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JIMENA: Acierto para el caballero, tienes buena memoria. El...

LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL, NO OS ABANDONO. (Por Luismarín)

Dicen algunos tratados de antropología que el mito se forma aparte de la voluntad de los pueblos. El mito tiene su propia lógica, que nos habla y nos posee al igual que lo hacen las palabras llenas de poesía. El mito no es posible estudiarlo, solo cabe creer en él y celebrarlo. Pepe Marchena fue un "mito" para muchas generaciones de Jimenatos desde los felices años 20 del siglo pasado hasta bien entrados los años 70. Me cuentan que cuando pasaba por la Plaza la expectación entre la “chiquillería”, las mujeres y hombres del pueblo era similar a la que hoy en día suscitarían Cristiano Ronaldo o Messi si aparecieran por aquí.

Mi padre Sebastián “Maroto”, al igual que sus hermanos Ramón, Melchor y Rafael, fueron toda su vida (dos por fortuna lo siguen siendo) admiradores de la forma de cantar del “Maestro de Maestros”, como él mismo se bautizó. Su copla favorita, que repetía mil veces cuando estaba un poco “alegre” era la que decía aquello de: “Dame de beber serrana que vengo muerte de sed…./ Vino amargo del que bebo por culpa de una mujer…”. Sin embargo, rebuscando entre las brumas de mis recuerdos infantiles, todavía me parece estar oyéndole cuando me recitaba (arrodillado a un lado de la cuna de madera fabricada por sus propias manos, que aún conservo tal cual en mi casa y por en la que han reposado mis cuatro sobrinos. Todavía sigue igual que me la dejó mi madre: completamente “vestida” con su almohadita y sabanitas blancas) alguna de las estrofas de su “Romance a la Mujer Cordobesa”:

Caballo mejor domao /ni mejor atalajao / ningún andaluz lo sueña, /ni traje mejor cortao /que el que lucía su dueña. / Era de plata el herraje / del freno y del hebillaje, / como el caballo de un rey….,”.

Como ya anuncié en la Introducción, este “relato” nació en torno a una anécdota que le ocurrió a Marchena cuando iba a actuar (como tantas veces lo hizo antes de la Guerra, en la Guerra y después de la Guerra) en el antiguo Teatro Alcázar del Molino del Pan, que por entonces era propiedad de los descendientes del conocido Eugenio (familia de “Los Gallos” y de “Los Petroleros”). Cuando le tocó actuar, salió al escenario para decir que estaba indispuesto y no podía cantar: era el temido “gatillazo” del que no se ha librado ningún artista. El público, que llenaba la platea (patio de butacas) y los palcos inferiores y superiores, estalló de indignación, sobre todo después de haber pagado la entrada. En los camerinos, Marchena, tuvo una idea para compensar en parte al “respetable”: pediría a algunos de sus amigos Jimenatos (que destacaban como magníficos intérpretes “aficionados” de los cantes flamencos en casi todos sus palos) que le sustituyeran en el proscenio. La sangre no llegó al río y el éxito fue de película.

“””……. José Tejada Martín nació en 1903 en Marchena (Sevilla), localidad de dónde tomaría su nombre artístico: en sus comienzos como “Niño Marchena” y años después como “Pepe Marchena”. Parece ser que vino al mundo envuelto en una especie de manteca o sebo que le recubría todo el cuerpecillo y que su abuela, al verlo, exclamó: ¡este niño ha nacio con “manto”!, entonces, su madre replicó: ¡Pues alguna gracia o don ha de tener!. ¡Y vaya si lo tuvo!.

Desde los ocho años trabajó como borriquero, herreríllo y ayudando en la taberna de un tío suyo. Alternaba estos “trabajillos” con su dedicación a cantar por las noches en los bares y ventas (hasta en alguna casa de “lenocinio”), pasando al final la bandeja. Por estas circunstancias, como tantos niños de su época, nunca aprendió a leer ni a escribir. No obstante, su gran inteligencia natural le permitió sobresalir desde pequeño. Su curiosidad por todo le llevó a poseer la sabiduría que da la lucha por la vida. Por esta razón, todavía niño, le pusieron de mote "La Vieja", apodo por el que se le conocería entre los compañeros de profesión aún en los años en que ya era un cantaor conocido. Todavía un zagal, su debut profesional tuvo lugar en Fuentes de Andalucía, donde ganó un concurso de aficionados, seguidamente fue contratado en el Café Novedades de Sevilla. Su nombre iba siendo conocido y antes de irse a Madrid ya actuó en Córdoba y Badajoz.…”””.

Después de numerosas conversaciones con bastantes personas de Jimena (sobre todo entre los mayores de 80 años), deseché la idea de que el “asunto” sucediera antes de la guerra, todo apunta que fue en la década de los 40 aunque sin poder determinar el año. Lo que parece seguro es que fue durante la campaña de la aceituna y como otras veces en vísperas de Reyes. De hecho, la única información documentada que he encontrado sobre las actuaciones de Marchena en Jimena está en la Hoja Parroquial “Cánava” Nº 126 de enero de 1962. En una de las “Cartas del Tío Secundino a su primo Ceferino”, el primero, comenta que Pepe Marchena actuó en el Cine Parroquial el 5 de enero de ese año, que iba acompañado de toda una “Trupe” de famosos y que el lleno fue completo en las dos funciones que realizó. La lista de cantaores que han pasado por nuestro Teatro en los años investigados sería interminable y quedarían fuera pocas figuras de esos momentos: Canalejas, Valderrama, Niña la Puebla, Niño de la Huerta, Luquitas de Marchena, Niña los Peines, Adelfa Soto, Antonio Molina, Dolores Abril, Emilio El Moro, etc., etc., etc.

Cabe recordar, que Jimena en cifras oficiales nunca ha figurado con 5 mil habitantes (como mucho, cuatro mil largos) y que sin embargo, la población de hecho a primeros de los 40 superaba la citada cifra, puese muchos de los habitantes de “Las Cuevas” no eran censados. Otro factor importantísimo a tener en cuenta, sería el hecho de que durante la aceituna el dinero no faltaba en el pueblo. Las familias numerosas de 6 o 7 miembros eran de lo más frecuente y esto suponía una excelente fuente de ingresos basada en los jornales de casi todos sus componentes. Igualmente, todos mis informantes recordaban la gran afluencia de vecinos de los pueblos de los alrededores que acudían a la cita con sus cantaores preferidos.

“””…. En el año 1921 aparecen las primeras noticias de Marchena cantando por los Teatros de la Capital. Ya aparece en los carteles del Teatro de La Latina o el Teatro Martín. Pronto grabaría su primer disco. Llevando como guitarrista a Ramón Montoya alcanza su consagración definitiva y en 1925 era figura nacional. En ese año, una obra de los Hermanos Álvarez Quintero le sirve para componer la canción más solicitada a lo largo de toda su vida: “La Rosa”, en aires de milonga. Ese mismo año se produce una de sus actuaciones históricas: cantó junto a D. Antonio Chacón en la inauguración del Hotel Alfonso XIII de Sevilla en presencia de los Infantes Reales. Son los años en que crea (a partir de la canción vasca “El pájaro del carpintero”) un nuevo palo del cante, él lo llamó “Colombianas” y así quedó para toda la vida.

Es a partir de 1925, o quizás un año o dos después, cuando el empresario Vedrines se inventa lo de la “Ópera Flamenca” que, simplemente consistió en trasladar el espectáculo flamenco al teatro, pero acompañado de orquesta y decorados increíbles llenos de “figurines” más propios de los Musicales y de la Ópera Clásica. Marchena fue el principal propagandista del nuevo género que en realidad se llamó así porque, al figurar la palabra Ópera en el título del espectáculo, se pagaban menos impuestos. Fueron los años en que Pepe inició una verdadera revolución en el mundo (hasta entonces “sagrado”) del flamenco ortodoxo. Utilizó el smoking, combinaba toda clase de colores chillones en las prendas (a cada cual más exótica) que vestía en las actuaciones, introdujo el “recitado” dentro del flamenco y cambió la relación del cantaor con el público al de comenzar a cantar de pie, con la silla del guitarrista a uno de sus costados.

Todo esto contribuyó a que Marchena empezara a ser muy discutido y a que nunca fuera aceptado por aquella parte de la crítica del flamenco defensora de la ortodoxia en el cante. Lo que sí es cierto, es que fue una persona que rompió moldes, tanto en su expresión humana como artística: fue un provocador nato.

A pesar de todas estas críticas, nadie puede obviarlo, es que hasta los conflictivos últimos años de la II República y el inicio de la Guerra Civil, Pepe Marchena se consagró en el mundo entero. Durante estos años sus giras fueron interminables por toda la Península (en Barcelona, triunfó rotundamente, por ejemplo). Recorrió medio mundo, desde Francia, pasando por Argentina, Brasil, Uruguay, Marruecos o Argelia, ganó fama y dinero a “espuertas”, otra cosa era como lo administraba……”””.

(CONTINUA EN MARCHENA II)

(MARCHENA II)

Sobre las posibles causas de la indisposición de Marchena he recogido tres versiones, de las cuales, desecho las dos primeras: unos argumentan que se “hinchó” de brevas y le dio una diarrea (esto solo le hubiera podido pasar si hubiera actuado por San Juan, algo que no cuadra, pues en los meses de verano era cuando se hacían las Giras más importantes). Otros, me han contado, que fue porque bebió del agua fresquita, que de toda la vida mana por el Pilar de la Plaza, afectándole a las cuerdas vocales. La tercera versión, para mí, es la más creíble: que cogió “una tajá como un piano” y el cuerpo se le quedó hecho un estropajo.

Mi opción por la tercera causa está basada en que todos mis contactos me han hablado del amor a las juergas de Marchena. Casi en todas sus visitas a Jimena eran previas o posteriores a su actuación. Después de las numerosas veces que Pepe pasó por nuestro pueblo, había hecho bastantes amigos y no solamente entre sus competidores en la práctica del flamenco. No voy a dar nombres, pero si lugares en dónde se llevaban a cabo las clásicas juergas de nuestro pueblo: un buen choto o borrego tierno colgao de un “camal” y vino por arrobas junto a otros licores de más graduación. Tampoco, en esas juergas, era extraña la compañía de algunas componentes de su cuadro flamenco o de las cantaoras de segunda fila con ganas de “promocionarse”. En otra ocasión cité “Las Cantinas de D. Bartolomé” o las propias casas de algunos cantaores locales como los lugares dónde se llevaban a cabo, ahora puedo añadir otros tres sitios: la casilla de la huerta de Diego el de Juan Rafael (hoy del “Chanria”), el patín de la huerta de Juanillo el de “La Fermina” o el chalet de “La Romaniente”, por entonces propiedad del hermano de D. Antonio Piñar que vivía en Mancha Real (en el chalet, en más de una ocasión, “custodiados” por el teniente de la Guardia Civil y Comandante de Puesto de la anterior localidad citada quera un buen amante de estas experiencias). Sabiendo que Marchena, ya por entonces, padecía del estomago (fallecería de cáncer intestinal), todo parece confirmar, que después de una buena “francachela”, su aparato digestivo dijera ¡aquí estoy!. Por esta causa, no es de extrañar que recurriera a sus “amigos”, tan flamencos como él, pero quizás con más aguante.

“””…. El inicio de la Guerra, como a todos los españoles, trastocó por completo la vida de Marchena. Le cogió de “tournée” en nuestra Provincia y aquí permanecería durante toda la guerra. Contaba Marchena que, desde entonces, tenía un apego especial por Jaén. Hay una interesante historia que oí contar a Juanito Valderrama en una entrevista en TV. Le ocurrió a Pepe estando en Cartagena (donde había acudido para actuar y recoger diversas versiones de los “Cantes de Levante”) a los pocos días del inicio de la contienda fratricida. A Marchena le gustaba mucho la ostentación y siempre iba “enjoyao” con numerosos anillos, pulseras y collares de doble vuelta, todos ellos de oro con muchos quilates. Un grupo de milicianos cartageneros lo confundió con un “rico de derechas”, lo arrestaron y lo montaron en un camión. Pepe ya sabía lo que eran los “paseos” y se temió lo peor. Lo salvó, que llegó otro miliciano que era un fiel admirador suyo y gracias a este Marchena salió en libertad.

En su estancia en Jaén, se afincó primero en Arquillos y después en La Carolina. Junto a varios de los mejores cantaores de por entonces, que también se quedaron aislados en nuestra provincia, fue contratado (cobrando) por el aparato de propaganda de los republicanos (La Voz del Frente) para actuar en galas benéficas a favor del Socorro Rojo y otras instituciones similares. Se formaron varios grupos entre las decenas de cantaores que “pululaban” por nuestra tierra. Canalejas de Puerto Real (que acabaría casándose con una jienense y moriría en Jaén), Valderrama, el Niño de la Huerta y el propio Pepe Marchena encabezaron algunos de esos “Pelotones Flamencos”. Durante toda la guerra no dejaron de actuar por localidades de la provincia o visitando las fronteras de guerra por las zonas de Córdoba y Granada. Cuando terminó la Guerra, Marchena vio con estupor como los miles de billetes que había ganado durante estas giras no le sirvieron para nada: era dinero emitido por el Banco de España Republicano que quedó sin valor alguno. ¡Otra vez a empezar de nuevo!

Pasada la Guerra estrenó películas como “La Dolores” y “Martingala” (antes había rodado “Paloma de mis amores) y continuó con sus Giras “Triunfales” por toda España y el extranjero: París, Marruecos, Argelia e incluso Pakistán. En el año 1954, en el programa de la radio “Cabalgata fin de semana”, hizo una demostración de todos los estilos de cante con lo que volvió a aumentar más aún su popularidad. Después de 1962, cuando se puede pensar que el hecho de cantar en el Teatro Parroquial fuera un síntoma de decadencia en su “caché artístico”, no fue así ni mucho menos. En noviembre de ese año participó como artista invitado en el Festival Mundial de Arte Popular Español, celebrado en Israel y grabó un disco de “Memorias antológicas del Cante Flamenco” consiguiendo un disco de oro. Sin embargo, sería a finales de los 60 y primeros de los 70 cuando el flamenco inició su crisis y por consiguiente afectó a Pepe Marchena junto al resto de cantaores flamencos. La extensión generalizada de la TV por los hogares españoles y la irrupción de las “folklóricas” utilizando la Copla y el “morbo” derivado por el uso del “destape”, del que hicieron gala bastantes de las nuevas “divas”, le dieron la puntilla temporal al Flamenco convencional. No obstante, cabe añadir, que años después con la recuperación por parte de los "Entes Autonómicos" de sus “ancestrales valores culturales”, se volviera a vivir una nueva “edad de oro del Flamenco”, que por desgracia, con la irrupción de la eterna crisis económica, ha vuelto a oscurecerse…”””.

Entre los posibles “suplentes” de Pepe Marchena en la famosa “Gala del Gatillazo”, hay cuatro nombres de cantaores Jimenatos que se repiten en los débiles recuerdos de mis “añejos” confidentes: Andrés “Campos”, “Juan Ramoncillo El Sordo, “Pepillo”•y Bartolomé “El Nevao”. Hasta me atrevo a contaros algo de lo que pudieron cantar. El orden seguido atiende a razones de edad. Los más mayores, Andrés “Campos” y “Juan Ramoncillo el Sordo”, habían nacido en 1905, “Pepillo” en 1913 y “El Nevao” en 1920.

Del primero siempre se ha dicho que ha sido el cantaor más completo que ha dado Jimena. Por lo visto, destacaba en todos los “palos flamencos”, pero cuentan, que siempre se arrancaba por fandangos y en especial por uno con letra de su propio “caletre”, seguro que lo cantó en la función. Comenzaba así:

“Tengo una maceta de claveles que riego todos los días”.

A “Juan Ramoncillo el Sordo”, siempre se le resaltó por su afición y afán de imitación del sevillano de Lora del Rio, Francisco Montoya, más conocido por “El Niño de la Huerta”: destacaba en el aire que daba a los fandangos a los que le dio nombre propio. No dudamos que cantaría alguno de ellos como el del que reproduzco una de sus estrofas:

“Yo en mi corazón tenía / la espina del desengaño. / Pero llegó cierto día / y pude arrancarme sin daño / lo que tanto me dolía”.

“Pepillo”, de cuya vida se podía escribir una novela que sería “best seller” (incluyendo su exilio francés en dónde parece ser que se subió a las “tablas”), admiraba a Palanca y a Chacón, pero al final se hizo “fans” de Marchena y casi lo superaba con sus milongas. “La Rosa” fue y es, la milonga más conocida y valorada de toda la obra del Maestro de Maestros, incluso ha sido la más vendida de su catálogo. Sin duda, “Pepillo” con su voz adormecedora, estimularía los sentimientos amorosos de más de uno de los presentes:

“Era un jardín sonriente, / era una tranquila fuente de cristal. / Era a su borde asomada / una rosa inmaculada de un rosal. / Era un pobre jardinero / que cuidaba con esmero del vergel; / y era la rosa un tesoro / de más quilates que el oro para él”.

Por último, “El Nevao”, al que todavía tenemos presente en nuestros recuerdos más cercanos, destacaba en los fandangos y en los “Cantes de Ida y Vuelta". Sin embargo, todavía recuerdo el nudo que se me hacía en la garganta cuando le oía entonar uno de sus temas más frecuentes y conmovedores de su repertorio: “Los Campanilleros”.

“En los pueblos de mi Andalucía / los campanilleros por la "madrugá" / me despiertan con sus campanillas / y con sus guitarras me hacen llorar. / Yo empiezo a cantar,... / y al oírme todos los pajarillos / que están en las ramas se echan a volar”.

Como muchos me han asegurado, la noche fue inolvidable y ha pasado a incorporarse, transformado en un hecho “anecdótico” más, a la historia sencilla de nuestro pueblo.

Por otro lado, sobre esta memorable actuación de los “Flamencos Jimenatos”, me surge la siguiente duda: cantarían a “capela” o los acompañaría el guitarrista que traía Pepe Marchena. Mi incertidumbre está basada en que conozco directamente (en los prólogos de las veladas del Castillo lo he podido comprobar) la dificultad que supone, para cualquier “flamenco amateur”, acomodar su tono y melodía a la guitarra. Hacen falta muchas horas de ensayo. ¿Supieron hacerlo nuestros cantaores propios?. Si alguien lo recuerda, me gustaría conocerlo.

(CONTINÚA EN FINAL)

(FINAL)

En cuanto al posible guitarrista que por aquellos años andaba con Marchena tampoco tengo ninguna pista. Sin embargo, consultando múltiples grabaciones en disco del rememorado cantaor, he sacado todos estos nombres (aunque se de antemano que algunos ya habían fallecido en esos años y por tanto era imposible que subieran al escenario del Molino del Pan). He aquí la lista, que por supuesto estará incompleta, pero todos ellos, en algún momento de la trayectoria artística de Pepe Marchena, lo han acompañado al "toque": Alfonso Alfaro, Ramón Montoya, Perico el del Lunar, Paquito Simón, Agustín Caballero “Sabicas” (padre e hijo), Melchor de Marchena, Manolo El Sevillano, El Niño Pérez, Luis Maravillas, Manolo y Pepe de Badajoz, Luis El Pavo, Manolo de Huelva, El Niño Ricardo o Esteban de San Lucar.

Para finalizar el relato sobre esta imborrable noche, vuelvo a plantear la pregunta que hacía al principio: ¿Cumplió Pepe Marchena la promesa de volver a cantar gratis a Jimena para compensar su “desbandá”?. Mi investigación se inclina más por el NO: cuando volvió la vez siguiente, vino cobrando y se limitó a comunicarle a los oyentes que esa noche estaba a su disposición y dispuesto a cantar todo lo que le pidieran. Algún testigo, todavía vivo, me asegura que así ocurrió y que “hartó” con su arte hasta llegar a cansar a los aficionados más exigentes.

“””…. El Maestro de Maestros ganó mucho dinero y todo lo gastó. Le gustaba vivir bien: era rumboso, generoso y aficionado al juego. Le gustaba vivir en los hoteles y hubo un momento en su vida que tenía reservada habitación fija en tres hoteles a la vez: el Colón de Sevilla, el Carlos V de Madrid y el Oriente de Barcelona. Daba poca importancia al dinero ya que, según él, "las monedas se han hecho redondas para que rueden". Su éxito con las mujeres le acompañó toda su vida, las cautivaba con su dulce “mele” y su apostura en el vestir. En Jaén fue todo un escándalo su aventura con la mujer del prestigioso doctor Carbonell. Maruja Tomás, Celia Gámez, Pepita Llacér (mujer del guitarrista Manolo de Badajoz y con la que tuvo un hijo en Madrid) y otras múltiples compañeras del mundillo flamenco lo pudieron comprobar. Charles Chaplin decía de él: “Conmigo las mujeres se ríen, con él caen en el más arrebatado de los éxtasis”.

La crítica flamenca que pudiéramos llamar defensora de la más pura ortodoxia ha juzgado con gran dureza el cante de Pepe Marchena y las consecuencias que tuvo para el flamenco. En esta línea, el crítico de flamenco Ricardo Molina dice esto: "Fue un hombre generoso, desbordante de simpatía y de valores humanos, pero nefasto artísticamente para el cante flamenco y para la afición a la que durante tantos años desorientó con sus cantes y cuplés de una vulgaridad absoluta". El abuso de la creación personal hasta llegar al paroxismo tuvo secuelas nefastas y se inventó cruces estilísticos impensables hasta entonces.

En el lado contrario, recogemos estas palabras del “flamencólogo” Manuel Barrios: "Para unos, Marchena es la primera mentira del cante, para otros su última verdad”. La polémica aún sigue después de su muerte, pero la verdad es que, digan lo que digan unos u otros, en la historia del arte flamenco caminaran juntos para siempre los cuatro muleros que van al río y en los jardines imaginarios que florecen en nuestro corazón, regada por los ecos de la voz aterciopelada y melancólica de Pepe Marchena, resplandecerá como nunca la rosa más delicada y sonriente.

En 1974 ya estaban en boca de todos sus problemas económicos. Juanito Valderrama organizó en su pueblo natal un festival-homenaje que sirvió para recaudar fondos y ayudarle. Cuando en noviembre de l976 se le concedió la Medalla de Oro de la localidad que lo vio nacer, ya estaba gravemente afectado por el cáncer de estomago que acabó finalmente con su vida. Unos días antes de su muerte, otra vez Juanito Valderrama organizó en Madrid un festival en su beneficio. Se celebró en el Teatro Alcalá Palace y se recaudaron casi tres millones de pesetas. Le duró poco la alegría, su estado de salud se agravó y falleció en Sevilla el día 4 de diciembre de ese año. Algún testigo de su muerte cuenta el conmovedor momento en que Pepe, en su lecho de muerte, cuando vio que su mujer (la bella Isabel Domínguez, compañera de toda su vida con la que tuvo a su reconocido hijo “El Piqui” que falleció de muchacho y con la que no se casó hasta 1969) iba a entornar la celosía de la habitación, le pidió que no lo hiciera: ¡No mujer, no corras las cortinas, déjame que me vaya con luz, que me queda mucha oscuridad que ver! ……..”””.

Para terminar, me cuentan fuentes bien informardas que a las Puertas del Cielo, San Pedro como Portero Mayor, reparte unos Certificados que indican el Negociado Celestial donde cada uno irá destinado. Hay uno que se llama el de “Las Tablas de la Serneta” (en honor de la jerezana creadora de una de las más conocidas ramas de Soleares), allí estará Pepa Marchena acompañado de toda una Legión de Ángeles con Duende, también, en ese lugar tan celestial, están reunidos todos los buenos aficionados al Arte de Chacón y allí estarán algunos de los socios de la Peña Flamenca “El Lanchar” que nos dejaron antes de tiempo. Estoy seguro que nuestros Diegos:”Bacalao” y “El Folleta” estarán presentes

No encuentra ocasión más apropiada que esta para recordar algunas estrofas del conocido Poema “Juerga en el Cielo” de “El Pastor Poeta”, que se lo dedicó a uno de los mejores guitarristas de la Historia del Flamenco: Ramón Montoya.

“Cuando don Ramón Montoya
se fue, porque lo llamaron
para una fiesta en la Gloria,
temblaron, tristes y solas,
sin que nadie las tocara
las guitarras españolas;
por los tablaos derramaron
lágrimas como lunares
todas las batas de cola,
y muertecitos de pena
se quedaron las gargantas,
y los cantes y las penas.

Don Ramón tomó en sus manos
la guitarra; por la Gloria
el silencio se afinaba
contra el filo de las rosas.

El silencio se rompió
con un ¡olé! que hizo historia,
por el embrujo “embrujao”
de los duendes de Montoya

San Pedro, que siempre tiene
carita de mal humor,
desde la puerta miraba
serio a Dios, como diciendo:
¡Esto no es serio, Señor!

Pero cuando don Ramón
hizo templar en un tercio
toda el alma del bordón,
San Pedro sintió que un aire
como un diablillo gitano
se le metía por las venas
y se le subía a los labios.

Y mientras que, postineros,
con su estrellita del brazo,
jaleaban los luceros,
bailó y cantó como nunca
entre requiebros y oles,
la Mercé por bulerías
y Chacón por caracoles.

Ebrias de gracia española,
las santas más achinadas
se sintieron flamenconas.
Y hasta la Virgen María,
bonita como ella sola,
con la luna por peineta
y el sol por bata de cola,
se bailó por alegrías
en el tablao de la Gloria”.

Saludos y hasta otra,

Uno de los cantaores que en su día acudió al Cine-Teatro Parroquial de Jimena y que imagino incluyes en ese largo etc. fue un tal Fosforito. Yo estaba presente en esa gala como en casi todas, acompañaba a mi tío Manolo que trabajaba echando el cine y los días de cante flamenco abría el teatro e iluminaba el escenario.
Recuerdo esa gala perfectamente porque era la primera vez en mi vida que veía como le silbaban e increpaban al grito de “fuera, fuera” a un artista sobre un escenario.
Antonio Fernández Díaz “Fosforito”, con apenas 30 años pelo ensortijado y patillas largas se bajó del escenario de Jimena con lagrimas en los ojos y nunca mas volvió. Era una de sus primeras actuaciones en público, llevaba en su garganta el mas puro arte flamenco, los palos mas duros: la soleá, la seguiriya, el martinete... nada de recitados, nada de colombianas, nada de fandangos amansaos con la voz en falsete al gusto de la época; flamenco puro, del que no se había oído cantar en Jimena en muchas generaciones y, claro, fracasó. Los aficionados al cante flamenco, de Jimena, no habían oído cantar de esa forma, no sabían que eso realmente era el flamenco. Vivian adormecidos por las voces atipladas y facilonas de Marchena, Valderrama y demás, pero el fuego en la garganta lo tenían Fosforito, antes que él Manolo Caracol y los que vinieron después a poner el flamenco en su sitio, gentes como Camarón, Enrique Morente y que continúan en Miguel Poveda.
En Jimena en un festival de cante que hubo por debajo de la Carretera Alta, a la altura de la casa de Don Bartolomé, debutó un chaval pastor, que inundó con su cante todo el parque. Era la primera vez que le oí cantar y se me pusieron los pelos como escarpias. Yo no tenía (ni tengo) idea de flamenco pero esa verdad en la garganta llega a la piel. ¿Sabéis de qué chaval de Jimena estoy hablando?
Ya se que cada uno tendrá sus propios gustos, y habrá quien le guste más Marchena y Valderrama que Camarón, pero a cada cosa su nombre, no confundamos el flamenco con la copla.

Un fuerte abrazo y, otra cosa, que forma más bonita de nombrar una calle, “Avenida de la Higuera Morisca” mucho mas que ese impersonal “Barrio Bajo”. Ya puede Esther ir pensándose, en el próximo pleno, un cambio de nombre de calle.

Creo que te refieres, al apodado "El Indio", tengo que apoyarme en este alias porque no recuerdo el nombre exactamente, su padre si se que se llamaba José, casado con Catalina Ulloa Roldán, tía carnal de Esther, por tanto primo-hermano de ésta, casado con una hija de Martín Lozano Torres, alias "El Lustroso", hoy en día si pasas por su puerta, tres casas mas arriba del Pilar de la Fuente de la Estrella, oirás el rascar de una guitarra, que si pones atención no lo hace mal, pero tanto en el cante como en el toque no se prodiga en público, tendrá que hacerlo en privado, pero muy en privado, porque no se le suele ver ni con amigos, ni en bares, ni en lugares concurridos.
Recuerdo aquél concurso que se celebró al principio del Parque, el escenario estaba a la altura del transformador de la luz, un poco mas arriba de donde vive Salvador (que su verdadero nombre es Sebastián), alias "Marchamalo" y el público estabamos hacia abajo, fué muy aplaudido y reconocido por los presentes, de como se organizó tal festival y del jurado no recuerdo nada.
Por cierto haciendo mención a nuestro amigo Luis, no solo cambia el nombre de las calles, como la denominada Avenida de la Higuera Morisca, sino que también le gusta poner su granito de arena para denominar como Teatro Alcázar del Molino del Pan al archiconocido Teatro Alameda, que posteriormente sería transformado en el no menos conocido Cine Parroquial, con su patio de butacas, comodas y perfectamente alineadas, en dos alas, en el número de 400, con asiento abatibles, y su singular gallinero con asiento corrido de madera a ambos lados de la garita de proyección, además de la sala de fumadores y sus no menos esmerados servicios para caballeros y señoras, hoy convertido en Hogar Residencia de la Tercera Edad "Torrebermeja" de Jimena.

Acierto para el caballero, tienes buena memoria. El cantante de fandangos (yo tampoco recuerdo su nombre, creo que es Manuel) parece ser que entonces no sabía leer y tenían que enseñarle las letras de las canciones a base de repetirlas una y otra vez. El festival que se celebró un verano de 1970 aproximadamente, estaba organizado por la radio y buscaba por toda la provincia cantantes y cantaores de nueva hornada. Me alegra que “El Indio” continúe cantando y tocando la guitarra, quizás un día quiera compartir su arte y ese día me gustaría estar presente.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Efectivamente una vez leido el nombre me ha venido a la memoria, como bien dices se llama Manuel.