(continuación)
(Cuando mires al cielo)
– Será como si te hubiera dado en lugar de estrellas... un montón de cascabelitos que saben reír...
Y volvió a reír.
Después se puso serio:
– Esta noche... ¿sabes?... no vengas.
– No me separaré de ti.
– Parecerá que sufro... Parecerá un poco que me muero. Es así. No vengas a verlo, no vale la pena...
– No me separaré de ti. Pero estaba inquieto.
– Te digo esto... también por la serpiente. No debe morderte... Las serpientes son malas. Pueden moder por placer...
– No me separaré de ti.
Pero algo lo tranquilizó:
– Es Cierto que no tienen veneno en la segunda mordedura...
Esa noche no lo vi ponerse en camino. Se evadió sin ruido. Cuando logré alcanzarlo, caminaba decidido, con paso rápido, Y me dijo solamente:
– ¡Ah! Estás ahí... Me tomó de la mano. Pero siguió atormentándose.
– Has hecho mal. Vas a sufrir. Parecerá que me he muerto y no será verdad...
Yo callaba.
– Comprendes. Es demasiado lejos. No puedo llevar mi cuerpo allí. Es demasiado pesado.
Yo callaba.
– Pero será como una vieja corteza abandonada. No son tristes las viejas cortezas.
Yo calIaba.
Se descorazonó un poco. Pero hizo aún un esfuerzo.
– ¿Sabes?, será agradable. Yo también miraré las estrellas. Todas las estrellas serín pozos con una roldana enmohecida. Todas las estrellas me darán de beber...
Yo callaba.
– ¡Será tan divertido! Tendrás quinientos millones de cascabeles y yo tendré quinientos millones de fuentes...
Pero también calló, porque lloraba...
– Es allá. Déjame dar un paso, solo.
Y se sentó porque tenía miedo.
Y dijo aún:
– ¿Sabes?... mi flor... soy responsable. ¡Y es tan débil! ¡Y es tan ingenua! Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse contra el mundo...
Me senté porque ya no podía tenerme de pie.
El principito dijo:
– Bien... Eso es todo...
Vaciló aún un momento; luego se levantó. Dio un paso. Yo no podía moverme.
No hubo nada más que un relámpago amarillo cerca de su tobillo. Quedó inmóvil un instante: No gritó. Cayó suavemente como cae un árbol. En la arena, ni siquiera hizo ruido.
ANTOINE DE DE SAINT EXUPERY
(Cuando mires al cielo)
– Será como si te hubiera dado en lugar de estrellas... un montón de cascabelitos que saben reír...
Y volvió a reír.
Después se puso serio:
– Esta noche... ¿sabes?... no vengas.
– No me separaré de ti.
– Parecerá que sufro... Parecerá un poco que me muero. Es así. No vengas a verlo, no vale la pena...
– No me separaré de ti. Pero estaba inquieto.
– Te digo esto... también por la serpiente. No debe morderte... Las serpientes son malas. Pueden moder por placer...
– No me separaré de ti.
Pero algo lo tranquilizó:
– Es Cierto que no tienen veneno en la segunda mordedura...
Esa noche no lo vi ponerse en camino. Se evadió sin ruido. Cuando logré alcanzarlo, caminaba decidido, con paso rápido, Y me dijo solamente:
– ¡Ah! Estás ahí... Me tomó de la mano. Pero siguió atormentándose.
– Has hecho mal. Vas a sufrir. Parecerá que me he muerto y no será verdad...
Yo callaba.
– Comprendes. Es demasiado lejos. No puedo llevar mi cuerpo allí. Es demasiado pesado.
Yo callaba.
– Pero será como una vieja corteza abandonada. No son tristes las viejas cortezas.
Yo calIaba.
Se descorazonó un poco. Pero hizo aún un esfuerzo.
– ¿Sabes?, será agradable. Yo también miraré las estrellas. Todas las estrellas serín pozos con una roldana enmohecida. Todas las estrellas me darán de beber...
Yo callaba.
– ¡Será tan divertido! Tendrás quinientos millones de cascabeles y yo tendré quinientos millones de fuentes...
Pero también calló, porque lloraba...
– Es allá. Déjame dar un paso, solo.
Y se sentó porque tenía miedo.
Y dijo aún:
– ¿Sabes?... mi flor... soy responsable. ¡Y es tan débil! ¡Y es tan ingenua! Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse contra el mundo...
Me senté porque ya no podía tenerme de pie.
El principito dijo:
– Bien... Eso es todo...
Vaciló aún un momento; luego se levantó. Dio un paso. Yo no podía moverme.
No hubo nada más que un relámpago amarillo cerca de su tobillo. Quedó inmóvil un instante: No gritó. Cayó suavemente como cae un árbol. En la arena, ni siquiera hizo ruido.
ANTOINE DE DE SAINT EXUPERY