Saeta ¿de dónde vienes?
¿Quién te dio tu nacimiento?
¿Quién te lanzó por los aires
estremeciendo los pechos?
¿Quién en luna conmovida te fue
acunando en los tiempos
y velaba por las noches
la placidez de tus sueños?
¿Quién te dio eco de bronce?
y quién tanto sentimiento
que dejó sobre tus letras
sangre cuajada en lamento.
¿Por qué vas cortando el aire?
Por qué llevas tan adentro
de tu corazón sonoro agonía y sufrimiento?
Agonía traspasada
que va creciendo en tus tercios.
Agonía que contigo
se encarama por el viento.
¿Quién eres tú? - di saeta.
¿Porqué pregonas el duelo?
¿Porqué le cambias los pulsos
al que te escucha en silencio?
¿Quién te parió? dime quién.
¿Quién se llegó hasta tu lecho
y te recogió dormida
para cantarte en el pueblo?
Porque si digo saeta
digo tanto sentimiento
que se llena la boca
del amargor de tus versos.
Porque yo digo saeta
y trasminan a los cielos
olor a clavo y canela,
a fragancias de romero,
a viña recién podada
y a bodegas en silencio.
Por eso eres saeta
el lamento de mi pueblo,
que se llega hasta la Cruz
y se enreda en el madero
y acaricias a María
abrazándote a su pecho.
Por eso para cantarte
hay que amar a Dios primero
y hay que tener en la voz
eco de duendes toreros.
Autor: José Luis Zarzana Palma
¿Quién te dio tu nacimiento?
¿Quién te lanzó por los aires
estremeciendo los pechos?
¿Quién en luna conmovida te fue
acunando en los tiempos
y velaba por las noches
la placidez de tus sueños?
¿Quién te dio eco de bronce?
y quién tanto sentimiento
que dejó sobre tus letras
sangre cuajada en lamento.
¿Por qué vas cortando el aire?
Por qué llevas tan adentro
de tu corazón sonoro agonía y sufrimiento?
Agonía traspasada
que va creciendo en tus tercios.
Agonía que contigo
se encarama por el viento.
¿Quién eres tú? - di saeta.
¿Porqué pregonas el duelo?
¿Porqué le cambias los pulsos
al que te escucha en silencio?
¿Quién te parió? dime quién.
¿Quién se llegó hasta tu lecho
y te recogió dormida
para cantarte en el pueblo?
Porque si digo saeta
digo tanto sentimiento
que se llena la boca
del amargor de tus versos.
Porque yo digo saeta
y trasminan a los cielos
olor a clavo y canela,
a fragancias de romero,
a viña recién podada
y a bodegas en silencio.
Por eso eres saeta
el lamento de mi pueblo,
que se llega hasta la Cruz
y se enreda en el madero
y acaricias a María
abrazándote a su pecho.
Por eso para cantarte
hay que amar a Dios primero
y hay que tener en la voz
eco de duendes toreros.
Autor: José Luis Zarzana Palma