(CONTINUACIÓN)
A Benavente llegamos con el tiempo de antelación suficiente para dar un corto paseo por lo más emblemático de la Capital de la Comarca “Benavente y los Valles”. Cuenta con 20 mil habitantes (suma 40 mil con los 55 municipios que forman la Comarca) y la cruza el río Órbigo. Nos dio tiempo de ver, desde fuera, la Iglesia de Sta. María de Azogue, la de San Juan del Mercado, la Plaza Mayor y el Parador Nacional emplazado en la Torre del Caracol o Castillo de la Mota de Benavente. Desde finales del Siglo XIV Juan Alonso Pimentel sería tronco de una gran dinastía nobiliaria de Condes y Duques: los Pimenteles (con la Casa de Austria llegaron a ser Virreyes en Ultramar y Nápoles). Duró la casa del Conde-Duque de Benavente hasta el siglo XIX en que fue absorbida matrimonialmente por la Casa de Osuna. La ciudad llegó a tener un valioso Patrimonio Artístico con 2 Castillos, varias Casas-Fuertes, 6 Monasterios, 18 Iglesias y un gran y amplio recinto amurallado con varias torres y 6 Puertas. La Mesa Redonda registró una buena asistencia de público y también participaron representantes sindicales, de la patronal y de las autoridades de la Provincia. La discrepancia de opiniones fue lo más destacado. A la salida me estaban esperando mis amigos que habían aprovechado para hacer las compras necesarias para la “Intendencia”. Salimos para Calzada.
Al poco de salir de Benavente, ya con las primeras choperas brillando en la oscuridad bajo la luz de los faros, al pasar por Colinas de Transmonte, Raquel me recordó que, en agosto de 1976, en el tramo urbano del pueblo, la cantautora Cecilia, perdió la vida (con 27 años de edad) al chocar su Seat 124 contra un carro tirado por bueyes. En el lugar del siniestro florece permanentemente un Ramito de Violetas.
“En los chopos lejanos del camino, \ parecen humear las yertas ramas \ como un glauco vapor –las nuevas hojas- \ y en las quiebras de valles y barrancas \ blanquean los zarzales florecidos \ y brotan las violetas perfumadas”.
(A. Machado)
Antes de llegar a Calzada de Tera a la hora prevista para cenar, Raquel y Antolín decidieron parar en un pueblo a orillas de la Nacional VI: Vecilla de Trasmonte. Me querían invitar a cenar en un Restaurante llamado “La Solana”. Su peculiaridad es que está instalado en una de las construcciones típicas de la zona: las “bodegas”. Son cuevas artificiales laboriosamente excavadas en la tierra arcillosa de las pequeñas colinas existentes en esta comarca zamorana. Descienden, desde la superficie, a entre 8 y 15 metros de profundidad. Horadadas con útiles muy rudimentarios y de forma manual, poseen forma acañonada. Habitualmente, se utilizan piedras del propio terreno para construir las fachadas, fortalecer las paredes y protegerlas de las inclemencias del tiempo. Se accede a ellas a través de una única, larga y estrecha entrada, previamente horadada en el terreno. La Solana consta de dos niveles subterráneos y a la vez tiene instalado, en el sótano más profundo, un pequeño Museo de los utensilios necesarios para la elaboración del mosto del terreno. Destacaban una gran “prensa de viga” para pisar la uva (una similar se puede ver en el Museo del Olivo del Puente del Obispo, cerca de Baeza) y una colección de cubas de diversos tamaños y maderas. El vino servido en la cena, en una rojiza jarra de cerámica, era de la zona, y, así como el pan, de elaboración propia. El plato estrella de la noche fue una cazuela de exquisitas “ancas de rana”. El colofón fue un postre para relamerse: una dulcísima tarta de cuajada de leche de oveja zamorana y para hacer bien la digestión, unos “chupitos” de un ardiente orujo procedente de la cercana frontera Orensana. Como detalle final, he de hacer constar, que toda la inmensa bodega y sus numerosas mesas, estaba completamente vacía, nosotros tres éramos los únicos clientes. Algunos dicen que se ve la luz al final del túnel: la dueña del restaurante no opinaba lo mismo.
Tres detalles arrastraron mis pensamientos a otros tantos recuerdos de Jimena. El nombre de La Solana me remitió a la “Taberna de Lorenzo Ramirón” y a sus “jaulas metálicas” del vino Pérez Marín procedentes de la población manchega de idéntico nombre: La Solana. El camión de Andrés Varillas, con Andrés en la conducción y el mismo Lorenzo (también mi padre algunas veces), de copilotos, nos podría contar innumerables aventuras de los viajes a esas bodegas de tanto predicamento en nuestro pueblo.
Las cubas de vino eran idénticas a aquellas que, desde la Plaza, "La Cordelara", echaba a por los escalones de la Iglesia, para instalarlas en la "Tienda de la Viuda de Melchor Marín" (Mi "Titi" Isabel). La dificultad de la bajada de los empinados escalones, era solventada con la ayuda de un par de viejas cubiertas de automóvil, gracias a ellas, el peso de la cuba era amortiguado en su “anhelado” descendimiento por la pina escalinata.
Las ancas de rana debían de proceder de los batracios instalados en las cercanas choperas de las orillas del río Tera. En mi infancia, numerosas noches acompañé a los componentes de la “cuadrilla” de mi padre a la chopera del río Garciéz. Mateo Ruíz y Juanito “Cusino” atendían con sus “escopetillas de plomos” a los pájaros durmientes posados en las ramas de los chopos. Ezequiel “El de la Cusina” y mi padre, se ocupaban de los “croantes” habitantes en los cañaverales y juncales de las orillas del, por entonces, caudaloso río. Sus instrumentos de caza eran un “carburo” y la suela de una “alpargata”. Los resultados de cada “razzia” eran siempre, más o menos los mismos: un saco de pajarillos y un saco de ranas.
En el trayecto de la bodega a la casa de Calzada de Tera, tuvimos dos acompañantes: la luna, que al día siguiente llegaba a su plenitud y el “Satélite Inmóvil” que nos vigila, y espía, a todos los atribulados súbditos del omnipresente “Gran Hermano”.
La noche ya no dio para más, la confortable cama se ocuparía de que nuestro cuerpo amaneciera dispuesto para un suculento desayuno y la preparación del viaje hacia el “Lago de Sanabria”.
Saludos y hasta la segunda parte,
PD: llevo cuatro fines de semana fuera de mi “mandala” madrileño. En estas condiciones, es difícil escribir las 10 mil letras que te admite cada envío al Foro. En Jimena, la agenda (afortunadamente) continúa siendo agotadora, solo he podido completar la narración del primer día del viaje a “La Sanabria”. Tengo el borrador del sábado y el domingo entre bastidores, en cuanto tenga listo el texto definitivo lo someteré a vuestra aprobación.
A Benavente llegamos con el tiempo de antelación suficiente para dar un corto paseo por lo más emblemático de la Capital de la Comarca “Benavente y los Valles”. Cuenta con 20 mil habitantes (suma 40 mil con los 55 municipios que forman la Comarca) y la cruza el río Órbigo. Nos dio tiempo de ver, desde fuera, la Iglesia de Sta. María de Azogue, la de San Juan del Mercado, la Plaza Mayor y el Parador Nacional emplazado en la Torre del Caracol o Castillo de la Mota de Benavente. Desde finales del Siglo XIV Juan Alonso Pimentel sería tronco de una gran dinastía nobiliaria de Condes y Duques: los Pimenteles (con la Casa de Austria llegaron a ser Virreyes en Ultramar y Nápoles). Duró la casa del Conde-Duque de Benavente hasta el siglo XIX en que fue absorbida matrimonialmente por la Casa de Osuna. La ciudad llegó a tener un valioso Patrimonio Artístico con 2 Castillos, varias Casas-Fuertes, 6 Monasterios, 18 Iglesias y un gran y amplio recinto amurallado con varias torres y 6 Puertas. La Mesa Redonda registró una buena asistencia de público y también participaron representantes sindicales, de la patronal y de las autoridades de la Provincia. La discrepancia de opiniones fue lo más destacado. A la salida me estaban esperando mis amigos que habían aprovechado para hacer las compras necesarias para la “Intendencia”. Salimos para Calzada.
Al poco de salir de Benavente, ya con las primeras choperas brillando en la oscuridad bajo la luz de los faros, al pasar por Colinas de Transmonte, Raquel me recordó que, en agosto de 1976, en el tramo urbano del pueblo, la cantautora Cecilia, perdió la vida (con 27 años de edad) al chocar su Seat 124 contra un carro tirado por bueyes. En el lugar del siniestro florece permanentemente un Ramito de Violetas.
“En los chopos lejanos del camino, \ parecen humear las yertas ramas \ como un glauco vapor –las nuevas hojas- \ y en las quiebras de valles y barrancas \ blanquean los zarzales florecidos \ y brotan las violetas perfumadas”.
(A. Machado)
Antes de llegar a Calzada de Tera a la hora prevista para cenar, Raquel y Antolín decidieron parar en un pueblo a orillas de la Nacional VI: Vecilla de Trasmonte. Me querían invitar a cenar en un Restaurante llamado “La Solana”. Su peculiaridad es que está instalado en una de las construcciones típicas de la zona: las “bodegas”. Son cuevas artificiales laboriosamente excavadas en la tierra arcillosa de las pequeñas colinas existentes en esta comarca zamorana. Descienden, desde la superficie, a entre 8 y 15 metros de profundidad. Horadadas con útiles muy rudimentarios y de forma manual, poseen forma acañonada. Habitualmente, se utilizan piedras del propio terreno para construir las fachadas, fortalecer las paredes y protegerlas de las inclemencias del tiempo. Se accede a ellas a través de una única, larga y estrecha entrada, previamente horadada en el terreno. La Solana consta de dos niveles subterráneos y a la vez tiene instalado, en el sótano más profundo, un pequeño Museo de los utensilios necesarios para la elaboración del mosto del terreno. Destacaban una gran “prensa de viga” para pisar la uva (una similar se puede ver en el Museo del Olivo del Puente del Obispo, cerca de Baeza) y una colección de cubas de diversos tamaños y maderas. El vino servido en la cena, en una rojiza jarra de cerámica, era de la zona, y, así como el pan, de elaboración propia. El plato estrella de la noche fue una cazuela de exquisitas “ancas de rana”. El colofón fue un postre para relamerse: una dulcísima tarta de cuajada de leche de oveja zamorana y para hacer bien la digestión, unos “chupitos” de un ardiente orujo procedente de la cercana frontera Orensana. Como detalle final, he de hacer constar, que toda la inmensa bodega y sus numerosas mesas, estaba completamente vacía, nosotros tres éramos los únicos clientes. Algunos dicen que se ve la luz al final del túnel: la dueña del restaurante no opinaba lo mismo.
Tres detalles arrastraron mis pensamientos a otros tantos recuerdos de Jimena. El nombre de La Solana me remitió a la “Taberna de Lorenzo Ramirón” y a sus “jaulas metálicas” del vino Pérez Marín procedentes de la población manchega de idéntico nombre: La Solana. El camión de Andrés Varillas, con Andrés en la conducción y el mismo Lorenzo (también mi padre algunas veces), de copilotos, nos podría contar innumerables aventuras de los viajes a esas bodegas de tanto predicamento en nuestro pueblo.
Las cubas de vino eran idénticas a aquellas que, desde la Plaza, "La Cordelara", echaba a por los escalones de la Iglesia, para instalarlas en la "Tienda de la Viuda de Melchor Marín" (Mi "Titi" Isabel). La dificultad de la bajada de los empinados escalones, era solventada con la ayuda de un par de viejas cubiertas de automóvil, gracias a ellas, el peso de la cuba era amortiguado en su “anhelado” descendimiento por la pina escalinata.
Las ancas de rana debían de proceder de los batracios instalados en las cercanas choperas de las orillas del río Tera. En mi infancia, numerosas noches acompañé a los componentes de la “cuadrilla” de mi padre a la chopera del río Garciéz. Mateo Ruíz y Juanito “Cusino” atendían con sus “escopetillas de plomos” a los pájaros durmientes posados en las ramas de los chopos. Ezequiel “El de la Cusina” y mi padre, se ocupaban de los “croantes” habitantes en los cañaverales y juncales de las orillas del, por entonces, caudaloso río. Sus instrumentos de caza eran un “carburo” y la suela de una “alpargata”. Los resultados de cada “razzia” eran siempre, más o menos los mismos: un saco de pajarillos y un saco de ranas.
En el trayecto de la bodega a la casa de Calzada de Tera, tuvimos dos acompañantes: la luna, que al día siguiente llegaba a su plenitud y el “Satélite Inmóvil” que nos vigila, y espía, a todos los atribulados súbditos del omnipresente “Gran Hermano”.
La noche ya no dio para más, la confortable cama se ocuparía de que nuestro cuerpo amaneciera dispuesto para un suculento desayuno y la preparación del viaje hacia el “Lago de Sanabria”.
Saludos y hasta la segunda parte,
PD: llevo cuatro fines de semana fuera de mi “mandala” madrileño. En estas condiciones, es difícil escribir las 10 mil letras que te admite cada envío al Foro. En Jimena, la agenda (afortunadamente) continúa siendo agotadora, solo he podido completar la narración del primer día del viaje a “La Sanabria”. Tengo el borrador del sábado y el domingo entre bastidores, en cuanto tenga listo el texto definitivo lo someteré a vuestra aprobación.
Muy interesante tu viaje!
P. D. No sabía que se pueden consumir,
ancas de rana, en Alemania, la rana,
es una especie protegida...
Un saludo.
P. D. No sabía que se pueden consumir,
ancas de rana, en Alemania, la rana,
es una especie protegida...
Un saludo.