En este mismo banco, en la primavera del año pasado, pasé bastante parte del tiempo de mis tres meses de convalecencia por culpa de Aquiles.
Uno de los contertulios casi a diario era Pedro Manuel Ramirez. Se sentaba al volver de su cotidiano paseo a Cánava. Fue curioso, sabía muchas más cosas de mí que yo de él. Hasta entonces nunca habíamos hablado, pero desde esos días se estableció una mutua corriente de simpatía personal.
Hoy, que en mi relato voy a contar algo del Parque en primavera, me he acordado de Pedro. A lo mejor, si él también lo hubiera podido leer, igualmente le vendrían a la memoria las conversaciones de aquellos días.
"La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque yo formo parte de la humanidad; por tanto nunca mandes a nadie a preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti."
Hasta dentro de un rato,
Uno de los contertulios casi a diario era Pedro Manuel Ramirez. Se sentaba al volver de su cotidiano paseo a Cánava. Fue curioso, sabía muchas más cosas de mí que yo de él. Hasta entonces nunca habíamos hablado, pero desde esos días se estableció una mutua corriente de simpatía personal.
Hoy, que en mi relato voy a contar algo del Parque en primavera, me he acordado de Pedro. A lo mejor, si él también lo hubiera podido leer, igualmente le vendrían a la memoria las conversaciones de aquellos días.
"La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque yo formo parte de la humanidad; por tanto nunca mandes a nadie a preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti."
Hasta dentro de un rato,