LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL, NO OS ABANDONO.
AYER VEINTE AÑOS CUMPLÍ (Por Luismarín)
El francés Michel Eyquem de Montaigne fue un filósofo, escritor y político francés del siglo XVI. Son famosos sus “Ensayos” y se le considera creador de este género literario. Todas sus experiencias, cualquier cosa que le sucedía y le provocaba una reflexión o una hipótesis la trasladaba al papel. Vivía concentrado en vivir para después dar cuenta de ello. Su pensamiento vagabundo llevaba una sola dirección, la del ensayo que estaba escribiendo, porqué como él mismo decía, “quien quiere estar en todas partes no está en ninguna”. Este domingo, con la experiencia que da sumergirse en una nueva década, voy a tratar de imitarlo salvando, con humildad, toda la distancia que nos separa.
Qué más quisiera yo que mi edad pudiera reconocerse en aquella famosa canción de Mari Trini: ¡Ayer VEINTE años cumplí, la inocencia perdí y desaté el corazón…… Ayer, un pequeño rincón fue testigo de mi amor y ayer, solo ayer arranqué una flor que nadie recogió. Tampoco puedo decir que ayer TREINTA años cumplí y que todo el porvenir se alejaba de mí, que hoy no me queda rencor y que el tiempo todo lo borró y sólo me deja su adiós.
Igualmente queda muy lejos el conocido poema de Dámaso Alonso: “ ¡Veinte años tienes, hoy me dije, veinte años tienes, Luis. Y los novios pasaban por la calle, cogidos, cogiditos de la mano. Y me puse a leer un libro viejo y a escribir unos versos, donde canto el amor y la dicha de ser joven cuando hace sol y está florido el campo. Hoy me miré al espejo, y luego dije: ¡Alégrate, Luis, porque pronto vendrá la primavera, y tienes veinte años!”. ¡Qué hermoso era jugar en primavera!, cuando aún no amenazaban ni las canas ni el otoño de la vida.
Ahora, tampoco me vale lo que nos cantaba Juan Manuel Serrat: “HACE VEINTE AÑOS QUE TENÍA VEINTE AÑOS, veinte años y aun tengo fuerza y no tengo el alma muerta y me siento hervir la sangre. Hace veinte años que tengo veinte años y el corazón aun se me dispara por un instante de amor o al ver un niño llorar. Las fotografías ya amarillean.
De igual modo, solo queda en el recuerdo lo que me decían cuando cumplí los CINCUENTA: Ya no tienes que temer a las caídas en el largo y difícil camino de la vida, casi todas ya te las has dado. La gente ya no te considerará como a un hipocondriaco porque ahora estás enfermo de verdad. Con esta edad tus articulaciones pronostican el tiempo mejor que los meteorólogos. Podrás pasar de tus arrebatos sexuales pero no de tus lentes y tus pecados capitales cambiaran todos. La ropa que te compres ya nunca pasará de moda y a los amigos de tu edad tendrás que escribirle con letra bien grande porque ellos también ya no ven ni a un cura con sotana en un montón de yeso.
Sobre los años en que yo vine al mundo he rescatado un poema casi desconocido de Juan Manuel Serrat. Lo he encontrado en el prólogo de una biografía de Juanito Valderrama que escribió el periodista Antonio Burgos:
“Ahí veo a mi padre y su galvana, /abrazando a mi madre y a mi hermana/y ese soy yo. Así fuimos un día. Tengo frio. Me callo, me llevan a misa. /Como pan racionado. Años cincuenta /en que los vencedores daban cuenta/de los vencidos sin pausa y sin prisa.
En el año de mi de nacimiento pasaron muchas cosas importantes fuera y dentro de nuestra querida España, todavía tenebrosa y represiva por causa de la Dictadura Franquista. En el plano Internacional, en la URSS falleció el “sanguinario” Stalin y le sustituyó Nikita Jrushchov. En Egipto derrocaron al rey Faruk y se dio paso a la República que comandaría Gamal Abdel Nasser. También, apareció por primera vez en escena un jovencito desconocido llamado Fidel Castro que junto a un grupito de revolucionarios intentaron asaltar el cuartel Moncada del golpista Fulgencio Bautista. En nuestra Nación, en el plano político, se produjeron tres grandes acontecimiento muy bien acogidos por el Gobierno Franquista pues supusieron el inicio de la aceptación del Régimen por los Organismos Internacionales. En primer lugar, España ingresó en la UNESCO y la ONU revocó las sanciones diplomáticas impuestas a España. Seguidamente, se firmó un Convenio con EE. UU, en el que se acordó el envío de material militar y alguna ayuda económica a cambio de la cesión de los terrenos necesarios para la construcción de varias bases militares. Por último, se firmó el Concordato con la Santa Sede con sus concesiones a la Iglesia Católica. Lo concedido fue tan leonino, de tanta profundidad política que el Vaticano lo consideró como el mejor acuerdo que había firmado en toda su Historia.
La otra noche, la víspera de mi cumpleaños, soñé con un trozo de Neodimio: enormes bloques de este plateado y semi amarillento elemento. El Neodimio ocupa el número 60 de la tabla periódica. M mi sueño fue un recordatorio de que a la mañana siguiente los años que iba a cumplir también serían 60. Desde que era un niño, cuando conocí los números atómicos, para mí los elementos de la tabla periódica y los cumpleaños han estado entrelazados.
Ahora, muchas veces tengo la sensación de que la vida está a punto de empezar, para en seguida darme cuenta de que cada vez está más cerca del final. Casi siempre fui el más joven de mi clase en el Instituto y en el Colegio. He mantenido esta sensación de ser siempre el más joven, aunque ahora mismo ya estoy entre los más viejos de mis amigos. En las largas horas de mis tres pasados meses de convalecencia me asaltaron muchos recuerdos, tanto buenos como malos. La mayoría de los buenos surgían de la gratitud: gratitud por lo que me habían dado otros, y también gratitud por haber sido capaz de devolverles algo. A los 60 años me siento contento de estar vivo.
Me siento agradecido por haber experimentado muchas cosas, algunas maravillosas y otras horribles. Por haber sido capaz de escribir algunas páginas, por haber recibido innumerables apoyos de amigos, compañeros de trabajo y lectores y por presumir de mantener relaciones con tanta gente de condición muy diversa. Siento haber perdido tanto tiempo; siento que ya no soy tan angustiosamente tímido ahora a los 60 como lo era a los 20; siento no hablar bien más idiomas que mi lengua materna y no haber viajado lejos con frecuencia ni haber conocido otras culturas con más amplitud. Siento que debería estar intentando completar mi vida, signifique lo que signifique eso de “completar una vida”. Oigo de la gente aquello de: “He tenido una vida plena y ahora estoy listo para irme”. Para alguno de ellos, esto significa irse al cielo (siempre es el cielo y no el infierno). Yo no tengo ninguna fe en una existencia postmortem, más allá de la que tendré en los recuerdos de mis amigos, y en la esperanza de que algunos de mis “relatos” sigan siendo recordados con cariño por la gente, después de mi ausencia.
Ahora, las reacciones se han vuelto más lentas pero, con todo, uno se encuentra lleno de vida. Muchos de mis seres queridos se fueron hace tiempo, pero los quise y fueron importantes en mi vida. A los 60 se cierne sobre uno el espectro de la demencia o del infarto. Muchos de mis amigos y conocidos ya no están y otros muchos más se ven atrapados en existencias trágicas y con graves dolencias físicas o mentales. A los 60 las marcas de la decadencia son más que aparentes: Los nombres se te escapan con más frecuencia y hay que administrar las energías pero, con todo, uno se encuentra muchas veces pletórico, lleno de vida y nada “viejo”. Tal vez, con suerte, llegue, más o menos intacto, a cumplir algunos años más y se me conceda la libertad de amar y de trabajar, las dos cosas más importantes en mi vida.
Estoy empezando a sentir ahora, no un encogimiento, sino una ampliación de la vida y de la perspectiva mental. Uno tiene ya una larga experiencia de la vida, y no solo de la propia, sino también de la de los demás. He visto triunfos y fracasos, ascensos y declives, grandes logros y profundas decepciones. Uno es más consciente de que todo es pasajero, y también, posiblemente, más admirador de la belleza. No pienso en la vejez como en una época cada vez más penosa y que tenemos que soportar de la mejor manera posible, sino en una época de ocio y libertad, liberado de las urgencias artificiosas de días pasados, libre para explorar lo que me gusta y para unir los pensamientos y las emociones de toda una vida. Sin embargo, no tengo ganas de tener 60 años.
(SIGUE)
AYER VEINTE AÑOS CUMPLÍ (Por Luismarín)
El francés Michel Eyquem de Montaigne fue un filósofo, escritor y político francés del siglo XVI. Son famosos sus “Ensayos” y se le considera creador de este género literario. Todas sus experiencias, cualquier cosa que le sucedía y le provocaba una reflexión o una hipótesis la trasladaba al papel. Vivía concentrado en vivir para después dar cuenta de ello. Su pensamiento vagabundo llevaba una sola dirección, la del ensayo que estaba escribiendo, porqué como él mismo decía, “quien quiere estar en todas partes no está en ninguna”. Este domingo, con la experiencia que da sumergirse en una nueva década, voy a tratar de imitarlo salvando, con humildad, toda la distancia que nos separa.
Qué más quisiera yo que mi edad pudiera reconocerse en aquella famosa canción de Mari Trini: ¡Ayer VEINTE años cumplí, la inocencia perdí y desaté el corazón…… Ayer, un pequeño rincón fue testigo de mi amor y ayer, solo ayer arranqué una flor que nadie recogió. Tampoco puedo decir que ayer TREINTA años cumplí y que todo el porvenir se alejaba de mí, que hoy no me queda rencor y que el tiempo todo lo borró y sólo me deja su adiós.
Igualmente queda muy lejos el conocido poema de Dámaso Alonso: “ ¡Veinte años tienes, hoy me dije, veinte años tienes, Luis. Y los novios pasaban por la calle, cogidos, cogiditos de la mano. Y me puse a leer un libro viejo y a escribir unos versos, donde canto el amor y la dicha de ser joven cuando hace sol y está florido el campo. Hoy me miré al espejo, y luego dije: ¡Alégrate, Luis, porque pronto vendrá la primavera, y tienes veinte años!”. ¡Qué hermoso era jugar en primavera!, cuando aún no amenazaban ni las canas ni el otoño de la vida.
Ahora, tampoco me vale lo que nos cantaba Juan Manuel Serrat: “HACE VEINTE AÑOS QUE TENÍA VEINTE AÑOS, veinte años y aun tengo fuerza y no tengo el alma muerta y me siento hervir la sangre. Hace veinte años que tengo veinte años y el corazón aun se me dispara por un instante de amor o al ver un niño llorar. Las fotografías ya amarillean.
De igual modo, solo queda en el recuerdo lo que me decían cuando cumplí los CINCUENTA: Ya no tienes que temer a las caídas en el largo y difícil camino de la vida, casi todas ya te las has dado. La gente ya no te considerará como a un hipocondriaco porque ahora estás enfermo de verdad. Con esta edad tus articulaciones pronostican el tiempo mejor que los meteorólogos. Podrás pasar de tus arrebatos sexuales pero no de tus lentes y tus pecados capitales cambiaran todos. La ropa que te compres ya nunca pasará de moda y a los amigos de tu edad tendrás que escribirle con letra bien grande porque ellos también ya no ven ni a un cura con sotana en un montón de yeso.
Sobre los años en que yo vine al mundo he rescatado un poema casi desconocido de Juan Manuel Serrat. Lo he encontrado en el prólogo de una biografía de Juanito Valderrama que escribió el periodista Antonio Burgos:
“Ahí veo a mi padre y su galvana, /abrazando a mi madre y a mi hermana/y ese soy yo. Así fuimos un día. Tengo frio. Me callo, me llevan a misa. /Como pan racionado. Años cincuenta /en que los vencedores daban cuenta/de los vencidos sin pausa y sin prisa.
En el año de mi de nacimiento pasaron muchas cosas importantes fuera y dentro de nuestra querida España, todavía tenebrosa y represiva por causa de la Dictadura Franquista. En el plano Internacional, en la URSS falleció el “sanguinario” Stalin y le sustituyó Nikita Jrushchov. En Egipto derrocaron al rey Faruk y se dio paso a la República que comandaría Gamal Abdel Nasser. También, apareció por primera vez en escena un jovencito desconocido llamado Fidel Castro que junto a un grupito de revolucionarios intentaron asaltar el cuartel Moncada del golpista Fulgencio Bautista. En nuestra Nación, en el plano político, se produjeron tres grandes acontecimiento muy bien acogidos por el Gobierno Franquista pues supusieron el inicio de la aceptación del Régimen por los Organismos Internacionales. En primer lugar, España ingresó en la UNESCO y la ONU revocó las sanciones diplomáticas impuestas a España. Seguidamente, se firmó un Convenio con EE. UU, en el que se acordó el envío de material militar y alguna ayuda económica a cambio de la cesión de los terrenos necesarios para la construcción de varias bases militares. Por último, se firmó el Concordato con la Santa Sede con sus concesiones a la Iglesia Católica. Lo concedido fue tan leonino, de tanta profundidad política que el Vaticano lo consideró como el mejor acuerdo que había firmado en toda su Historia.
La otra noche, la víspera de mi cumpleaños, soñé con un trozo de Neodimio: enormes bloques de este plateado y semi amarillento elemento. El Neodimio ocupa el número 60 de la tabla periódica. M mi sueño fue un recordatorio de que a la mañana siguiente los años que iba a cumplir también serían 60. Desde que era un niño, cuando conocí los números atómicos, para mí los elementos de la tabla periódica y los cumpleaños han estado entrelazados.
Ahora, muchas veces tengo la sensación de que la vida está a punto de empezar, para en seguida darme cuenta de que cada vez está más cerca del final. Casi siempre fui el más joven de mi clase en el Instituto y en el Colegio. He mantenido esta sensación de ser siempre el más joven, aunque ahora mismo ya estoy entre los más viejos de mis amigos. En las largas horas de mis tres pasados meses de convalecencia me asaltaron muchos recuerdos, tanto buenos como malos. La mayoría de los buenos surgían de la gratitud: gratitud por lo que me habían dado otros, y también gratitud por haber sido capaz de devolverles algo. A los 60 años me siento contento de estar vivo.
Me siento agradecido por haber experimentado muchas cosas, algunas maravillosas y otras horribles. Por haber sido capaz de escribir algunas páginas, por haber recibido innumerables apoyos de amigos, compañeros de trabajo y lectores y por presumir de mantener relaciones con tanta gente de condición muy diversa. Siento haber perdido tanto tiempo; siento que ya no soy tan angustiosamente tímido ahora a los 60 como lo era a los 20; siento no hablar bien más idiomas que mi lengua materna y no haber viajado lejos con frecuencia ni haber conocido otras culturas con más amplitud. Siento que debería estar intentando completar mi vida, signifique lo que signifique eso de “completar una vida”. Oigo de la gente aquello de: “He tenido una vida plena y ahora estoy listo para irme”. Para alguno de ellos, esto significa irse al cielo (siempre es el cielo y no el infierno). Yo no tengo ninguna fe en una existencia postmortem, más allá de la que tendré en los recuerdos de mis amigos, y en la esperanza de que algunos de mis “relatos” sigan siendo recordados con cariño por la gente, después de mi ausencia.
Ahora, las reacciones se han vuelto más lentas pero, con todo, uno se encuentra lleno de vida. Muchos de mis seres queridos se fueron hace tiempo, pero los quise y fueron importantes en mi vida. A los 60 se cierne sobre uno el espectro de la demencia o del infarto. Muchos de mis amigos y conocidos ya no están y otros muchos más se ven atrapados en existencias trágicas y con graves dolencias físicas o mentales. A los 60 las marcas de la decadencia son más que aparentes: Los nombres se te escapan con más frecuencia y hay que administrar las energías pero, con todo, uno se encuentra muchas veces pletórico, lleno de vida y nada “viejo”. Tal vez, con suerte, llegue, más o menos intacto, a cumplir algunos años más y se me conceda la libertad de amar y de trabajar, las dos cosas más importantes en mi vida.
Estoy empezando a sentir ahora, no un encogimiento, sino una ampliación de la vida y de la perspectiva mental. Uno tiene ya una larga experiencia de la vida, y no solo de la propia, sino también de la de los demás. He visto triunfos y fracasos, ascensos y declives, grandes logros y profundas decepciones. Uno es más consciente de que todo es pasajero, y también, posiblemente, más admirador de la belleza. No pienso en la vejez como en una época cada vez más penosa y que tenemos que soportar de la mejor manera posible, sino en una época de ocio y libertad, liberado de las urgencias artificiosas de días pasados, libre para explorar lo que me gusta y para unir los pensamientos y las emociones de toda una vida. Sin embargo, no tengo ganas de tener 60 años.
(SIGUE)