(FINAL)
En el camino de vuelta, me detuve en el tercer y último foco de atención de esta particular “flânerie”: el chalet de “La Moragas”, la actriz y amante más duradera de Su Majestad Alfonso XIII, también conocido como “Bubi”, el “Rey Exiliado”.
Este último objetivo está enclavado al inicio de la Avenida del Valle. Desde la Plaza Ciudad de Viena, se llega en cinco minutos. Hay que retroceder por el Paseo de Juan XXIII y en la Glorieta de Alborán girar a la izquierda para coger la Avenida de la Moncloa. Por esta Avenida, inmediatamente se llega a la Glorieta del Presidente García Moreno (antes de llegar se pasa por la entrada de los Colegios Mayores “Moncloa” y “Santo Domingo”, también de la Iglesia), en esta placita, por su derecha, comienzan los primeros números de la Avenida del Valle; esta vía finalizará su trayecto en la intersección con el Paseo de Juan XXIII. Las tres calles forman una especie de ovalo completo donde la mayor parte de su perímetro corresponde a la Avenida del Valle. En el interior de este ovalo es donde se asienta casi totalmente el núcleo, que desde los años 1920, ocupa la Colonia Metropolitana. Ya hemos comentado más arriba como se gestó dicha urbanización y me falta añadir que “El Chalet de la Moragas” está en los primeros números impares (esto me lo contó la vecina del chalet de enfrente a la que importuné con mis preguntas). La casa mantiene el muro de su jardín, culminado con una verja de hierro, así como el torreón que se eleva en uno de sus laterales. El material utilizado fue piedra berroqueña de Colmenar Viejo (de las mismas canteras donde siglos antes había salido toda la mampostería del Monasterio de El Escorial). Este tipo de hotelito con dos plantas, jardín y torreón, ocupando parcelas de 200 metros cuadrados, fue el que predominó en las primeras casas de la Colonia Metropolitana y recibían el nombre de “casas vascas”.
Este chalet era propiedad de los hermanos Otamendi, amigos (y socios en algunos negocios) del Rey Alfonso XIII, se lo prestaron (o cedieron) a su Majestad en 1925, cuando nació Mª Teresa la primera de los dos hijos que tuvo con la famosa actriz de teatro y modelo, Carmen Ruíz Moragas. Las calles del interior del ovalo (aparte de la ya visitada, Velintonia o Vicenta Aleixandre) tienen nombres pintorescos como Granja, Loma, Olivos, Pastor, Sierra, Brisa o Amapolas (a una, le arrebatarían su poético nombre por el de General Asensio Cabanillas, héroe del Ejército Franquista durante la Guerra Civil y todavía no se lo han devuelto). En estos terrenos, todavía se conservan bastantes edificaciones, de una o dos plantas, que se construyeron en aquellos años. Además es el emplazamiento de múltiples Centros Educativos y Sanitarios como los que enumero a continuación: Clínica Santa Elena, Hospital Virgen de la Paloma, Colegio inglés-español FEM de las Escuelas Católicas, Residencia Universitaria Cardenal Spínola, Universidad Cristiana Suffulk de Boston, Residencia Infantil “El Valle”, Clínica Nuevo Parque, Facultad de Derecho del CEU San Pablo, Universidad de San Luis del Padre Rubio Hall y el Centro de Misioneros de la Doctrina Cristiana.
Después de esta descripción “topográfica”, ya estamos en condiciones de comenzar la historia de Carmen Ruíz Moragas y los dos hijos bastardos de Alfonso XIII.
Poco antes de morir, Su Majestad el Rey Alfonso XIII encomendó al conde de los Andes y al marqués de la Eliseda, una especie de codicilo secreto a su testamento en el que el monarca reconocía como hijos suyos a tres vástagos extramatrimoniales: Leandro Alfonso y María Teresa, habidos de su relación con la famosa actriz de la época, Carmen Ruiz Moragas, y a Juana Alfonsa Milán (apellidada así por ser este unos de los títulos de soberanía de los reyes españoles), nacida de sus amores con una institutriz y profesora de piano de los jóvenes infantes. Ningún nombre más fue favorecido por el monarca, por lo que es de suponer que albergaría dudas sobre su paternidad de otros infantes que también se le imputaron. Hay que decir que si con Mª Teresa y Leandro, tuvo el rey escasísimo contacto, por no decir nulo, con Mª Alfonsa, la hija que tuvo con Beatrice Noon (la institutriz citada), sus relaciones fueron estrechas en el exilio.
Carmen y Alfonso se conocieron en 1916 seguramente después de una representación en el Teatro Español. La bella actriz había nacido en Madrid en 1898. Su padre, don Leandro, fue gobernador civil de la ciudad de Granada y pertenecía, al igual que su madre, a una familia de clase acomodada. Desde muy joven sintió atracción por la escena y será el Teatro María Guerrero (actriz de la que fue alumna) en donde haga su debut. Además de sus buenas dotes de actriz, era una mujer de amplia cultura y dominaba perfectamente inglés y francés. Llegó a ser primera actriz del Teatro Español y luego pasó al Teatro Fontalba. En 1919, cuando ya el rey la había conocido en el teatro y la había hecho su amante, su familia, para evitar habladurías, la instan a que se case con el torero Rodolfo Gaona, pero el matrimonio resulta ser un desastre y apenas dura seis meses. El diestro, un atractivo mexicano, estaba de moda por entonces y llenaba las plazas de toda España, alternando con las más destacadas figuras del momento, como Gallito, Bombita y Machaquito. Es un matador recordado por que llegó a crear una suerte taurina que se acuñó con un derivado de su propio apellido, la “gaonera”. Los “cuernos” reales eran más que evidentes, eso estaba en la calle y Gaona no pudo soportar más aquella situación y se separó de la actriz a los pocos meses de haber contraído matrimonio con ella.
La relación de “Neneta” (como cariñosamente la llamaba Alfonso) y el Rey continuó inmediatamente después de la separación del torero y aunque el Monarca siguió trotando de lecho en lecho, duraría hasta el 14 de abril de 1931, cuando por la proclamación de la II República, este tuvo que exiliarse. Se contaba que Carmen no estaba enamorada del Rey, pero sin embargo, Él, encontró en la actriz la pasión que era incapaz de despertarle la propia Reina. Además, la transmisión de la hemofilia que ella trajo al matrimonio fue el pecado que el Rey jamás le perdonó a Victoria Eugenia.
Fue en 1925 cuando Carmen viajó a Florencia para dar a luz a Mª Teresa, su primera hija con D. Alfonso. Casualmente, el rey organizó un viaje particular para visitar esa ciudad, fue a conocer su nueva hija. Después cada uno volvió por su cuenta. Por esas fechas fue cuando la madre y la infanta se instalaron en el chalet de la Avenida del Valle. Al parecer, la Reina Madre, Mª Cristina, iba a asomarse tras la verja del jardín para ver como jugaba esa nieta que crecía llena de salud, al contrario que varios de los nietos Reales. Las relaciones entre la pareja prosiguieron a pesar del consiguiente escándalo público. En 1929, a los pocos meses de la muerte de Mª Cristina, vino al mundo el segundo hijo: Leandro Alfonso. Desde pequeño su figura era el vivo retrato del Rey y algunas biografías cuentan que, en esta ocasión, era la propia Victoria Eugenia la que acudía a la verja del jardín para comprobarlo.
Durante la República y con el Rey en el exilio, Carmen mantuvo relaciones con Juan Chabás, un escritor y crítico de teatro que estaba en la órbita del Partido Socialista. Un mes antes del comienzo de la Guerra Civil, el diario “Ahora” publicaba en Página de Información Teatral la noticia sobre la gravísima operación de cáncer de útero que se le había practicado a “La Moragas” y que cuando parecía totalmente restablecida tuvo lugar el fatal desenlace. Apenas había cumplido los 38 años. Sobre sus últimos días de vida, en algunas publicaciones poco serias, se cuenta un hecho, que más bien parece formar parte de una “leyenda urbana”: Estando agonizante, le encargó a su ama de llaves que le untara sus labios de vez en cuando con canela y hierbabuena, pues estaba segura de que Alfonso vendría a despedirse de ella y no quería sentir la desagradable “halitosis” que el Rey padeció desde su juventud. La leyenda cuenta que así ocurrió y que Alfonso XIII que se encontraba exiliado en Francia, cruzó de madrugada la frontera por Bayona en el más absoluto secreto y fue hasta Madrid a despedirse de su amada. Unas horas más tarde y con mucha discreción volvió a salir de España, sin que nadie hubiera notado su presencia en Madrid.
Los dos hermanos tuvieron distinta suerte. Mª Teresa que estuvo casada con un joven italiano falleció muy joven y Leandro llegó a ser educado el Real Colegio Alfonso XIII de El Escorial. Fue en medio de una clase, en febrero de 1941, con 12 años de edad, cuando la informaron de la muerte de su padre el Rey.
Después de pelear durante toda su vida por el reconocimiento legal de su apellido Borbón, en una Providencia del 28 de abril de 2004, se le reconoció como hijo de Alfonso XIII, "con todos los derechos que le fueran favorables" y sin necesidad de ninguna prueba de ADN. Sigue vivo y cumplirá 85 años el próximo 26 de abril.
Alfonso XIII murió en 1941 en un hotel de Roma, Italia fue su último exilio. Tal vez, si hubiese conocido esta estrofa de la canción de Joaquín Sabina con la que iniciábamos este texto, sus últimas palabras hubieran sido estas:
“Cuando la muerte venga a visitarme, \ que me lleven al Sur donde nací”.
Saludos y hasta otra,
En el camino de vuelta, me detuve en el tercer y último foco de atención de esta particular “flânerie”: el chalet de “La Moragas”, la actriz y amante más duradera de Su Majestad Alfonso XIII, también conocido como “Bubi”, el “Rey Exiliado”.
Este último objetivo está enclavado al inicio de la Avenida del Valle. Desde la Plaza Ciudad de Viena, se llega en cinco minutos. Hay que retroceder por el Paseo de Juan XXIII y en la Glorieta de Alborán girar a la izquierda para coger la Avenida de la Moncloa. Por esta Avenida, inmediatamente se llega a la Glorieta del Presidente García Moreno (antes de llegar se pasa por la entrada de los Colegios Mayores “Moncloa” y “Santo Domingo”, también de la Iglesia), en esta placita, por su derecha, comienzan los primeros números de la Avenida del Valle; esta vía finalizará su trayecto en la intersección con el Paseo de Juan XXIII. Las tres calles forman una especie de ovalo completo donde la mayor parte de su perímetro corresponde a la Avenida del Valle. En el interior de este ovalo es donde se asienta casi totalmente el núcleo, que desde los años 1920, ocupa la Colonia Metropolitana. Ya hemos comentado más arriba como se gestó dicha urbanización y me falta añadir que “El Chalet de la Moragas” está en los primeros números impares (esto me lo contó la vecina del chalet de enfrente a la que importuné con mis preguntas). La casa mantiene el muro de su jardín, culminado con una verja de hierro, así como el torreón que se eleva en uno de sus laterales. El material utilizado fue piedra berroqueña de Colmenar Viejo (de las mismas canteras donde siglos antes había salido toda la mampostería del Monasterio de El Escorial). Este tipo de hotelito con dos plantas, jardín y torreón, ocupando parcelas de 200 metros cuadrados, fue el que predominó en las primeras casas de la Colonia Metropolitana y recibían el nombre de “casas vascas”.
Este chalet era propiedad de los hermanos Otamendi, amigos (y socios en algunos negocios) del Rey Alfonso XIII, se lo prestaron (o cedieron) a su Majestad en 1925, cuando nació Mª Teresa la primera de los dos hijos que tuvo con la famosa actriz de teatro y modelo, Carmen Ruíz Moragas. Las calles del interior del ovalo (aparte de la ya visitada, Velintonia o Vicenta Aleixandre) tienen nombres pintorescos como Granja, Loma, Olivos, Pastor, Sierra, Brisa o Amapolas (a una, le arrebatarían su poético nombre por el de General Asensio Cabanillas, héroe del Ejército Franquista durante la Guerra Civil y todavía no se lo han devuelto). En estos terrenos, todavía se conservan bastantes edificaciones, de una o dos plantas, que se construyeron en aquellos años. Además es el emplazamiento de múltiples Centros Educativos y Sanitarios como los que enumero a continuación: Clínica Santa Elena, Hospital Virgen de la Paloma, Colegio inglés-español FEM de las Escuelas Católicas, Residencia Universitaria Cardenal Spínola, Universidad Cristiana Suffulk de Boston, Residencia Infantil “El Valle”, Clínica Nuevo Parque, Facultad de Derecho del CEU San Pablo, Universidad de San Luis del Padre Rubio Hall y el Centro de Misioneros de la Doctrina Cristiana.
Después de esta descripción “topográfica”, ya estamos en condiciones de comenzar la historia de Carmen Ruíz Moragas y los dos hijos bastardos de Alfonso XIII.
Poco antes de morir, Su Majestad el Rey Alfonso XIII encomendó al conde de los Andes y al marqués de la Eliseda, una especie de codicilo secreto a su testamento en el que el monarca reconocía como hijos suyos a tres vástagos extramatrimoniales: Leandro Alfonso y María Teresa, habidos de su relación con la famosa actriz de la época, Carmen Ruiz Moragas, y a Juana Alfonsa Milán (apellidada así por ser este unos de los títulos de soberanía de los reyes españoles), nacida de sus amores con una institutriz y profesora de piano de los jóvenes infantes. Ningún nombre más fue favorecido por el monarca, por lo que es de suponer que albergaría dudas sobre su paternidad de otros infantes que también se le imputaron. Hay que decir que si con Mª Teresa y Leandro, tuvo el rey escasísimo contacto, por no decir nulo, con Mª Alfonsa, la hija que tuvo con Beatrice Noon (la institutriz citada), sus relaciones fueron estrechas en el exilio.
Carmen y Alfonso se conocieron en 1916 seguramente después de una representación en el Teatro Español. La bella actriz había nacido en Madrid en 1898. Su padre, don Leandro, fue gobernador civil de la ciudad de Granada y pertenecía, al igual que su madre, a una familia de clase acomodada. Desde muy joven sintió atracción por la escena y será el Teatro María Guerrero (actriz de la que fue alumna) en donde haga su debut. Además de sus buenas dotes de actriz, era una mujer de amplia cultura y dominaba perfectamente inglés y francés. Llegó a ser primera actriz del Teatro Español y luego pasó al Teatro Fontalba. En 1919, cuando ya el rey la había conocido en el teatro y la había hecho su amante, su familia, para evitar habladurías, la instan a que se case con el torero Rodolfo Gaona, pero el matrimonio resulta ser un desastre y apenas dura seis meses. El diestro, un atractivo mexicano, estaba de moda por entonces y llenaba las plazas de toda España, alternando con las más destacadas figuras del momento, como Gallito, Bombita y Machaquito. Es un matador recordado por que llegó a crear una suerte taurina que se acuñó con un derivado de su propio apellido, la “gaonera”. Los “cuernos” reales eran más que evidentes, eso estaba en la calle y Gaona no pudo soportar más aquella situación y se separó de la actriz a los pocos meses de haber contraído matrimonio con ella.
La relación de “Neneta” (como cariñosamente la llamaba Alfonso) y el Rey continuó inmediatamente después de la separación del torero y aunque el Monarca siguió trotando de lecho en lecho, duraría hasta el 14 de abril de 1931, cuando por la proclamación de la II República, este tuvo que exiliarse. Se contaba que Carmen no estaba enamorada del Rey, pero sin embargo, Él, encontró en la actriz la pasión que era incapaz de despertarle la propia Reina. Además, la transmisión de la hemofilia que ella trajo al matrimonio fue el pecado que el Rey jamás le perdonó a Victoria Eugenia.
Fue en 1925 cuando Carmen viajó a Florencia para dar a luz a Mª Teresa, su primera hija con D. Alfonso. Casualmente, el rey organizó un viaje particular para visitar esa ciudad, fue a conocer su nueva hija. Después cada uno volvió por su cuenta. Por esas fechas fue cuando la madre y la infanta se instalaron en el chalet de la Avenida del Valle. Al parecer, la Reina Madre, Mª Cristina, iba a asomarse tras la verja del jardín para ver como jugaba esa nieta que crecía llena de salud, al contrario que varios de los nietos Reales. Las relaciones entre la pareja prosiguieron a pesar del consiguiente escándalo público. En 1929, a los pocos meses de la muerte de Mª Cristina, vino al mundo el segundo hijo: Leandro Alfonso. Desde pequeño su figura era el vivo retrato del Rey y algunas biografías cuentan que, en esta ocasión, era la propia Victoria Eugenia la que acudía a la verja del jardín para comprobarlo.
Durante la República y con el Rey en el exilio, Carmen mantuvo relaciones con Juan Chabás, un escritor y crítico de teatro que estaba en la órbita del Partido Socialista. Un mes antes del comienzo de la Guerra Civil, el diario “Ahora” publicaba en Página de Información Teatral la noticia sobre la gravísima operación de cáncer de útero que se le había practicado a “La Moragas” y que cuando parecía totalmente restablecida tuvo lugar el fatal desenlace. Apenas había cumplido los 38 años. Sobre sus últimos días de vida, en algunas publicaciones poco serias, se cuenta un hecho, que más bien parece formar parte de una “leyenda urbana”: Estando agonizante, le encargó a su ama de llaves que le untara sus labios de vez en cuando con canela y hierbabuena, pues estaba segura de que Alfonso vendría a despedirse de ella y no quería sentir la desagradable “halitosis” que el Rey padeció desde su juventud. La leyenda cuenta que así ocurrió y que Alfonso XIII que se encontraba exiliado en Francia, cruzó de madrugada la frontera por Bayona en el más absoluto secreto y fue hasta Madrid a despedirse de su amada. Unas horas más tarde y con mucha discreción volvió a salir de España, sin que nadie hubiera notado su presencia en Madrid.
Los dos hermanos tuvieron distinta suerte. Mª Teresa que estuvo casada con un joven italiano falleció muy joven y Leandro llegó a ser educado el Real Colegio Alfonso XIII de El Escorial. Fue en medio de una clase, en febrero de 1941, con 12 años de edad, cuando la informaron de la muerte de su padre el Rey.
Después de pelear durante toda su vida por el reconocimiento legal de su apellido Borbón, en una Providencia del 28 de abril de 2004, se le reconoció como hijo de Alfonso XIII, "con todos los derechos que le fueran favorables" y sin necesidad de ninguna prueba de ADN. Sigue vivo y cumplirá 85 años el próximo 26 de abril.
Alfonso XIII murió en 1941 en un hotel de Roma, Italia fue su último exilio. Tal vez, si hubiese conocido esta estrofa de la canción de Joaquín Sabina con la que iniciábamos este texto, sus últimas palabras hubieran sido estas:
“Cuando la muerte venga a visitarme, \ que me lleven al Sur donde nací”.
Saludos y hasta otra,