¿porqué ese espeso silencio sobre hechos y personas que habían sucedido y existido realmente? ¿Porqué hasta la Iglesia usó su "manto protector" para tapar todo lo que se refería a los mismos hechos y personas? ¿No se merecían siquiera unas palabras, tantas veces repetidas en los Evangelios, como las de perdón y arrepentimiento?.

¿Cuándo se reconocerá con franqueza que los "errores" y los "horrores" fueron comunes en los "unos" y en los "otros"? ¿Porqué sólo los vencedores se consideraban como los buenos y los vencidos los malos?.

Eso es simplemente lo que yo trataba de decirte. Para escribir sobre esto no hace falta hacerlo mejor o peor: lo imprescindible es poder hablar de ello y, estarás de acuerdo, que hasta hace pocos años, sólo podían hablar los que se consideraban "elegidos por la gracia de Dios" como rezaba en las monedas de uso común.

Un abrazo y buenas noches,
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Claro Luis, en todas las contiendas los vencedores creen estar en la razón y por supuesto tratan de silenciar o de culpar de todo a los perdedores, es la guerra.
Una vez llegada la Democracia esto se acabo, ya se podía escuchar leer o escribir sobre las dos partes y todo el mundo trato de que se hiciera con respeto salvo excepciones como siempre.
Pero para Mi creo que hay que continuar pasando paginas de esa historia porque sinceramente creo que es bueno y es lo que escuchado a muchos políticos ... (ver texto completo)