El principito - Capítulo XXVI
(fragmento)
– Has tenido miedo, hombrecito. Había tenido miedo, sin duda. Pero rió suavemente.
– Tendré mucho más miedo esta noche...
De nuevo me sentí helado por la sensación de lo irreparable. Y comprendí que no soportaría la idea de no oír nunca más su risa. Era, para mí, como una fuente en el desierto.
– Hombrecito, quiero oírte reír otra vez...
Pero me dijo:
– Esta noche, hará un año. Mi estrella se encontrará exactamente sobre el lugar donde caí el año pasado...
– Hombrecito, ¿verdad que es un mal sueño esa historia de la serpiente, de la cita y de la estrella?...
Pero no contestó a mi pregunta, y dijo:
– No se ve lo que es importante...
– Seguramente...
– Es como con la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas.
– Seguramente.
– Es como con el agua. La que me has dado a beber era como una música, por la roldana y por la cuerda... ¿Te acuerdas?... Era dulce.
– Seguramente.
– Mirarás la noche, las estrellas. No te puedo mostrar dónde se encuentra la mía, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas... Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo...
Volvió a reír.
– ¡Ah!, hombrecito... hombrecito... ¡Me gusta oír tu risa!
– Precisamente, será mi regalo... Será como con el agua...
– ¿Qué quieres decir?
– Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas callan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido.
– ¿Qué quieres decir?
– Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. Tú tendrás estrellas que saben reír!
Y volvió a reír.
– Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de reír conmigo. Y abrirás a veces tu ventana, así... por placer... Y tus amigos se asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: “ Sí, las estrellas siempre me hacen reír”, y ellos te creerán loco. Te habré hecho una muy mala jugada...
Y volvió a reír.
(sigue)...
(fragmento)
– Has tenido miedo, hombrecito. Había tenido miedo, sin duda. Pero rió suavemente.
– Tendré mucho más miedo esta noche...
De nuevo me sentí helado por la sensación de lo irreparable. Y comprendí que no soportaría la idea de no oír nunca más su risa. Era, para mí, como una fuente en el desierto.
– Hombrecito, quiero oírte reír otra vez...
Pero me dijo:
– Esta noche, hará un año. Mi estrella se encontrará exactamente sobre el lugar donde caí el año pasado...
– Hombrecito, ¿verdad que es un mal sueño esa historia de la serpiente, de la cita y de la estrella?...
Pero no contestó a mi pregunta, y dijo:
– No se ve lo que es importante...
– Seguramente...
– Es como con la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas.
– Seguramente.
– Es como con el agua. La que me has dado a beber era como una música, por la roldana y por la cuerda... ¿Te acuerdas?... Era dulce.
– Seguramente.
– Mirarás la noche, las estrellas. No te puedo mostrar dónde se encuentra la mía, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas... Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo...
Volvió a reír.
– ¡Ah!, hombrecito... hombrecito... ¡Me gusta oír tu risa!
– Precisamente, será mi regalo... Será como con el agua...
– ¿Qué quieres decir?
– Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas callan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido.
– ¿Qué quieres decir?
– Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. Tú tendrás estrellas que saben reír!
Y volvió a reír.
– Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de reír conmigo. Y abrirás a veces tu ventana, así... por placer... Y tus amigos se asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: “ Sí, las estrellas siempre me hacen reír”, y ellos te creerán loco. Te habré hecho una muy mala jugada...
Y volvió a reír.
(sigue)...