Pocas veces en su larga historia, la EPA (Encuesta de Población Activa) habrá suministrado cifras tan favorables sobre la evolución del mercado de trabajo español, por mucho que los agoreros de algunas organizaciones políticas (incluido el lamentable análisis del portavoz económico socialista, Valeriano Gómez) hayan salido a exponer aceradas críticas de oficio, posiblemente redactadas hace días la mayoría de ellas, en las que pocos argumentos valiosos han brindado a la concurrencia. Arremeter a estas alturas contra la reforma laboral del PP, que ha sido elogiada por todas las organizaciones internacionales (si acaso alguna de ellas sigue insistiendo en que la reforma debería ampliarse ya que se ha quedado corta) suena a discurso vacío y casi nada convincente. El prestigio de la clase política, lo mismo que el descrédito, se alimentan de expresiones públicas desafortunadas, como las que se han podido escuchar de bastantes portavoces políticos en las últimas horas.
Los datos de creación de empleo durante el segundo trimestre del año (periodo, no lo olvidemos, de cara a limar triunfalismos improcedentes, que es estacionalmente favorable a la creación de actividad, sobre todo en el sector servicios debido al turismo) son difícilmente mejorables. Ni en sus mejores sueños podrían haber imaginado Rajoy ni Guindos que a estas alturas de la legislatura el empleo estaría creciendo al mayor ritmo en los últimos 9 años (más de 4.400 empleos nuevos diarios de promedio entre abril y junio, ambos inclusive) y que el nivel de ocupación en el país (el número de españoles que pueden “tirar del carro”) habría sobrepasado la cifra mágica de los 17 millones de personas, si bien queda mucho por deambular por los buenos derroteros para alcanzar la cifra auténticamente mágica de los 20,5 millones de ocupados del otoño del año 2007, cuando la crisis apenas se intuía y la importación de mano de obra (inmigrantes de numerosas latitudes) afluía con intensidad.
Las cifras son difíciles de desmentir. La economía española ha logrado recuperar en apenas tres meses cerca del 10% del empleo destruido en los largos años de crisis, durante los cuales hemos padecido dos recesiones de intensidad considerable y se ha puesto patas arriba el modelo económico sobre el que se sustentaba la anterior fase de expansión económica, muy apoyada en la construcción y el crecimiento inmobiliario desmedido. Hoy, quizás exagerando las tintas, se puede decir que de aquel modelo quedan pocos rastros. La construcción, tanto pública como privada, está casi en mínimos.
El país está saliendo adelante con una industria altamente competitiva, que se ha beneficiado de las nuevas normativas laborales que han aportado más flexibilidad y una mayor capacidad para remunerar al trabajo bajo pautas más realistas tras el severo ajuste salarial que se ha producido. Una de las críticas que se han lanzado últimamente contra las cifras de gradual mejora del mercado de trabajo que ya se venían vislumbrando desde el otoño de 2013 es la relacionada con la “calidad” del empleo. Pues bien, el tiempo ha empezado a dar la razón a quienes muestran su convicción de que el nuevo empleo poco tiene que envidiar al de hace años. En este segundo trimestre del año, tres de cada cuatro nuevos empleados han encontrado una ocupación a tiempo completo, no en forma de trabajo por horas, precario y de baja remuneración.
Otro dato importantísimo a tener en cuenta es el hecho de que la casi totalidad del empleo nuevo creado ha sido protagonizado por el sector privado, es decir, es empleo que va a mantenerse en condiciones de mercado, porque es empleo rentable que las empresas han generado por las razonables expectativas de beneficio existentes y la confianza que se respira desde hace meses en los medios económicos. El empleo nuevo en el sector público ha desaparecido casi en su totalidad, reflejo de que las políticas expansivas de gasto público y de plantillas de funcionarios están en clara fase de contención.
Entre las novedades positivas que aportan los datos de empleo de este segundo trimestre del año es preciso mencionar también el fuerte descenso, unos 145.000 hogares menos, que ha experimentado el colectivo de familias en las que todos sus integrantes están en paro. Aún después de este importante retroceso, hay que recordar que aún quedan 1,8 millones de hogares en donde no hay constancia de que entren ingresos fruto del trabajo. Otro dato a destacar es el apreciable descenso del número de parados jóvenes, los que tienen entre 18 y 25 años de edad, que han retrocedido en casi un 5% durante los tres meses transcurridos en relación con las cifras del primer trimestre del año. Aún así, la tasa de paro juvenil es todavía espeluznante, del 53% de los activos.
Primo González REPUBLICA
Los datos de creación de empleo durante el segundo trimestre del año (periodo, no lo olvidemos, de cara a limar triunfalismos improcedentes, que es estacionalmente favorable a la creación de actividad, sobre todo en el sector servicios debido al turismo) son difícilmente mejorables. Ni en sus mejores sueños podrían haber imaginado Rajoy ni Guindos que a estas alturas de la legislatura el empleo estaría creciendo al mayor ritmo en los últimos 9 años (más de 4.400 empleos nuevos diarios de promedio entre abril y junio, ambos inclusive) y que el nivel de ocupación en el país (el número de españoles que pueden “tirar del carro”) habría sobrepasado la cifra mágica de los 17 millones de personas, si bien queda mucho por deambular por los buenos derroteros para alcanzar la cifra auténticamente mágica de los 20,5 millones de ocupados del otoño del año 2007, cuando la crisis apenas se intuía y la importación de mano de obra (inmigrantes de numerosas latitudes) afluía con intensidad.
Las cifras son difíciles de desmentir. La economía española ha logrado recuperar en apenas tres meses cerca del 10% del empleo destruido en los largos años de crisis, durante los cuales hemos padecido dos recesiones de intensidad considerable y se ha puesto patas arriba el modelo económico sobre el que se sustentaba la anterior fase de expansión económica, muy apoyada en la construcción y el crecimiento inmobiliario desmedido. Hoy, quizás exagerando las tintas, se puede decir que de aquel modelo quedan pocos rastros. La construcción, tanto pública como privada, está casi en mínimos.
El país está saliendo adelante con una industria altamente competitiva, que se ha beneficiado de las nuevas normativas laborales que han aportado más flexibilidad y una mayor capacidad para remunerar al trabajo bajo pautas más realistas tras el severo ajuste salarial que se ha producido. Una de las críticas que se han lanzado últimamente contra las cifras de gradual mejora del mercado de trabajo que ya se venían vislumbrando desde el otoño de 2013 es la relacionada con la “calidad” del empleo. Pues bien, el tiempo ha empezado a dar la razón a quienes muestran su convicción de que el nuevo empleo poco tiene que envidiar al de hace años. En este segundo trimestre del año, tres de cada cuatro nuevos empleados han encontrado una ocupación a tiempo completo, no en forma de trabajo por horas, precario y de baja remuneración.
Otro dato importantísimo a tener en cuenta es el hecho de que la casi totalidad del empleo nuevo creado ha sido protagonizado por el sector privado, es decir, es empleo que va a mantenerse en condiciones de mercado, porque es empleo rentable que las empresas han generado por las razonables expectativas de beneficio existentes y la confianza que se respira desde hace meses en los medios económicos. El empleo nuevo en el sector público ha desaparecido casi en su totalidad, reflejo de que las políticas expansivas de gasto público y de plantillas de funcionarios están en clara fase de contención.
Entre las novedades positivas que aportan los datos de empleo de este segundo trimestre del año es preciso mencionar también el fuerte descenso, unos 145.000 hogares menos, que ha experimentado el colectivo de familias en las que todos sus integrantes están en paro. Aún después de este importante retroceso, hay que recordar que aún quedan 1,8 millones de hogares en donde no hay constancia de que entren ingresos fruto del trabajo. Otro dato a destacar es el apreciable descenso del número de parados jóvenes, los que tienen entre 18 y 25 años de edad, que han retrocedido en casi un 5% durante los tres meses transcurridos en relación con las cifras del primer trimestre del año. Aún así, la tasa de paro juvenil es todavía espeluznante, del 53% de los activos.
Primo González REPUBLICA