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JIMENA: ¡Hola Ángel:...

Amigo Luis como me imaginaba que te ibas a interesar por la noche flamenca me tome la molestia de tomar algunas notas para darte una información los más exacta posible.
En términos generales fue una noche muy agradable donde el flamenco rayó a gran altura y solo en algún momento los brazos de la palmera moruna al igual que la larga y escasa cabellera de Juan Ballesteros se vieron agitados por un vientecillo inoportuno pero que no fue obstáculo para que los artistas nos mostraran con creces todas sus facultades flamencas que a mi corto entender fueron muy meritorias.
Empezó la noche con la presentación del maestro de ceremonias el amigo Juan Caracol que como siempre estuvo y conciso sin adornos, yendo al grano como solemos decir por aquí.
Actuó en primer lugar Juan Carmona, un cantaor de Bailen que nos ofreció cinco palos: malagueña, solea, mineras, tientos tangos y terminó con una taranta muy conseguida.
Siguió en el escenario Antonio Ortega (hijo) cantaor que viene precedido de numerosos premios conseguidos en los concursos donde ha participado y algunos tan importantes como la Prestigiosa Lampara Minera, nos deleito con su voz metálica con una Malagueñas, solea, alegrías de cadiz y termino por seguidillas donde se empleo a fondo y nos puso el vello de punta.

¡Hola Ángel:

Muchas gracias de nuevo por tu excelente crónica flamenca tan excepcionalmente ilustrada con ese “peazo” de cámara nueva de la que seguro que vamos a disfrutar todos los foreros.

De los participantes en la Velada Flamenca del Concurso Aznaitín que nos cuentas, ya he “oído” a algunas en años anteriores. Sin embargo, de Belén Vega, a la que tuve la oportunidad de ver y escuchar en la fase de concurso del año pasado, me llevé una vivísima impresión, de tal manera que, cuando volví a Madrid después de ese fin de semana, me sirvió como inspiración para escribir unas líneas en las que intenté resumir lo que había visto y disfrutado. ¡Y cómo no!, la Taranta que tan “sentidamente” nos interpretó: También me motivó para escribir algo sobre ese palo Flamenco con cuna en las minas de Linares.

Por todo esto y para intentar adornar tu información, he rescatado parte del texto que escribí. En esta ocasión, lo acompaño de una breve posdata con los logros de Belén Vega hasta el 2013 que es el año en dónde termina mi información. Quizás algunos, al leer la categoría de los “cantaores” (en este caso “cantaora”), que pasan por el Patio del Castillo, se den cuenta de lo que se están perdiendo por su inexplicable ausencia en este tipo de espectáculos. También he repescado las líneas que garabateé sobre la Taranta de Linares.

Igualmente, vuelvo a transcribir, sobre todo por los recuerdos personales que me despierta, algunas imágenes del patio de la antigua fortaleza. Como siempre, por los problemas de espacio, he tenido que fraccionar el texto en dos partes.

I PARTE:

Antes de entrar en la biografía y detalles sobre la “cantaora”, me gustaría esbozar unas pinceladas sobre el espléndido marco físico donde se realizan desde hace varios veranos las Veladas del Concurso Flamenco Aznaitín, organizadas por la “Peña el Lanchar” y que, si no me equivoco, va a llegar a su edición número catorce con la de este año. Creo que no hace falta decir que el escenario está situado en el Patio del que fue renombrado Castillo en la época de la dinastía de los Nazaríes granadinos.

La escalinata de entrada al Castillo ha sido renovada desde su arranque hasta llegar a la terraza sita delante de la puerta principal. También se ha remozado el suelo de la terraza al igual que la baranda que la rodea. Lo mismo ha sucedido con la puerta de entrada principal, la fachada y todos los accesos a las diferentes salas o salones de la primera planta. Todas las paredes y puertas, que conducen al Patio Central, han sido pintadas y barnizadas con buen gusto. El Patio, se ha visto embellecido con una nueva solería (ahora bien nivelada) y zócalo. El coqueto escenario se ha hecho de obra fija y está rematado con un falso tejadillo, cuya “enala” sujetan simuladamente unas “ménsulas” realizadas en madera. En la pared del mismo aparece enclavado el marco enrejado de una ventana y un antiguo postigo “destartalao”. El ornamento del escenario se completa con el cartel que contiene el anagrama y nombre de la Peña Flamenca el Lanchar. Este paraje tan conocido de nuestra “serranía” bien se merece que haya sido utilizado para bautizar a esta Institución de la Cultura Flamenca que ya cumple trece (ahora catorce) años de existencia.

Por igual, a todos los huecos que dan al patio central se les ha dotado de rejería a estrenar. Una hermosa barandilla de hierro remata la muralla de piedra que da al patio trasero del edificio. Acodado en la misma, se puede contemplar en la lontananza a unos iluminados Cerros de Úbeda. Se ha elegido un negro “azabachado” para el color de la pintura de la citada rejería. Sus barrotes brillan incandescentes cuando los haces de luces provenientes de las diversas “luminarias” se reflejan en sus agudas aristas.

En el centro del Patio se ha instalado una Fuente Taza construida con ladrillo envejecido. No sólo adorna el recinto, sino que con su continuo y apagado rumor sosiega el ambiente y el ánimo de los espectadores:

“Fuente mágica con chasquidos de agua al igual que el alma de un afluente, donde los deseos relucen y como el amor seduce y da brillo a la pasión con tanta ansia anhelada. Agua de la fuente que unas veces sonría dulce y sonora, y otras veces parece que gime y llora. Pero siempre, su agua, en dulce juego, arrullando, produce un grato cosquilleo”. (Anónimo)

La palmera árabe me trae recuerdos especiales e íntimos. Además, al mismo tiempo, es como un reloj personal que ha ido marcando inexorablemente las horas de mi existencia. A mediados de los años sesenta, en este patio, comenzaron mis primeros “guateques”. Fui, y espero seguir siendo, amigo de los cuatro hijos menores de Don Calixto y Doña Pepita, los antiguos Señores del Castillo. Estos siguen siendo sus nombres por orden de edad: Lolo, José Luis, Chari e Inma.

Por aquellos tiempos, las ramas de la palmera rozaban nuestras cabezas y servían de escondite a los primeros “arrumacos” entre adolescentes precoces. Ahora, las ramas sobrepasan el tejado del edificio encajonado entre las escaleras metálicas que conducen a la Sala Redonda de la Torre del Homenaje y la puerta de entrada al Patio. Desde entonces, hasta hoy en día, las manecillas de ese reloj imaginario, de resortes vegetales, han girado durante más de medio siglo:

“Las Palmeras, las palmeras… Ah, mi corazón está empezando a padecer… Ven que las palmeras saben de mi amor, ven que mi alma ya no puede de dolor, como las palmeras yo he de morir”. (Alberto Cortez).

(CONTINÚA)