JIMENA: A sí es Alejandro, en primer lugar me alegra volver...

LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL, NO OS ABANDONO.

DEL POMAR A LAS YEDRAS: “MAQUIS” EN JIMENA. (Por Luismarín)

Mi traumatólogo me ordenó, o aconsejó, que finalizara los quince días de baja que tenía firmados desde el pasado 15 de abril. Este domingo sigo en Jimena, continuo tratando de rescatar historias enterradas entre las “legañas” de la memoria de muchos de sus mayores. Ahora me doy cuenta (ya es demasiado tarde y de nada sirve arrepentirse) del error de no haber dedicado, en años anteriores, mucho más tiempo a hablar y escuchar a las personas queridas y anotar los recuerdos de sus vivencias personales, sus enseñanzas y sus consejos. Durante muchos años hemos pensado que el temor a envejecer y el propio envejecimiento no nos iba a llegar a nosotros, que solo les afectaba a los que nos precedían en el escalafón de la edad: a nuestros padres, o a nuestros abuelos antes que ellos. Pero hoy, cuando estos han desaparecido, cuando se han convertido en estrellas que brillan en el cielo por las noches (cada vez con menos intensidad), comenzamos a sentir ese hormigueo que produce saberse ya en la primera fila. ¡Cómo pasa el tiempo!, como el tiempo siempre nos sorprende. Más que el tiempo su “fugacidad”. Como una de esas estrellas que cada poco surcan el cielo perdiéndose para siempre. Así, de esta manera, nuestra vida se va alejando a velocidad de vértigo de nuestros años “dorados” y va deslizándose, poco a poco, por la pendiente que pasa bajo la “Higuera Morisca”.

La mayoría de mis “gargantas profundas” que, aunque siendo niños, padecieron los sufrimientos derivados de la Contienda Fratricida de 1936-39, siguen teniendo miedo o vergüenza de relatar algunas de las “aventis” (como las llamaría él escritor Juan Marsé) que vivieron o contemplaron en primera persona. En estos días de “asueto” forzado, con la ayuda del “suero de la verdad” (camuflado en un “catavinos” oloroso) y escanciado por “El Morgan” o la dulce “Vanessa”, he amalgamado los datos, escasos pero suficientes, para el “relato” de hoy.

Hace unos meses, estando en Madrid, me acerqué a una sala de exposiciones del antiguo Cuartel del Conde Duque. Está ubicado al lado de mi Plaza del Conde del Valle de Suchil. El tema de la muestra estaba centrado en el recuerdo de los “Maquis” españoles: la forma en que sobrevivieron (hasta bien avanzada la década iniciada en 1950) en las montañas y bosques de muchas Regiones españolas. Cómo era su vida cotidiana (se podían ver las pertenencias y objetos utilizados por ellos) durante los largos años de combate frente a la Guardia Civil, el Ejército y los falangistas. Había leído y oído muchas cosas de ellos aunque, hasta la llegada de la Democracia, lo tuve que hacer en privado y en voz baja. En Jimena circulaba la “historia” de dos de sus hijos que, de algún modo, se vieron desgraciadamente obligados a sufrir esa experiencia que acabaría trágicamente. Trataré de resumir, en unas pocas páginas, los días finales de Pedro el de “Santablanca” y Andrés “Campanera”.

Por estas mismas fechas del año 1939, la primavera jimenata luciría con todo su esplendor. Sus campos, gracias a las mil aguas de abril, reflejarían toda la gama de colores del Arco Iris dibujada en sus flores: Amapolas rojas, Margaritas blancas, Azucenas azules, Pitiminis amarillos, Lilas rosadas, Azahar, Begonias, Adelfas, Rosas, Jacintos, Lirios, Geranios, Azaleas, Jazmines, Pensamientos, Madreselvas, Violetas, Gitanillas, Nardos, Clavellinas, Donpedros, Cláveles y otras tantas que me dejo en la memoria.

Sin embargo, el tono predominante sería el verde de sus plantas y árboles: Espiguillas, Carretón, Jamargos, Correguela, Cornetas, Azafaifas, Retamas, Avena, Romazas, Almencinos, Majoletos, Grama, Bayico, Alfalfa, Alhucema, Zumaque, Tomillo, Laurel, Mariselva, Orégano, Ensalás Locas, Lastones, Caléndulas, Matalauva, Yerbabuena, Estancos, Carduanos, Levesa, Poleo Serrano, Álamos Negros, Morales, Tilos, Acacias, Plátanos de Indias, Chaparros, Encinas, Castaños, Nogales, Selvales, Cinamomos, Chopos, las “blasonadas” Higueras, los “imprescindibles” Olivos, etc., etc. De las hierbas, plantas comestibles y árboles frutales hablaremos más adelante.

Los trinos de millares de pajarillos alegrarían los oídos: Colorines (vestidos de amarillo, negro y rojo), Verdecillos, Chamarises, Canarios Bastos o Verderones, Pinzones marrones, Camachuelos o Pardillos, Canaleros, Gorriones Monteses (más grandes que los anteriores), Cugajadas o Totovías en grande, Calandrias, Ruiseñores, Oropéndolas, Estorninos o Tordillos, Urracas, Alcaudones, Gavilanes, Vencejos, Tordos o Pájaras Negras, Mirlos (con pintas blancas rompiendo su luto), Cucos (invasores de nidos ajenos), Alcaravanes o Tolorruices y otros muchos más que se quedaran en el tintero.

Esta sería una relación de “avecillas” diurnas, entre las nocturnas, podríamos encontrar algunos de estos ejemplares: Mochuelos, Búhos (Real y Chico), Cornachuelas (con su cansino ¡cuah!, ¡cuah!) y Lechuzas.

Era la primavera y la vida de las flores, las plantas y los pájaros bullía en los alrededores de Jimena como si a la naturaleza no le importara la sangrienta tragedia vivida durante los tres últimos años.

Hacía unos días, a través de las ondas de Radio Nacional, el locutor Fernando Fernández de Córdoba, había leído el siguiente parte: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. El Generalísimo Franco. Burgos 1º abril de 1939.

Todavía continuaba en vigor la lnstrucción Reservada Nº1 del General Mola: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento Nacional, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.

Igualmente, en febrero de ese año (1939), se había promulgado la “Ley de Responsabilidades Políticas”. Se dictó la norma "reconociendo la necesidad de reconstrucción espiritual y material de la España Nacional" e invocando que: “se busca liquidar las culpas contraídas por quienes contribuyeron a forjar la subversión que culminó en el sangriento enfrentamiento”. Enumeraba actos y omisiones que daban lugar a la exigencia de "responsabilidades políticas" contra quienes hubieran colaborado con la República desde su inicio; también se extendía la responsabilidad sancionando a cualquiera de sus “simpatizantes”. Los actos generadores de responsabilidad política fueron ampliados para que resultaran comprendidas todas las actuaciones que, a juicio de los tribunales militares, eran merecedoras de castigo. No restringía las sanciones a quienes hubieran participado en luchas armadas, sino que los castigos se extendían a cualquier individuo que hubiera prestado su apoyo al Gobierno Republicano, incluso sin participar en hechos de armas. La ley consideraba dos períodos subversivos. El primero incluía los días de la “Revolución de Octubre” de 1934. El segundo arrancaba el 18 de julio de 1936. El primer periodo fue incluido para asegurar la represión política contra los partidos y sindicatos que apoyaron la sublevación obrera. Esto implicaba el establecimiento de castigos y penas para todos los militantes y simpatizantes de la República desde el 1 de octubre de 1934. El segundo periodo extendía la culpabilidad contra todos los españoles que hubieran servido a la República de alguna manera, sin distinción de jerarquías. Evidentemente la responsabilidad política era un “agravante” para quienes hubieran asumido mayor grado de compromiso y apoyo con el bando republicano, ya sea por ejercer altos cargos civiles o militares, o por integrarse voluntariamente a su servicio durante la guerra. La “retroactividad” era una ilegalidad de la norma. En la práctica, terminaba criminalizando a casi todos los simpatizantes de la República que no pudieron huir al exilio. La Ley establecía sanciones y penas contra los vencidos: desde la muerte, hasta largas condenas de prisión y trabajos forzados (entre diez a treinta años), con inhabilitaciones y depuraciones de los funcionarios de la Administración del Estado. (SIGUE)

Esta historia tuya, Luis aunque tenga algo de ficción me encanta. Luis Miguel Sánchez Tostado, en su libro “Los Maquis de Sierra Magina”, al igual que tu ponéis a los maquis como algo romántico. Pero no todos los que se echaron a la sierra eran maquis. A raíz de leer el referido libro, hable bastantes veces con mi padre y con Bernabé el pastor, que sabía muchas historias de la sierra. Y según contaban ellos tenias que ayudarles (a los maquis o a los otros) o te lo quitaban a la fuerza, y después la Guardia Civil tomaba represalias porque pensaban que les ayudabas al estar de parte de ellos.
En los campos de concentración no solo encerraban a republicanos. Mi tío Juan María Hernández era socialista y murió en la cárcel de Jaén, pero mi tío-suegro Ramón era Falangista y le gustaba mucho lucir su camisa azul, y era un trabajador en un sitio duro como era una cantera de yeso, pero eran sus ideas. Estuvo preso en la Catedral de Jaén de allí se escapo, combatió en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, el 8 de Mayo de 1937 ingreso preso siendo inscrito como el recluso nº 423 en el campo de concentración conocido popularmente como “del Convento” o “de los Frailes” en Totana (Murcia), después lo trasladaron al Penal de San Miguel de los Reyes (Valencia) de donde se escapo y de vuelta a Jaén lo encerraron en el Convento de Santa Clara hasta que se acabo la guerra. (Tengo documentos de lo que escribo y de su estancia en ellos) Yo he tenido tíos que han estado en uno y otro bando, por eso creo que según les allá ido te contaran su historia.

A sí es Alejandro, en primer lugar me alegra volver a verte por el foro y como bien dices y donde hay dos partes de esa historia, según quien te la cuente es suya y su razón.
Que no se vuelva a repetir es lo mejor para todos.
Un abrazo y dale recuerdos A Cristobal y a Ramón en Bedmar o en Jaén donde me consta que soléis veros alguna vez.
Mariano