(CONTINUACIÓN 3)
El Metropolitano se reinauguró en la jornada 20 de la Liga con un partido frente al eterno rival del Real Madrid venciendo el equipo local por 2-1. Durante los años 40, el Metropolitano se reformó con una serie de obras. En 1950, ya con el nombre de Atlético de Madrid, el club adquirió en propiedad el Estadio por once millones ochocientas mil pesetas. El Patronato Nuestra Señora de Loreto (del Mº del Aire) dio muchas facilidades al club rojiblanco en el pago toda vez que el Atlético abonó 3 millones de entrada y 870.000 pesetas cada año hasta completar el precio global. Después de tanto años de alquiler y dando tumbos entre varios campos, el Atlético contaba con un estadio propio de la calidad del Metropolitano. Esta compra resultó determinante en el devenir económico de la entidad. Durante la presidencia del Marqués de La Florida se acometió una nueva reforma del Metropolitano. El 19 de septiembre de 1954, en la 2ª jornada de Liga, el At. Madrid empató a dos goles ante el Málaga en el reformado Estadio. En este choque se inauguraron los nuevos graderíos culminando la primera fase de ampliación y reforma del Estadio. Las obras se realizaron en un tiempo récord: del 23 de mayo al 18 de septiembre. El nivel del terreno de juego se rebajó cuatro metros y medio, se plantó un nuevo césped, se construyó un flamante graderío en torno al terreno de juego con doce filas de asiento y se elevó la tribuna lateral de los socios. En la segunda etapa de la reforma, entre 1954-1956, se construyó un graderío superior en la tribuna de lateral de los socios y un nuevo fondo. Ya se superaban los 60.000 espectadores. En septiembre de 1958, la Asamblea General de Socios aprobó la construcción de un nuevo campo del At. Madrid en la Ribera del Manzanares. En 1963, el club rojiblanco vendió por unos 100 millones de pesetas el Estadio del Metropolitano a la Financiera Inmobiliaria Internacional y a dos empresas más. Pese a ello, el Atlético siguió jugando en el Metropolitano hasta que se concluyeron las obras del Manzanares. Le costó trabajo negociar varias prórrogas debido a los retrasos en las obras del Manzanares; incluso se inauguró el Manzanares sin estar completamente concluido. El 18 de mayo de 1966, comenzó la demolición del Estadio del Metropolitano para la construcción de diversos edificios por parte de la propietaria de los terrenos, la inmobiliaria Vista Hermosa. Hoy en día, el lugar donde se levantaba el Metropolitano se halla ubicado entre el Paseo de Juan XXIII, las calles Beatriz de Bobadilla, Santiago Rusiñol y la Avda. de la Moncloa. Una vez que en 1966 el Atlético de Madrid consumó el traslado a su nuevo estadio junto al río Manzanares, el Metropolitano fue demolido y sustituido por edificios de viviendas y oficinas. La antigua ubicación del Estadio tiene la silueta del escudo del Atlético de Madrid si se ve en un mapa o desde el aire. A partir de entonces, el At. Madrid comenzó a ganarse el título de “El Pupas” (sobre todo desde el funesto día de mayo de 1974 cuando perdió la Copa de Europa ante el Bayern de Munich con aquel increíble gol del central Schwarzenbek a falta de 30 segundos para el final), a sus “hinchas” se le cambio el apodo de “colchoneros” por el de “indios”, pues, no en vano, iban pintarrajeados de rojo, vivían acampados a la orilla de un rio y tenían como Jefe a un tal Santos Obejero, conocido como “El Cacique del Área".
De los archivos de un conocido periódico deportivo, uno de sus redactores entresacó una crónica-resumen sobre este tema y la publicó hace unos meses en el diario nacional de máxima tirada. Se centraba en el último partido que el Atlético de Madrid jugó en el Estadio del Metropolitano. Corregida con algún retoque personal y aligerada su extensión la crónica ha quedado así:
Fue el sábado 7 de mayo de 1966 cuando el Athletic de Bilbao visitó al Atlético de Madrid con motivo de celebrar el partido de ida de los Cuartos de Final de la Copa del Generalísimo. Se decía en esos años que la Copa era una competición cuya final la jugaban el Athletic de Bilbao y otro, y que generalmente la ganaba el Athletic. Se le conocía como “El Rey de Copas”. Transcurrían los años de explosión del Seat 600 y de las primeras salidas a la sierra, con mantel y tortilla, o al pueblo, o al chalecito, los más acomodados. Se va a jugar, todavía, en el Metropolitano, aunque ya están vendidos los terrenos y avanzan rápidas las obras del Nuevo Estadio del Manzanares (posteriormente pasaría a llamarse Vicente Calderón). Se había convocado para ese día un acto en el Hotel Palace, en el que el presidente del Atlético, Vicente Calderón, entregaría las llaves del campo al Consejero Delegado del nuevo propietario, la Inmobiliaria Vista Hermosa. En el hotel, los atléticos recibieron una sorpresa al anunciarles que se les prorrogaba el derecho de uso del campo hasta el final de temporada. Aquello fue saludado con entusiasmo. A los atléticos no les hubiera hecho la menor gracia jugar la Copa en el Bernabéu, donde hubieran tenido que admitir la presencia de los socios madridistas en sus partidos, condición que imponía el Madrid para prestarles el campo. Así que el At. Madrid pudo jugar la Copa en el Metropolitano.
Se acababa la vida del viejo Stadium construido por los Otamendi para que lo compartieran los cinco equipos fuertes de la capital en esos días: Madrid, Atlético, Racing, Gimnástica y Unión Sport. Les cobrarían un alquiler (el propietario era, claro, la Compañía Metropolitana) y se suponía que el tirón del fútbol daría más desarrollo a la zona y, de paso, más viajeros al metro. Funcionó en su diseño general, pero el Madrid se desmarcó. Prefirió partir peras aparte, tener su propio campo, primero el velódromo de Ciudad Lineal, pronto el viejo Chamartín. Al Stadium fueron los otros cuatro y con los años y el profesionalismo, sólo quedó en pie el Atlético. Así, que en la práctica el Metropolitano (como popularmente quedó denominado), quedó para su uso exclusivo. El campo, situado al final de Reina Victoria, a la derecha, a 900 metros de la estación de metro de Cuatro Caminos, se edificó aprovechando una hondonada natural, un fondo era enorme y el de enfrente muy pequeño, con un chalet en la esquina que hacía de oficina, almacén y vestuarios. Los jugadores salían por allí. Visto desde la grada grande, a la derecha había otra zona, de altura media, para los socios del Atlético, motejada por los madridistas de la grada como “La Jaula”. A la izquierda, la tribuna principal, cubierta en su parte alta, con el techo sostenido por columnas. Estaba dividido en dos zonas: la más baja, descubierta, y la más alta, separadas por un pasillo bastante ancho, de unos diez metros, por el que se circulaba, paseaba y charlaba antes del partido y en el descanso. A esa zona se la llamaba “El Paseo”. Para los sesenta, el campo estaba muy envejecido. Le faltaban, sobre todo, localidades de asiento. Además, el tirón que concibieron los Otamendi se había producido, en efecto, y la zona estaba muy revalorizada. Aquellas dos hectáreas pedían ya torres de viviendas.
Pero volvamos a los cuartos de final de Copa de la temporada 65-66, con el Atlético como vigente campeón de Liga y la visita del Athletic de Bilbao. El partido de ida se celebraría el ya citado 7 de mayo. El Metropolitano está “abarrotado” y a las nueve menos cuarto de la noche saltan al Metropolitano los dos equipos con las siguientes alineaciones:
Atlètico de Madrid: Madinabeytia; Colo, Griffa, Rivilla; Glaría, Jayo; Ufarte, Cardona, Mendoza, Víctor y Collar.
Athletic de Bilbao: Iríbar; Zorriqueta, Echeberría, Orúe; Larrauri, Uriarte; Arieta II, Aguirre, Ormaza, Argoitia y Lavín.
El árbitro fue el extremeño Sánchez Ibáñez y aunque el partido iba a suponer el cierre del Metropolitano nadie se acordaba de ese trascendental detalle, ni la prensa ni los hinchas madrileños. Las pasiones del fútbol son demasiado inmediatas cuando echa a rodar el balón. Además, era partido de ida y quedaba el de vuelta en San Mamés. Ganó el Atlético, 1-0, con gol del hondureño Cardona (los bilbaínos pidieron mano, pero el gol valió).
En medio de la semana posterior, el Madrid ye-yé (Araquistain; Pachín, De Felipe, Sanchís; Pirri, Zoco: Serena, Amancio, Grosso Velázquez y Gento) ganó la sexta Copa de Europa al Partizán de Belgrado con goles de Serena y Amancio y el domingo, en la Feria de San Isidro, en Las Ventas, el diestro “Antoñete”, le hizo una faena inolvidable a “Atrevido”, aquel toro blanco de Osborne. No había tiempo para reflexiones sobre el ocaso final del Metropolitano. El domingo 15 de mayo, el Atlético devuelve visita en Bilbao. Ese mismo día, a media tarde, la ciudad recibe a la Vuelta a España, en la edición que encumbraría a Gabica. Un poco más tarde, el Athletic gana 2-0 (con prórroga incluida) y pasa a la semifinal. Para el Atlético ya no hay Copa, hay vacaciones. Y ya no habrá Metropolitano.
El miércoles siguiente entró la piqueta en el viejo y querido campo. La iluminación es desmontada y la aprovechará el Jaén durante unos años, en su Campo de La Victoria. La estrenará precisamente en un amistoso contra el Atlético de Madrid. Los vecinos que ahora viven en las manzanas que ocupaba el mítico Stadium Metropolitano, duermen sobre “lugar” sagrado. Ahí ganó España 4-3 a Inglaterra, un 15 de mayo de 1929, cuando a los inventores del fútbol no había sido aún capaz de ganarles nadie. Ahí jugó el Atlético durante 40 años. Aquel campo exhaló su último suspiro en un partido bronco y copero, entre el Atlético y su club matriz, el Athletic. La pequeña Plaza Ciudad de Viena, situada entre torres, está sobre el puro campo de juego. Y está pidiendo una placa que recuerde lo que hubo allí.
(CONTINÚA)
El Metropolitano se reinauguró en la jornada 20 de la Liga con un partido frente al eterno rival del Real Madrid venciendo el equipo local por 2-1. Durante los años 40, el Metropolitano se reformó con una serie de obras. En 1950, ya con el nombre de Atlético de Madrid, el club adquirió en propiedad el Estadio por once millones ochocientas mil pesetas. El Patronato Nuestra Señora de Loreto (del Mº del Aire) dio muchas facilidades al club rojiblanco en el pago toda vez que el Atlético abonó 3 millones de entrada y 870.000 pesetas cada año hasta completar el precio global. Después de tanto años de alquiler y dando tumbos entre varios campos, el Atlético contaba con un estadio propio de la calidad del Metropolitano. Esta compra resultó determinante en el devenir económico de la entidad. Durante la presidencia del Marqués de La Florida se acometió una nueva reforma del Metropolitano. El 19 de septiembre de 1954, en la 2ª jornada de Liga, el At. Madrid empató a dos goles ante el Málaga en el reformado Estadio. En este choque se inauguraron los nuevos graderíos culminando la primera fase de ampliación y reforma del Estadio. Las obras se realizaron en un tiempo récord: del 23 de mayo al 18 de septiembre. El nivel del terreno de juego se rebajó cuatro metros y medio, se plantó un nuevo césped, se construyó un flamante graderío en torno al terreno de juego con doce filas de asiento y se elevó la tribuna lateral de los socios. En la segunda etapa de la reforma, entre 1954-1956, se construyó un graderío superior en la tribuna de lateral de los socios y un nuevo fondo. Ya se superaban los 60.000 espectadores. En septiembre de 1958, la Asamblea General de Socios aprobó la construcción de un nuevo campo del At. Madrid en la Ribera del Manzanares. En 1963, el club rojiblanco vendió por unos 100 millones de pesetas el Estadio del Metropolitano a la Financiera Inmobiliaria Internacional y a dos empresas más. Pese a ello, el Atlético siguió jugando en el Metropolitano hasta que se concluyeron las obras del Manzanares. Le costó trabajo negociar varias prórrogas debido a los retrasos en las obras del Manzanares; incluso se inauguró el Manzanares sin estar completamente concluido. El 18 de mayo de 1966, comenzó la demolición del Estadio del Metropolitano para la construcción de diversos edificios por parte de la propietaria de los terrenos, la inmobiliaria Vista Hermosa. Hoy en día, el lugar donde se levantaba el Metropolitano se halla ubicado entre el Paseo de Juan XXIII, las calles Beatriz de Bobadilla, Santiago Rusiñol y la Avda. de la Moncloa. Una vez que en 1966 el Atlético de Madrid consumó el traslado a su nuevo estadio junto al río Manzanares, el Metropolitano fue demolido y sustituido por edificios de viviendas y oficinas. La antigua ubicación del Estadio tiene la silueta del escudo del Atlético de Madrid si se ve en un mapa o desde el aire. A partir de entonces, el At. Madrid comenzó a ganarse el título de “El Pupas” (sobre todo desde el funesto día de mayo de 1974 cuando perdió la Copa de Europa ante el Bayern de Munich con aquel increíble gol del central Schwarzenbek a falta de 30 segundos para el final), a sus “hinchas” se le cambio el apodo de “colchoneros” por el de “indios”, pues, no en vano, iban pintarrajeados de rojo, vivían acampados a la orilla de un rio y tenían como Jefe a un tal Santos Obejero, conocido como “El Cacique del Área".
De los archivos de un conocido periódico deportivo, uno de sus redactores entresacó una crónica-resumen sobre este tema y la publicó hace unos meses en el diario nacional de máxima tirada. Se centraba en el último partido que el Atlético de Madrid jugó en el Estadio del Metropolitano. Corregida con algún retoque personal y aligerada su extensión la crónica ha quedado así:
Fue el sábado 7 de mayo de 1966 cuando el Athletic de Bilbao visitó al Atlético de Madrid con motivo de celebrar el partido de ida de los Cuartos de Final de la Copa del Generalísimo. Se decía en esos años que la Copa era una competición cuya final la jugaban el Athletic de Bilbao y otro, y que generalmente la ganaba el Athletic. Se le conocía como “El Rey de Copas”. Transcurrían los años de explosión del Seat 600 y de las primeras salidas a la sierra, con mantel y tortilla, o al pueblo, o al chalecito, los más acomodados. Se va a jugar, todavía, en el Metropolitano, aunque ya están vendidos los terrenos y avanzan rápidas las obras del Nuevo Estadio del Manzanares (posteriormente pasaría a llamarse Vicente Calderón). Se había convocado para ese día un acto en el Hotel Palace, en el que el presidente del Atlético, Vicente Calderón, entregaría las llaves del campo al Consejero Delegado del nuevo propietario, la Inmobiliaria Vista Hermosa. En el hotel, los atléticos recibieron una sorpresa al anunciarles que se les prorrogaba el derecho de uso del campo hasta el final de temporada. Aquello fue saludado con entusiasmo. A los atléticos no les hubiera hecho la menor gracia jugar la Copa en el Bernabéu, donde hubieran tenido que admitir la presencia de los socios madridistas en sus partidos, condición que imponía el Madrid para prestarles el campo. Así que el At. Madrid pudo jugar la Copa en el Metropolitano.
Se acababa la vida del viejo Stadium construido por los Otamendi para que lo compartieran los cinco equipos fuertes de la capital en esos días: Madrid, Atlético, Racing, Gimnástica y Unión Sport. Les cobrarían un alquiler (el propietario era, claro, la Compañía Metropolitana) y se suponía que el tirón del fútbol daría más desarrollo a la zona y, de paso, más viajeros al metro. Funcionó en su diseño general, pero el Madrid se desmarcó. Prefirió partir peras aparte, tener su propio campo, primero el velódromo de Ciudad Lineal, pronto el viejo Chamartín. Al Stadium fueron los otros cuatro y con los años y el profesionalismo, sólo quedó en pie el Atlético. Así, que en la práctica el Metropolitano (como popularmente quedó denominado), quedó para su uso exclusivo. El campo, situado al final de Reina Victoria, a la derecha, a 900 metros de la estación de metro de Cuatro Caminos, se edificó aprovechando una hondonada natural, un fondo era enorme y el de enfrente muy pequeño, con un chalet en la esquina que hacía de oficina, almacén y vestuarios. Los jugadores salían por allí. Visto desde la grada grande, a la derecha había otra zona, de altura media, para los socios del Atlético, motejada por los madridistas de la grada como “La Jaula”. A la izquierda, la tribuna principal, cubierta en su parte alta, con el techo sostenido por columnas. Estaba dividido en dos zonas: la más baja, descubierta, y la más alta, separadas por un pasillo bastante ancho, de unos diez metros, por el que se circulaba, paseaba y charlaba antes del partido y en el descanso. A esa zona se la llamaba “El Paseo”. Para los sesenta, el campo estaba muy envejecido. Le faltaban, sobre todo, localidades de asiento. Además, el tirón que concibieron los Otamendi se había producido, en efecto, y la zona estaba muy revalorizada. Aquellas dos hectáreas pedían ya torres de viviendas.
Pero volvamos a los cuartos de final de Copa de la temporada 65-66, con el Atlético como vigente campeón de Liga y la visita del Athletic de Bilbao. El partido de ida se celebraría el ya citado 7 de mayo. El Metropolitano está “abarrotado” y a las nueve menos cuarto de la noche saltan al Metropolitano los dos equipos con las siguientes alineaciones:
Atlètico de Madrid: Madinabeytia; Colo, Griffa, Rivilla; Glaría, Jayo; Ufarte, Cardona, Mendoza, Víctor y Collar.
Athletic de Bilbao: Iríbar; Zorriqueta, Echeberría, Orúe; Larrauri, Uriarte; Arieta II, Aguirre, Ormaza, Argoitia y Lavín.
El árbitro fue el extremeño Sánchez Ibáñez y aunque el partido iba a suponer el cierre del Metropolitano nadie se acordaba de ese trascendental detalle, ni la prensa ni los hinchas madrileños. Las pasiones del fútbol son demasiado inmediatas cuando echa a rodar el balón. Además, era partido de ida y quedaba el de vuelta en San Mamés. Ganó el Atlético, 1-0, con gol del hondureño Cardona (los bilbaínos pidieron mano, pero el gol valió).
En medio de la semana posterior, el Madrid ye-yé (Araquistain; Pachín, De Felipe, Sanchís; Pirri, Zoco: Serena, Amancio, Grosso Velázquez y Gento) ganó la sexta Copa de Europa al Partizán de Belgrado con goles de Serena y Amancio y el domingo, en la Feria de San Isidro, en Las Ventas, el diestro “Antoñete”, le hizo una faena inolvidable a “Atrevido”, aquel toro blanco de Osborne. No había tiempo para reflexiones sobre el ocaso final del Metropolitano. El domingo 15 de mayo, el Atlético devuelve visita en Bilbao. Ese mismo día, a media tarde, la ciudad recibe a la Vuelta a España, en la edición que encumbraría a Gabica. Un poco más tarde, el Athletic gana 2-0 (con prórroga incluida) y pasa a la semifinal. Para el Atlético ya no hay Copa, hay vacaciones. Y ya no habrá Metropolitano.
El miércoles siguiente entró la piqueta en el viejo y querido campo. La iluminación es desmontada y la aprovechará el Jaén durante unos años, en su Campo de La Victoria. La estrenará precisamente en un amistoso contra el Atlético de Madrid. Los vecinos que ahora viven en las manzanas que ocupaba el mítico Stadium Metropolitano, duermen sobre “lugar” sagrado. Ahí ganó España 4-3 a Inglaterra, un 15 de mayo de 1929, cuando a los inventores del fútbol no había sido aún capaz de ganarles nadie. Ahí jugó el Atlético durante 40 años. Aquel campo exhaló su último suspiro en un partido bronco y copero, entre el Atlético y su club matriz, el Athletic. La pequeña Plaza Ciudad de Viena, situada entre torres, está sobre el puro campo de juego. Y está pidiendo una placa que recuerde lo que hubo allí.
(CONTINÚA)