Hoy, para los que les gusta conocer el pasado de nuestro pueblo, he recopilado unos datos referentes a un edificio que todos recordamos, que aún hoy existe, en la calle Barriobajo concretamene debajo de la casa que era de los Cornetas, y para que tengais mejos referencia en esta casa de los cornetas siempre habia en lña ventana una cruz de hecha de papel, pues concretamente debajo y haciendo esquina con la calle que sube a la calle Bella, "la del Parralejo" y concretamente a la "BOMBI", se encontraba
EL HOSPITAL DE POBRES Y PASAJEROS.
Todos tenemos claro hoy en día el concepto de “hospital”: es el lugar donde se diagnostica y trata a los enfermos para procurar su curación. Sin embargo, esta es una definición que podríamos considerar moderna, por cuanto hasta prácticamente finales del siglo XIX, un hospital era sobre todo un albergue para transeúntes: un establecimiento donde se acogía temporalmente a los pobres y pasajeros, estuvieran o no enfermos. Hay que recordar, en este sentido, los numerosos hospitales del Camino de Santiago, que eran, primero que nada, lugares donde se hospedaba a los que hacían el trayecto, aunque además tuvieran carácter asistencial.
Dicen los estudios que hoy son mas ocho millones los españoles que viven por debajo del umbral de la pobreza, pero no se nos ocurre pensar que tenga que haber edificios destinados específicamente a acogerles y socorrerles. En siglos pasados, y salvo una minoría pudiente, toda la sociedad hubiera entrado en esa categoría. Para los mismos trabajadores, la frontera entre el vivir al día y la pobreza era muy débil, y los numerosos años de malas cosechas o epidemias disparaban los números de necesitados.
Cuanto mayor fuera una ciudad, más eran sus pobres y más atraía a los desheredados de otras latitudes, pero también eran más y mayores sus hospitales. Jaén a mediados del siglo XVI rondaba los 17.000 habitantes y dicen los historiadores que entre un 15 y un 20 % eran pobres que necesitaban atención. En esta situación, la acción combinada de la monarquía, la nobleza y el clero, con el obispo a la cabeza, que llegaban a rivalizar en quién hacía más limosnas y fundaciones hospitalarias, aseguraba que no se produjeran constantes estallidos sociales. Había hospitales que dependían de cofradías, otros de un patronato religioso, otros eran de patronato real, algunos pertenecían a familias nobles y la mayoría eran pequeños hospitalitos ligados a las Parroquias. Incluso se especializaron: en el de San Juan de Dios, de Jaén, se trataba a los enfermos del “fuego sacro” o ergotismo, enfermedad causada por el consumo del cornezuelo del centeno; tambien se curaba la lepra; llegaron a admitir a los incurables; al de, Santiago de Ubeda, los dementes y los afectados de sífilis; el de Baeza acogía a los niños expósitos; y en el de la Torre de Pero Gil se curaba a los pobres con enfermedades no contagiosas. En 1580, los hospitales que había en la provincia contaban con más de mil camas disponibles.
Esto en las grandes ciudades, pero ¿y en los pueblos?. La situación era, lógicamente, muy diferente; pero en muchos de ellos fueron los mecenas locales los que fundaron establecimientos de este tipo y los dotaron para que pudieran ser autosuficientes en adelante. En Jimena, tras la epidemia de colera morbo de mediados del siglo XVI (la que dio su origen en 1536 al Voto a San Sebastian y San Marcos), comienza una etapa de expansión económica que tiene su plasmación real en el florecimiento de la industria pañera, visible sobre todo en el siglo XVI, en el que se alcanzan los tres mil habitantes en la villa. Es posible que fuera algún bienhechor enriquecido con estas industrias, y aunque no sabemos con certeza quién lo hizo ni con qué motivo, lo cierto es que durante el siglo XV o primera mitad del XVI, se funda este hospital. En 1575 tenemos las primeras noticias escritas de el: “En esta villa hay un hospital, se llama el Hospital de Nuestra Señora ó Santa Maria, y tiene hasta doce fanegas de tierra y dos mil maravedíes de renta en cada un año que le dejó Gonzalo Vázquez, difunto, vecino que fue de esta villa”. La filantropía de Gonzalo Vázquez le llevó a dejar también en su testamento 20.000 maravedís de renta para vestir a los pobres en Navidad y repartirles comida en Pascua de Resurrección, 20 ducados de renta (7.500 maravedís) a la Cofradía de las Benditas Animas y otros 6.000 maravedís para pagar el predicador de la Cuaresma.
La ruina de la industria local fue quizá la causante de la desaparición del Hospital de Nuestra Señora o Santa María, del que hemos podido saber que se ubicaba en la margen derecha de la calle Barriobajo, justo en la esquina de la interseccion con la Calle Bella, justo donde estaba la fabrica del Piojo. En 1677, según las cronicas del doctor Vazquez de Godoy, ya no existía. Cabe la posibilidad de que sus rentas se añadieran la Cofradía de las Animas Benditas.
En el Catastro de Ensenada (año 1752) se dice que “sirve para que se recojan los pobres pasajeros y enfermos, el cual tiene de caudal diferentes piezas de tierra, que le producirán de utilidad anual, por sus arrendamientos, cien reales poco más o menos, lo que se distribuye en reparos de la citada casa, ayuda de costa que se le da al casero por su asistencia y, el año que sobra alguna cosa, en el socorro de los pobres enfermos”. Era una casa que estaba situada muy cerca del meson que se ubicaba en el Barriobajo, con fachada en esquina a la actual calle Bella y Barriobajo Tenía treinta y ocho varas de frente y veintiuna de fondo, y disponía de tres dormitorios dobles y dos cocinas, además del patio y los corrales, que llegaban hasta la calle Bella. Según este mismo documento, de los poco más de 1,700 habitantes del Jimena de entonces, los pobres de solemnidad e impedidos para trabajar que estaban declarados eran 19, mientras que sólo había dos médicos para atender a toda la población: José de Ortiz y Vicente Valera.
Con el paso del tiempo, el hospital se fue abandonando y la desamortización le dejó sin medios de subsistencia: en 1845 se dice en el diccionario de don Pascual Madoz que estaba “arruinado y sin rentas”. Pasó entonces a depender directamente del municipio y, ya en nuestro siglo, en 1912 se vendió parte de su solar. El resto fue utilizado como almacenes municipales y todos recordamos que incluso, durante un tiempo, fue casa de beneficencia para dar albergue a algunos vecinos de los mas necesitados del pueblo.
Durante cerca de cuatro siglos fue la única (y muchas veces la última) solución para los que no podían pagar a un médico que les atendiera en su casa y, también, el sitio a donde se dirigían los viajeros que no tenían ni para pagar una posada. Por su importancia histórica y, sobre todo, por su especial significado para la localidad, creo que bien se merecía estas líneas el primer hospital de pobres y pasajeros de Jimena.
Bueno, otro dias os contaré mas cosa de nuestro pueblo, hasta otro día.
Peceb, 2009
19/07/2009
EL HOSPITAL DE POBRES Y PASAJEROS.
Todos tenemos claro hoy en día el concepto de “hospital”: es el lugar donde se diagnostica y trata a los enfermos para procurar su curación. Sin embargo, esta es una definición que podríamos considerar moderna, por cuanto hasta prácticamente finales del siglo XIX, un hospital era sobre todo un albergue para transeúntes: un establecimiento donde se acogía temporalmente a los pobres y pasajeros, estuvieran o no enfermos. Hay que recordar, en este sentido, los numerosos hospitales del Camino de Santiago, que eran, primero que nada, lugares donde se hospedaba a los que hacían el trayecto, aunque además tuvieran carácter asistencial.
Dicen los estudios que hoy son mas ocho millones los españoles que viven por debajo del umbral de la pobreza, pero no se nos ocurre pensar que tenga que haber edificios destinados específicamente a acogerles y socorrerles. En siglos pasados, y salvo una minoría pudiente, toda la sociedad hubiera entrado en esa categoría. Para los mismos trabajadores, la frontera entre el vivir al día y la pobreza era muy débil, y los numerosos años de malas cosechas o epidemias disparaban los números de necesitados.
Cuanto mayor fuera una ciudad, más eran sus pobres y más atraía a los desheredados de otras latitudes, pero también eran más y mayores sus hospitales. Jaén a mediados del siglo XVI rondaba los 17.000 habitantes y dicen los historiadores que entre un 15 y un 20 % eran pobres que necesitaban atención. En esta situación, la acción combinada de la monarquía, la nobleza y el clero, con el obispo a la cabeza, que llegaban a rivalizar en quién hacía más limosnas y fundaciones hospitalarias, aseguraba que no se produjeran constantes estallidos sociales. Había hospitales que dependían de cofradías, otros de un patronato religioso, otros eran de patronato real, algunos pertenecían a familias nobles y la mayoría eran pequeños hospitalitos ligados a las Parroquias. Incluso se especializaron: en el de San Juan de Dios, de Jaén, se trataba a los enfermos del “fuego sacro” o ergotismo, enfermedad causada por el consumo del cornezuelo del centeno; tambien se curaba la lepra; llegaron a admitir a los incurables; al de, Santiago de Ubeda, los dementes y los afectados de sífilis; el de Baeza acogía a los niños expósitos; y en el de la Torre de Pero Gil se curaba a los pobres con enfermedades no contagiosas. En 1580, los hospitales que había en la provincia contaban con más de mil camas disponibles.
Esto en las grandes ciudades, pero ¿y en los pueblos?. La situación era, lógicamente, muy diferente; pero en muchos de ellos fueron los mecenas locales los que fundaron establecimientos de este tipo y los dotaron para que pudieran ser autosuficientes en adelante. En Jimena, tras la epidemia de colera morbo de mediados del siglo XVI (la que dio su origen en 1536 al Voto a San Sebastian y San Marcos), comienza una etapa de expansión económica que tiene su plasmación real en el florecimiento de la industria pañera, visible sobre todo en el siglo XVI, en el que se alcanzan los tres mil habitantes en la villa. Es posible que fuera algún bienhechor enriquecido con estas industrias, y aunque no sabemos con certeza quién lo hizo ni con qué motivo, lo cierto es que durante el siglo XV o primera mitad del XVI, se funda este hospital. En 1575 tenemos las primeras noticias escritas de el: “En esta villa hay un hospital, se llama el Hospital de Nuestra Señora ó Santa Maria, y tiene hasta doce fanegas de tierra y dos mil maravedíes de renta en cada un año que le dejó Gonzalo Vázquez, difunto, vecino que fue de esta villa”. La filantropía de Gonzalo Vázquez le llevó a dejar también en su testamento 20.000 maravedís de renta para vestir a los pobres en Navidad y repartirles comida en Pascua de Resurrección, 20 ducados de renta (7.500 maravedís) a la Cofradía de las Benditas Animas y otros 6.000 maravedís para pagar el predicador de la Cuaresma.
La ruina de la industria local fue quizá la causante de la desaparición del Hospital de Nuestra Señora o Santa María, del que hemos podido saber que se ubicaba en la margen derecha de la calle Barriobajo, justo en la esquina de la interseccion con la Calle Bella, justo donde estaba la fabrica del Piojo. En 1677, según las cronicas del doctor Vazquez de Godoy, ya no existía. Cabe la posibilidad de que sus rentas se añadieran la Cofradía de las Animas Benditas.
En el Catastro de Ensenada (año 1752) se dice que “sirve para que se recojan los pobres pasajeros y enfermos, el cual tiene de caudal diferentes piezas de tierra, que le producirán de utilidad anual, por sus arrendamientos, cien reales poco más o menos, lo que se distribuye en reparos de la citada casa, ayuda de costa que se le da al casero por su asistencia y, el año que sobra alguna cosa, en el socorro de los pobres enfermos”. Era una casa que estaba situada muy cerca del meson que se ubicaba en el Barriobajo, con fachada en esquina a la actual calle Bella y Barriobajo Tenía treinta y ocho varas de frente y veintiuna de fondo, y disponía de tres dormitorios dobles y dos cocinas, además del patio y los corrales, que llegaban hasta la calle Bella. Según este mismo documento, de los poco más de 1,700 habitantes del Jimena de entonces, los pobres de solemnidad e impedidos para trabajar que estaban declarados eran 19, mientras que sólo había dos médicos para atender a toda la población: José de Ortiz y Vicente Valera.
Con el paso del tiempo, el hospital se fue abandonando y la desamortización le dejó sin medios de subsistencia: en 1845 se dice en el diccionario de don Pascual Madoz que estaba “arruinado y sin rentas”. Pasó entonces a depender directamente del municipio y, ya en nuestro siglo, en 1912 se vendió parte de su solar. El resto fue utilizado como almacenes municipales y todos recordamos que incluso, durante un tiempo, fue casa de beneficencia para dar albergue a algunos vecinos de los mas necesitados del pueblo.
Durante cerca de cuatro siglos fue la única (y muchas veces la última) solución para los que no podían pagar a un médico que les atendiera en su casa y, también, el sitio a donde se dirigían los viajeros que no tenían ni para pagar una posada. Por su importancia histórica y, sobre todo, por su especial significado para la localidad, creo que bien se merecía estas líneas el primer hospital de pobres y pasajeros de Jimena.
Bueno, otro dias os contaré mas cosa de nuestro pueblo, hasta otro día.
Peceb, 2009
19/07/2009