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JIMENA: Lamento muchísimo el destino de tu hermoso Archi. Creo...

Leishmaniasis, enfermedad que se está extendiendo como la pólvora, estaba protegido con el collar reglamentario y las pipetas de desparasitación, pero no ha valido de nada, "la mosquito" (lo digo porque tiene que ser hembra para que transmita la enfermedad, Dios debió de tener mucho mas cuidado cuando creo a Eva) fué quien le picó, no sabemos cuando pero había empezado a deteriorarse día a día, nos recomendaron un tratamiento, pero largo, muy caro y no daba garantía total de curación, de hecho en otros casos conocidos habían recaido al año siguiente o a los dos años, en esas circunstancias no podíamos verlo, o como en la foto, jovial y vivo, alegre y potente, cariñoso y eficiente en su trabajo, o la otra opción, muy dolorosa por cierto, la que hemos tomado, su forma de morir, sosegada y sin dolor la llevo presente en mi mente, cuando le estaba poniendo el "bozal", un gran nudo apretaba mi garganta y aún no se ha deshecho, tadaré algún tiempo en borrarlo de mi memoria, mi hijo Luis estaba conmigo y tampoco él creo que lo olvide, hubo unos diez minutos que cada uno estuvimos en un rincón de la sala, no podíamos hablar, al final el veterinario y la enfermera nos trataron de consolar un poco, algo que siempre le agradeceremos, nos despedimos con un apretón de manos, nos desearon suerte y que pronto le encontremos sustituto, de momento aquí termina esta triste historía, aunque solo sea por el recuerdo de un animal, pero muy querido por toda la familia

Lamento muchísimo el destino de tu hermoso Archi. Creo que a todos los que hemos tenido animales que, a la larga, se convierten en "parte de la familia", cuando llega el momento de despedirlos, nos duele enormemente. Nosotros, cuando vivíamos en la granja, teníamos dos hermosos ejemplares y uno de éllos era inseparable conmigo. Pues bien, "mi consentido" también se enfermó y se fué agravando, y justamente, el día que estaban operándome de la cadera, él se nos fué de este mundo. Lo supe al regresar a casa y lloré como una Magdalena. Aún hoy recuerdo su mirada lánguida y triste, cuando me acerqué a despedirme de él, aquel día que me iba a hospitalizar..., tal parece que él intuía que ese sería nuestro "adios". La vida es así y como bien dices, hay que dejar que el tiempo cure las heridas y se despierte, nuevamente, en tí, el deseo de buscar quien pudiera, de alguna manera, llenar el vacío que les dejó el gran Archi. Un abrazo, Ana