(CONTINUACIÓN)
En las jornadas inmediatas al fin de la Guerra, todos los hombres de Jimena (sin distinción política) fueron internados en el Campo de Concentración de “La Higuera”. Los que no estaban implicados en política y los simpatizantes del Nuevo Régimen fueron liberados prontamente. El resto pasarían por un “duro Calvario”.
En uno de aquellos días de abril, se extendió, cual reguero de pólvora, un rumor que conmocionó a toda la gente de nuestro pueblo: Andrés “Campanera” y Pedro el de “Santablanca” se habían fugado a la Sierra ante el miedo y temor (compartido por familiares y amigos) de que les aplicaran las disposiciones legales anteriormente citadas. Sin saberlo, se habían convertido en dos más de los numerosos “Maquis” de Sierra Mágina y otras Comarcas de la provincia de Jaén. En Mágina se harían famosos “El Catena” y “Pajuelas. En la Sierra Sur (concretamente en Fuensanta de Martos): “Cencerro” (su figura ha sido rescatada del olvido por la escritora Almudena Grandes en su novela “El niño que leía a Julio Verne”). Hagamos un breve paréntesis en nuestro “relato” para conocer algo más sobre los “Maquis”:
Maquis son los arbustos y matorrales que crecen en el bosque mediterráneo, sin embargo, históricamente, la palabra maquis tiene connotaciones políticas. En España, así fueron denominados los hombres que, en los primeros años de la Dictadura Franquista, lucharon contra ella en su afán de restablecer la República. Este conflicto se desarrolló por toda la Península, pero sus bases de operaciones, fueron principalmente las zonas rurales montañosas y arboladas, donde los “maquis” volvieron a desarrollar la guerra de guerrillas. Estos guerrilleros eran principalmente excombatientes de la Guerra Civil, políticos perseguidos o desertores del ejército franquista; todos sus hechos tuvieron una fuerte repercusión debido a sus “ideales” y actividad comprometida con la justicia social.
Para aquellos que se negaron a exiliarse o entregarse, no les quedó más salida que la sierra. Allí donde mejor conocían el terreno y en colaboración con cortijeros, pastores, carboneros y arrieros, los proscritos tendrían esperanzas para resistir el momento histórico y esperar una intervención de los países antifascistas y la ONU, la cual nunca llegó. Cuando se veían amenazados huían al monte y precisaban de apoyos en forma de intendencia, información y cobijo para las noches de invierno. Necesitaban puntos de avituallamiento para los desplazamientos y el concurso de una red de enlaces, confidentes y estafetas donde recoger alimentos y ropas, el correo o los periódicos obreros. Realizaban los desplazamientos por la noche, alejados de los caminos y marchando siempre en silencio. El uso del fuego estaba restringido, se cocinaba lo estrictamente necesario y en lugares cerrados para ocultar el humo. Ante las dificultades de perseguirlos por la serranía, lugar donde los guardias partían en desventaja, se utilizó la estrategia de conceder premios a los delatores, desertores y arrepentidos, conmutando las penas e incluso concediendo su ingreso en la misma Guardia Civil a los que se entregaran o confesaran.
Retomemos ahora la narración:
La noticia de la huída de “Campanera” y “Santablanca” fue acogida de manera muy diversa en los locales jimenatos de ocio. Mientras que en el “Casino de los Señores” y en la sede de Falange (ubicados uno encima del otro en el lugar de la Plaza que ahora ocupa la casa de Paqui la “Camisona” y Alfredo “El Curro”) la indignación se “mitigaba” con el canto del “Cara al Sol”, “Prietas las Filas”, “Falangista soy” o “Yo tenía un camarada”, por contrario, la alegría inundaba los bares y tabernas frecuentados por jornaleros y obreros “sojuzgados”.
En esas fechas existían, en la calle principal o “Carrera”, los siguientes establecimientos para el consumo de alcohol (casi exclusivamente vino peleón y aguardientes): el de Magdalena y su marido Juanico “El Mataor” en la esquina de la Plaza y la Carrera, a continuación (a lo largo de la misma) los siguientes bares, tabernas o figones: “ Aurelio López”, “Manuel Parra" (todo el mundo hablaba de la belleza de su mujer "La Tula”), “Fítere”, “Martín Granados”, “Los Gallos”, “Goro”, “Juan Miguel Prieto” y “Luis Manuel Repoza”. La ilusión de la fuga (frente a la rabia de los socios del Casino, señoritos y agricultores acomodados fieles al Generalísimo), hacía entonar, entre los parroquianos de estos “antros” de gente trabajadora, otro tipo de cánticos:
“En la plaza de mi pueblo dijo el jornalero al amo: nuestros hijos nacerán con el puño levantado. Esta tierra que no es mía, esta tierra es del amo. La riego con mi sudor, la trabajo con mis manos. Pero dime, compañero, si estas tierras son del amo ¿por qué nunca lo hemos visto trabajando en el arado?. Con mi arado y mi sudor escribo páginas sobre la mísera tierra…..”.
Desde los primeros días de la huída las fuerzas de la Guardia Civil comenzaron su búsqueda y captura. Sus primeras “visitas” las dirigieron a las fincas de “La Pomarada” del padre de “Campanera” y a “Las Hierbas”, también de la familia de este. Cada día que volvían de sus fracasadas pesquisas los cansados guardias, al pasar por la Carrera, sus oídos se llenaban con algunas estrofas de coplas populares “retocadas”:
¡Ay Campanera! ¿Por qué se tan pintao las ojeras como la flor del lirio real? ¿Por qué te has puesto de cera?! Ay Campanera!, aunque la gente no quiera eres la alondra valiente que arza la frente y echa a cantar. Dicen que estás perseguio y que andas escondió. Cuentan que su amante espera a Campanera y en la madrugada Dios se la manda como compañera. ¡Ay Campanera!.
¡Santablanca campero!, toro, torito fiero. Con bandera blanca y verde ¡Ay Santablanca te quiero! ¡Ay Santablanca!.
Pedro el de “Santablanca” pertenecía a una familia “pudiente” y había realizado estudios de Farmacia. De ideas republicanas y fiel al Gobierno elegido por los votantes españoles, se había alistado en el Ejército Miliciano y llegó a conseguir el grado de Capitán. Sus convicciones políticas habían dado lugar a la ruptura de las relaciones formales con su novia de toda la vida (Carmencita) obligada por los padres de ella que pertenecían a una familia de rancio abolengo jimenato. Al finalizar la Guerra había regresado a Jimena donde suponía que “nadie” lo molestaría. De estado civil soltero, tenía amplia cultura y era un buen lector empedernido.
Andrés “Campanera” era hijo de una familia de sencillos propietarios de varias fincas de olivos. Había pertenecido a la Corporación Municipal en el período más virulento de los primeros momentos de la Contienda (conviene recordar que el “Terror Rojo” se cobró en Jimena 26 indefensas vidas, aunque tampoco olvidaremos que, este número, sería luego ampliamente superado por el “Terror Azul”). También había sído líder de Las Juventudes Socialistas. Era en esos momentos el Alcalde de la localidad. Tenía en su haber un valiente enfrentamiento con un “piquete” de revolucionarios que, encaramados en un camión procedente de Jódar, intentaban realizar otra “saca” (entre los partidarios de la Sublevación Militar) con el consiguiente “paseo” de luctuoso final. Estaba casado y tenía una hija de corta edad. Temiendo la “que se le podía caer encima” se lanzó a la fuga acompañado de Santablanca.
Los refugios para ocultarse no faltaban por los alrededores de la finca “Las Hierbas” propiedad de la familia de “Campanera”. Entre las numerosas Cuevas de la zona (de acceso difícil y cómodas para su camuflaje) hemos encontrado estas: la del Curro, la Ventana, los Marines, el Boquete, las Palomas, las Goteras, el Cuevarrón, la del Tío Marverano en la Majá de Josa y la de los Enamorados en el Torcal de la Pipa. Igualmente, las conocidas construcciones realizadas en piedra seca (Caracoles) por los pastores podrían utilizarlos como “abrigo”. Los Juncos, las Cañas frescas, la Juncia, el Esparto, los Perejilejos o los Carrizos servirían para disimular la entrada de las cuevas. (SIGUE)
En las jornadas inmediatas al fin de la Guerra, todos los hombres de Jimena (sin distinción política) fueron internados en el Campo de Concentración de “La Higuera”. Los que no estaban implicados en política y los simpatizantes del Nuevo Régimen fueron liberados prontamente. El resto pasarían por un “duro Calvario”.
En uno de aquellos días de abril, se extendió, cual reguero de pólvora, un rumor que conmocionó a toda la gente de nuestro pueblo: Andrés “Campanera” y Pedro el de “Santablanca” se habían fugado a la Sierra ante el miedo y temor (compartido por familiares y amigos) de que les aplicaran las disposiciones legales anteriormente citadas. Sin saberlo, se habían convertido en dos más de los numerosos “Maquis” de Sierra Mágina y otras Comarcas de la provincia de Jaén. En Mágina se harían famosos “El Catena” y “Pajuelas. En la Sierra Sur (concretamente en Fuensanta de Martos): “Cencerro” (su figura ha sido rescatada del olvido por la escritora Almudena Grandes en su novela “El niño que leía a Julio Verne”). Hagamos un breve paréntesis en nuestro “relato” para conocer algo más sobre los “Maquis”:
Maquis son los arbustos y matorrales que crecen en el bosque mediterráneo, sin embargo, históricamente, la palabra maquis tiene connotaciones políticas. En España, así fueron denominados los hombres que, en los primeros años de la Dictadura Franquista, lucharon contra ella en su afán de restablecer la República. Este conflicto se desarrolló por toda la Península, pero sus bases de operaciones, fueron principalmente las zonas rurales montañosas y arboladas, donde los “maquis” volvieron a desarrollar la guerra de guerrillas. Estos guerrilleros eran principalmente excombatientes de la Guerra Civil, políticos perseguidos o desertores del ejército franquista; todos sus hechos tuvieron una fuerte repercusión debido a sus “ideales” y actividad comprometida con la justicia social.
Para aquellos que se negaron a exiliarse o entregarse, no les quedó más salida que la sierra. Allí donde mejor conocían el terreno y en colaboración con cortijeros, pastores, carboneros y arrieros, los proscritos tendrían esperanzas para resistir el momento histórico y esperar una intervención de los países antifascistas y la ONU, la cual nunca llegó. Cuando se veían amenazados huían al monte y precisaban de apoyos en forma de intendencia, información y cobijo para las noches de invierno. Necesitaban puntos de avituallamiento para los desplazamientos y el concurso de una red de enlaces, confidentes y estafetas donde recoger alimentos y ropas, el correo o los periódicos obreros. Realizaban los desplazamientos por la noche, alejados de los caminos y marchando siempre en silencio. El uso del fuego estaba restringido, se cocinaba lo estrictamente necesario y en lugares cerrados para ocultar el humo. Ante las dificultades de perseguirlos por la serranía, lugar donde los guardias partían en desventaja, se utilizó la estrategia de conceder premios a los delatores, desertores y arrepentidos, conmutando las penas e incluso concediendo su ingreso en la misma Guardia Civil a los que se entregaran o confesaran.
Retomemos ahora la narración:
La noticia de la huída de “Campanera” y “Santablanca” fue acogida de manera muy diversa en los locales jimenatos de ocio. Mientras que en el “Casino de los Señores” y en la sede de Falange (ubicados uno encima del otro en el lugar de la Plaza que ahora ocupa la casa de Paqui la “Camisona” y Alfredo “El Curro”) la indignación se “mitigaba” con el canto del “Cara al Sol”, “Prietas las Filas”, “Falangista soy” o “Yo tenía un camarada”, por contrario, la alegría inundaba los bares y tabernas frecuentados por jornaleros y obreros “sojuzgados”.
En esas fechas existían, en la calle principal o “Carrera”, los siguientes establecimientos para el consumo de alcohol (casi exclusivamente vino peleón y aguardientes): el de Magdalena y su marido Juanico “El Mataor” en la esquina de la Plaza y la Carrera, a continuación (a lo largo de la misma) los siguientes bares, tabernas o figones: “ Aurelio López”, “Manuel Parra" (todo el mundo hablaba de la belleza de su mujer "La Tula”), “Fítere”, “Martín Granados”, “Los Gallos”, “Goro”, “Juan Miguel Prieto” y “Luis Manuel Repoza”. La ilusión de la fuga (frente a la rabia de los socios del Casino, señoritos y agricultores acomodados fieles al Generalísimo), hacía entonar, entre los parroquianos de estos “antros” de gente trabajadora, otro tipo de cánticos:
“En la plaza de mi pueblo dijo el jornalero al amo: nuestros hijos nacerán con el puño levantado. Esta tierra que no es mía, esta tierra es del amo. La riego con mi sudor, la trabajo con mis manos. Pero dime, compañero, si estas tierras son del amo ¿por qué nunca lo hemos visto trabajando en el arado?. Con mi arado y mi sudor escribo páginas sobre la mísera tierra…..”.
Desde los primeros días de la huída las fuerzas de la Guardia Civil comenzaron su búsqueda y captura. Sus primeras “visitas” las dirigieron a las fincas de “La Pomarada” del padre de “Campanera” y a “Las Hierbas”, también de la familia de este. Cada día que volvían de sus fracasadas pesquisas los cansados guardias, al pasar por la Carrera, sus oídos se llenaban con algunas estrofas de coplas populares “retocadas”:
¡Ay Campanera! ¿Por qué se tan pintao las ojeras como la flor del lirio real? ¿Por qué te has puesto de cera?! Ay Campanera!, aunque la gente no quiera eres la alondra valiente que arza la frente y echa a cantar. Dicen que estás perseguio y que andas escondió. Cuentan que su amante espera a Campanera y en la madrugada Dios se la manda como compañera. ¡Ay Campanera!.
¡Santablanca campero!, toro, torito fiero. Con bandera blanca y verde ¡Ay Santablanca te quiero! ¡Ay Santablanca!.
Pedro el de “Santablanca” pertenecía a una familia “pudiente” y había realizado estudios de Farmacia. De ideas republicanas y fiel al Gobierno elegido por los votantes españoles, se había alistado en el Ejército Miliciano y llegó a conseguir el grado de Capitán. Sus convicciones políticas habían dado lugar a la ruptura de las relaciones formales con su novia de toda la vida (Carmencita) obligada por los padres de ella que pertenecían a una familia de rancio abolengo jimenato. Al finalizar la Guerra había regresado a Jimena donde suponía que “nadie” lo molestaría. De estado civil soltero, tenía amplia cultura y era un buen lector empedernido.
Andrés “Campanera” era hijo de una familia de sencillos propietarios de varias fincas de olivos. Había pertenecido a la Corporación Municipal en el período más virulento de los primeros momentos de la Contienda (conviene recordar que el “Terror Rojo” se cobró en Jimena 26 indefensas vidas, aunque tampoco olvidaremos que, este número, sería luego ampliamente superado por el “Terror Azul”). También había sído líder de Las Juventudes Socialistas. Era en esos momentos el Alcalde de la localidad. Tenía en su haber un valiente enfrentamiento con un “piquete” de revolucionarios que, encaramados en un camión procedente de Jódar, intentaban realizar otra “saca” (entre los partidarios de la Sublevación Militar) con el consiguiente “paseo” de luctuoso final. Estaba casado y tenía una hija de corta edad. Temiendo la “que se le podía caer encima” se lanzó a la fuga acompañado de Santablanca.
Los refugios para ocultarse no faltaban por los alrededores de la finca “Las Hierbas” propiedad de la familia de “Campanera”. Entre las numerosas Cuevas de la zona (de acceso difícil y cómodas para su camuflaje) hemos encontrado estas: la del Curro, la Ventana, los Marines, el Boquete, las Palomas, las Goteras, el Cuevarrón, la del Tío Marverano en la Majá de Josa y la de los Enamorados en el Torcal de la Pipa. Igualmente, las conocidas construcciones realizadas en piedra seca (Caracoles) por los pastores podrían utilizarlos como “abrigo”. Los Juncos, las Cañas frescas, la Juncia, el Esparto, los Perejilejos o los Carrizos servirían para disimular la entrada de las cuevas. (SIGUE)
Hola, me gustaría saber más de estos testimonios. Estoy buscando información de mis familiares.