Hola Manoli: Lamento mucho que te haya sentado mal el comentario de nuestro paisano Juan Leon Muñoz " con permiso de este últim, hijo de "MARTIN EL DE LA ENSALA y de JUANA LA CHAQUETILLA", hoy que he trenido tiempo he rebuscado unas lineas que hice a cerca de los apodos y que remito literalmente, y espero ue te aclere algo con respecto a nuestra forma de utilizar los apodos,
Manoli! No te enfades por esas menudencias, que asi nos conocemos todos en Jimena!
El apodo, expresión del mundo rural.
Resulta inconcebible una sociedad en la que los seres humanos estuvieran desprovistos de nombres. “Nadie, ya sea de baja o elevada condición esté sin nombre una vez que ha venido al mundo”, podemos leer en la Odisea.
En el siglo II a. C. el gramático Dionisio el Tracio hablaba ya del nombre propio como “aquel que significa un ser individual, tal como ‘Homero’, ‘Sócrates’.
Esta definición, recogida posteriormente por otros autores, no tomaba en cuenta que muchas personas, diversas y distantes y no emparentadas entre sí, podían tener el mismo nombre.
Por ese motivo junto a los nombres surgieron los apellidos. La función del apellido es la de servir de complemento al nombre de pila para evitar confusiones.
Seguramente, uno de los recursos más antiguos en este sentido fue añadir al nombre de nacimiento algún apodo o mote. APODO (de apodar) lo define el D. R. A. E. como “nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia.”
Y mote (procedente del prov. o fr. mot, “palabra”, “dicho”) como “sobrenombre que se da a una persona por una cualidad o condición suya.” Alias (del latín alias) es “apodo o sobrenombre”.
Hoy, sobre todo en las zonas rurales, aún está muy arraigado el hábito de designar a una persona por su apodo. Apodo que, además, suele ser hereditario.
Como indica Faure “esta costumbre nos ayuda a entender cómo se hicieron hereditarios los segundos nombres o apellidos.”
La fijación de los apellidos comienza con la difusión del uso de la documentación legal y notarial a partir de la Edad Media.
En un principio el apellido fue privilegio de las clases altas, pero a partir de los siglos XIII y XIV se hará extensivo a todas las clases (debido en gran medida al empobrecimiento de la onomástica) y se convertirá en hereditario. Sin embargo, en las zonas rurales y entre las capas más humildes de la sociedad este uso no se verá consolidado hasta el siglo XIX, cuando la burocracia estatal empieza a hacer obligatorias las leyes onomásticas. Los apellidos actuales en España derivan de diferentes sobrenombres que, como hemos indicado, el uso convirtió en hereditarios.
Dejando a un lado el grupo importante de los patronímicos (Hernández, Ramírez, Pérez, Rodriguez…), me centraré, por el interés primordial del presente trabajo, en los apellidos procedentes de apodos.
Siguiendo a Faure, los apodos pueden clasificarse en las siguientes categorías, según sus motivaciones o referentes:
a) Características físicas: Bajo, Grande, Rubio, Pelao…
b) Características morales: Alegre, Bueno, Mohíno, Triste…
c) Referentes a animales: Borrego, Conejo, Carnera…
d) Lazos de parentesco, edad o estado civil: Casado, Joven, Mellizo, Nieto, Sobrino…
f) Referentes a anécdotas o circunstancias relacionadas con la vida del individuo: Botella, Capote, Tocino, Porras, Cordelero…
Por otra parte, junto a este devenir histórico de apodos que han llegado a convertirse en apellidos, y que, por tanto, pertenecen a una perspectiva diacrónica, tenemos que referirnos a los apodos que hoy en día se encuentran en plena vigencia, uso y expansión.
Aquí mismo en Jimena, hace unos años se publicóun libro, con una relacion de motes en un intento de preservarlos del olvido.
En Internet, incluso, existen páginas web en las que se relacionan los motes de los vecinos de tal o cual pueblo.
Sin embargo, no es cierto que la costumbre de apodar esté desapareciendo, ni de que sea un hábito exclusivamente rural, pues la encontramos actualmente en muy diferentes ámbitos y estratos sociales: en el académico (apodos de los alumnos a los profesores o a sus propios compañeros), en el militar (frecuentemente en el ejército los soldados son designados, como en la antigüedad, por su oficio, lugar de procedencia, rasgos físicos…), en el deportivo (conocida es la costumbre sudamericana de apodar a los futbolistas -“El Pelusa” [Maradona], “El Piojo López”-), en el cultural (cantantes flamencos como “Camarón de la Isla” o cantantes de hip-hop como “Eminem”) y en el mundo de la marginalidad y la delincuencia (“El Vaquilla”).
En muchos de estos ámbitos se produce como señala Yus “una manipulación de las convenciones sociales a la hora de nombrar a las personas.” De ahí que sea muy habitual entre adolescentes, para quienes “el apodo es un símbolo de adscripción grupal, proporciona una sensación de familiaridad, de pertenencia.”
Los apodos expresan algo más que un individuo en concreto, reflejan la vida cotidiana de la sociedad tradicional: objetos como albarquillas (zapato que usaba el hombre del campo), hachuela, teja, romana o atarre; profesiones como arriero, cabrero, jornalero o albardonero; animales como borrego, oveja, buey, caballo, borrico, pavo, gallo, conejo, perro, lobo o cabra; vegetales como berenjena, bellota, breva, cebolla, cirolita, madroño, habichuela, lechuga, perejil, rábano, sarmiento, nabo….
Vemos cómo la economía agrícola-ganadera está muy presente en estas poblaciones. El buey recuerda la campiña y las labores tradicionales de arado de la tierra; el caballo y el borrico el transporte; la labores de huerta están representadas en vegetales como, berengena, “cirolita”, rábano, perejil,...; y el ganado como cabra, oveja, borrego,...; la vid con el sarmiento; el monte con los animales de caza: conejo, perro,... Todo ello, unido a las profesiones recogidas dan lectura sucinta a ese cuadro que ha caracterizado el mundo local de Jimena desde siglos atrás.
En algunos casos, algunos apodos recuerdan un pasado de frontera, como el de "Matamoros". En esta población, fronteriza con el reino nazarí de Granada en el siglo XIII, el recuerdo de esta época ha estado presente en diversas manifestaciones, como pueden ser las fortalezas medievales, la advocación de la Iglesia a Santiago el Mayor, en Jimena, la presencia en esta Iglesia Parroquial de una vidriera dedicada a Santiago "Matamoros" y la existencia en épocas anteriores de una cofradía del Señor Santiago.
En otros casos, la enfermedad deja su huella en el mote. Tales son los sobrenombres de "Quebrao", denominación popular de herniado; "Picao", marcado por las huellas que la varicela deja en el piel; "Muda", pérdida parcial de la voz; "Sordo...", pérdida del oído; "Cara quemá", marcado por quemaduras; "Manco", pérdida de un brazo"; "Cojo..." pérdida de motilidad en las piernas; etc. En su mayor parte, estos casos forman parte de las características físicas del individuo, que como más arriba he indicado constituyen el tema preferido para los apodos.
No menos numerosas son las denominaciones de características psíquicas, incluso pasionales. Apodos como "Rabiaseca", "Valor", "Fresco ", "Afligío", los compuestos de la palabra "Tonto...", etc., forman un numeroso grupo que está presente en este pueblo, muchos de los cuales hemos incluido en la clasificación anterior como estados de ánimo.
El vestido tradicional es recogido en apodos como "Blusalarga", en alusión a la blusa, vestidura tradicional holgada y con mangas que utilizaban los hombres hasta bien entrado el siglo XX. Era muy popular y se consideraba muy útil por su comodidad para el trabajo. También objetos de uso tradicional son expresados en sobrenombres como "Capuchina apagá", en referencia a la lamparilla portátil de metal con apagador en forma de capucha, tradicional forma de iluminación en el mundo rural antes de la llegada de la luz eléctrica.
La religión, que ha formado y forma parte importante de la cultura tradicional de la población, está presente en diversos apodos, como son: "Carraco" (alusivo a la carraca, instrumento de madera utilizado algunos días de Semana Santa en sustitución de las campanas), "Cura...", "Curita...", "Señor", "Santo",...
La meteorología, tan importante para la economía tradicional agrícola de la población, deja su huella en apodos con denominaciones de meteoros que con frecuencia son perjudiciales para las cosechas. Tales son los de "Trueno", "Relámpago" y "Rayo", que acompañan a las tormentas. Otros apodos recuerdan el servicio militar, que conllevaba quintas, alojamientos y servicios, muy presente en la cultura tradicional y en los motes de la población, como "Guerra", "Militar", “Comandandte” "Quintillo", “Cabo Peta", Recluta", "Regular", y "Requeté".
Todos estos apodos se pueden considerar la creación anónima de un pueblo que encierra en este lenguaje su cultura tradicional, y acompañan al individuo hasta el final de su vida y se suele perpetuar en su descendencia.
Peceb, 2009.
02/06/2009
No te molestes por esas cosas, pues fijate que mis apodos, por lo menos, son estos:
CEBOLLA, PAPAROTO, PAJARILLO, REYES, FERMIN, MIGAS GORDAS, FERRELO, RIMUNDICO, EL DE CACHO, VITORUELA, RUBICHE, PASIONES, REBECA, ETC...
Manoli! No te enfades por esas menudencias, que asi nos conocemos todos en Jimena!
El apodo, expresión del mundo rural.
Resulta inconcebible una sociedad en la que los seres humanos estuvieran desprovistos de nombres. “Nadie, ya sea de baja o elevada condición esté sin nombre una vez que ha venido al mundo”, podemos leer en la Odisea.
En el siglo II a. C. el gramático Dionisio el Tracio hablaba ya del nombre propio como “aquel que significa un ser individual, tal como ‘Homero’, ‘Sócrates’.
Esta definición, recogida posteriormente por otros autores, no tomaba en cuenta que muchas personas, diversas y distantes y no emparentadas entre sí, podían tener el mismo nombre.
Por ese motivo junto a los nombres surgieron los apellidos. La función del apellido es la de servir de complemento al nombre de pila para evitar confusiones.
Seguramente, uno de los recursos más antiguos en este sentido fue añadir al nombre de nacimiento algún apodo o mote. APODO (de apodar) lo define el D. R. A. E. como “nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia.”
Y mote (procedente del prov. o fr. mot, “palabra”, “dicho”) como “sobrenombre que se da a una persona por una cualidad o condición suya.” Alias (del latín alias) es “apodo o sobrenombre”.
Hoy, sobre todo en las zonas rurales, aún está muy arraigado el hábito de designar a una persona por su apodo. Apodo que, además, suele ser hereditario.
Como indica Faure “esta costumbre nos ayuda a entender cómo se hicieron hereditarios los segundos nombres o apellidos.”
La fijación de los apellidos comienza con la difusión del uso de la documentación legal y notarial a partir de la Edad Media.
En un principio el apellido fue privilegio de las clases altas, pero a partir de los siglos XIII y XIV se hará extensivo a todas las clases (debido en gran medida al empobrecimiento de la onomástica) y se convertirá en hereditario. Sin embargo, en las zonas rurales y entre las capas más humildes de la sociedad este uso no se verá consolidado hasta el siglo XIX, cuando la burocracia estatal empieza a hacer obligatorias las leyes onomásticas. Los apellidos actuales en España derivan de diferentes sobrenombres que, como hemos indicado, el uso convirtió en hereditarios.
Dejando a un lado el grupo importante de los patronímicos (Hernández, Ramírez, Pérez, Rodriguez…), me centraré, por el interés primordial del presente trabajo, en los apellidos procedentes de apodos.
Siguiendo a Faure, los apodos pueden clasificarse en las siguientes categorías, según sus motivaciones o referentes:
a) Características físicas: Bajo, Grande, Rubio, Pelao…
b) Características morales: Alegre, Bueno, Mohíno, Triste…
c) Referentes a animales: Borrego, Conejo, Carnera…
d) Lazos de parentesco, edad o estado civil: Casado, Joven, Mellizo, Nieto, Sobrino…
f) Referentes a anécdotas o circunstancias relacionadas con la vida del individuo: Botella, Capote, Tocino, Porras, Cordelero…
Por otra parte, junto a este devenir histórico de apodos que han llegado a convertirse en apellidos, y que, por tanto, pertenecen a una perspectiva diacrónica, tenemos que referirnos a los apodos que hoy en día se encuentran en plena vigencia, uso y expansión.
Aquí mismo en Jimena, hace unos años se publicóun libro, con una relacion de motes en un intento de preservarlos del olvido.
En Internet, incluso, existen páginas web en las que se relacionan los motes de los vecinos de tal o cual pueblo.
Sin embargo, no es cierto que la costumbre de apodar esté desapareciendo, ni de que sea un hábito exclusivamente rural, pues la encontramos actualmente en muy diferentes ámbitos y estratos sociales: en el académico (apodos de los alumnos a los profesores o a sus propios compañeros), en el militar (frecuentemente en el ejército los soldados son designados, como en la antigüedad, por su oficio, lugar de procedencia, rasgos físicos…), en el deportivo (conocida es la costumbre sudamericana de apodar a los futbolistas -“El Pelusa” [Maradona], “El Piojo López”-), en el cultural (cantantes flamencos como “Camarón de la Isla” o cantantes de hip-hop como “Eminem”) y en el mundo de la marginalidad y la delincuencia (“El Vaquilla”).
En muchos de estos ámbitos se produce como señala Yus “una manipulación de las convenciones sociales a la hora de nombrar a las personas.” De ahí que sea muy habitual entre adolescentes, para quienes “el apodo es un símbolo de adscripción grupal, proporciona una sensación de familiaridad, de pertenencia.”
Los apodos expresan algo más que un individuo en concreto, reflejan la vida cotidiana de la sociedad tradicional: objetos como albarquillas (zapato que usaba el hombre del campo), hachuela, teja, romana o atarre; profesiones como arriero, cabrero, jornalero o albardonero; animales como borrego, oveja, buey, caballo, borrico, pavo, gallo, conejo, perro, lobo o cabra; vegetales como berenjena, bellota, breva, cebolla, cirolita, madroño, habichuela, lechuga, perejil, rábano, sarmiento, nabo….
Vemos cómo la economía agrícola-ganadera está muy presente en estas poblaciones. El buey recuerda la campiña y las labores tradicionales de arado de la tierra; el caballo y el borrico el transporte; la labores de huerta están representadas en vegetales como, berengena, “cirolita”, rábano, perejil,...; y el ganado como cabra, oveja, borrego,...; la vid con el sarmiento; el monte con los animales de caza: conejo, perro,... Todo ello, unido a las profesiones recogidas dan lectura sucinta a ese cuadro que ha caracterizado el mundo local de Jimena desde siglos atrás.
En algunos casos, algunos apodos recuerdan un pasado de frontera, como el de "Matamoros". En esta población, fronteriza con el reino nazarí de Granada en el siglo XIII, el recuerdo de esta época ha estado presente en diversas manifestaciones, como pueden ser las fortalezas medievales, la advocación de la Iglesia a Santiago el Mayor, en Jimena, la presencia en esta Iglesia Parroquial de una vidriera dedicada a Santiago "Matamoros" y la existencia en épocas anteriores de una cofradía del Señor Santiago.
En otros casos, la enfermedad deja su huella en el mote. Tales son los sobrenombres de "Quebrao", denominación popular de herniado; "Picao", marcado por las huellas que la varicela deja en el piel; "Muda", pérdida parcial de la voz; "Sordo...", pérdida del oído; "Cara quemá", marcado por quemaduras; "Manco", pérdida de un brazo"; "Cojo..." pérdida de motilidad en las piernas; etc. En su mayor parte, estos casos forman parte de las características físicas del individuo, que como más arriba he indicado constituyen el tema preferido para los apodos.
No menos numerosas son las denominaciones de características psíquicas, incluso pasionales. Apodos como "Rabiaseca", "Valor", "Fresco ", "Afligío", los compuestos de la palabra "Tonto...", etc., forman un numeroso grupo que está presente en este pueblo, muchos de los cuales hemos incluido en la clasificación anterior como estados de ánimo.
El vestido tradicional es recogido en apodos como "Blusalarga", en alusión a la blusa, vestidura tradicional holgada y con mangas que utilizaban los hombres hasta bien entrado el siglo XX. Era muy popular y se consideraba muy útil por su comodidad para el trabajo. También objetos de uso tradicional son expresados en sobrenombres como "Capuchina apagá", en referencia a la lamparilla portátil de metal con apagador en forma de capucha, tradicional forma de iluminación en el mundo rural antes de la llegada de la luz eléctrica.
La religión, que ha formado y forma parte importante de la cultura tradicional de la población, está presente en diversos apodos, como son: "Carraco" (alusivo a la carraca, instrumento de madera utilizado algunos días de Semana Santa en sustitución de las campanas), "Cura...", "Curita...", "Señor", "Santo",...
La meteorología, tan importante para la economía tradicional agrícola de la población, deja su huella en apodos con denominaciones de meteoros que con frecuencia son perjudiciales para las cosechas. Tales son los de "Trueno", "Relámpago" y "Rayo", que acompañan a las tormentas. Otros apodos recuerdan el servicio militar, que conllevaba quintas, alojamientos y servicios, muy presente en la cultura tradicional y en los motes de la población, como "Guerra", "Militar", “Comandandte” "Quintillo", “Cabo Peta", Recluta", "Regular", y "Requeté".
Todos estos apodos se pueden considerar la creación anónima de un pueblo que encierra en este lenguaje su cultura tradicional, y acompañan al individuo hasta el final de su vida y se suele perpetuar en su descendencia.
Peceb, 2009.
02/06/2009
No te molestes por esas cosas, pues fijate que mis apodos, por lo menos, son estos:
CEBOLLA, PAPAROTO, PAJARILLO, REYES, FERMIN, MIGAS GORDAS, FERRELO, RIMUNDICO, EL DE CACHO, VITORUELA, RUBICHE, PASIONES, REBECA, ETC...