En una de mis intervenciones de días pasados, demandaba a los Foreros que viven en el pueblo, que nos contaran más cosas de los “aconteceres” del mismo, me quejaba de la poca información que se había dado sobre la parte “mundana” de las Fiestas pasadas. Alguno, (“admirado” Palomero), con un poco de retraso, ya lo ha subsanado en parte y nos enumeró los nombres de las damas que conformaron la “Página Rosa” de las Verbenas.
Éste verano, he pasado casi tres semanas en el pueblo y he podido vivir en persona algunos hechos, que a mí, particularmente me han llamado la atención (con gran alegría para mí) y que aquí no se han comentado. Por ejemplo:
1) LA RECUPERACIÓN DE LA PLAZA. Después de varios años en que éste lugar emblemático de Jimena se había convertido en un Cementerio, ha vuelto el “bullicio” y la alegría. Las mesas llenas todas las noches, las pandillas de jóvenes con su vistosidad y animación, las tertulias de “forasteros” y lugareños, las copas y “cubatas” hasta la hora del cierre en la madrugada, etc, etc. Enhorabuena a los dos bares “La Sevillanita” y “El Morgan” y lástima que no pueda decir lo mismo de la antigua Peña Cultural (algunos se lo buscan solos)
2) El “Kiosko” de Cánava y su “liga” del mediodía. Desde que se retiró, el siempre recordado Alejandro (para mí y para otros muchos el mejor tabernero que en Jimena he conocido), el kiosko, era como la duda de Hamlet: “Ser o no ser, he ahí el dilema”. Nunca sabías si abría o cerraba, si funcionaba la cocina o nó, si había raciones, si daban comidas o nó y sobre todo sin una buena dirección. Pues bien, gracias a Manolo “Bacalailla” todo esto se ha subsanado y ya hemos podido disfrutar, por fin, otra vez de nuestro Kiosko.
3) Los “guisos” en las huertas. Hoy en día, en Jimena, son muchas las familias de trabajadores normales y corrientes, que se han construido sus residencias veraniegas en los alrededores del pueblo y que nada tienen que envidiarles a las de los Señoritos de antaño. Las cosechas de aceituna y las subvenciones que se reciben desde el ingreso en la Unión Europa, dan para eso y muchas cosas más, aunque sigas oyendo quejas.
Particularmente, no me puedo dejar de acordar de los “chuletones” a la brasa degustados en Villa Mantecas y de la buena acogida de los anfitriones Mari y Andrés. También he gozado de la paz y tranquilidad (junto a una buena “pipirrana” con productos ecológicos de producción propia) que se respira en “La Oropéndola”, acompañado de sus dueños (esa pareja de artistas y “bohemios”) que en el pueblo tienen fama de “algo loquillos”. Igualmente, no quiero dejar en el tintero el exquisito “guiso de trigo” (Alejandra Patillas fue la cocinera principal) que tuve oportunidad de saborear en la huerta de Cristo Olivera, en donde se reunieron las familias Almagro-Alameda para celebrar el estado de “buena esperanza” en que se encuentran Cecilia y Martín.
Finalmente y para recordar que no todo en la vida son “días de vino y rosas”, os voy a contar la doble sensación que se experimenta cuando te sientas en el “patín” de la huerta de Cristo Olivera. Si te sientas mirando a Jimena, o a las otras huertas del Este o del Oeste, no hay ningún problema, pero si te sientas mirando al Norte te encuentras de frente con las tapias del cementerio.
Cuando estás entregado a los placeres de la carne (de choto, borrego o cerdo, no penséis mal) no viene mal recordar la sentencia (seguramente masónica) que figura en la placa de piedra que hay a la entrada del Cementerio:
“Templo de la verdad es el que admiras,
no desoigas la voz del que te advierte,
porque todo es ilusión menos la muerte”.
Aunque a mi particulamente me gusta más la estrofa del soneto de D. Francisco de Quevedo “Amor constante mas allá de la muerte”, en la versión musical de Luis Eduardo Aute, que tituló “Polvo Enamorado”:
“Y si al fin no somos más que polvo,
seamos polvo, seamos polvo nada más….
más polvo enamorado”.
Saludos y seguiremos en la brecha,
Éste verano, he pasado casi tres semanas en el pueblo y he podido vivir en persona algunos hechos, que a mí, particularmente me han llamado la atención (con gran alegría para mí) y que aquí no se han comentado. Por ejemplo:
1) LA RECUPERACIÓN DE LA PLAZA. Después de varios años en que éste lugar emblemático de Jimena se había convertido en un Cementerio, ha vuelto el “bullicio” y la alegría. Las mesas llenas todas las noches, las pandillas de jóvenes con su vistosidad y animación, las tertulias de “forasteros” y lugareños, las copas y “cubatas” hasta la hora del cierre en la madrugada, etc, etc. Enhorabuena a los dos bares “La Sevillanita” y “El Morgan” y lástima que no pueda decir lo mismo de la antigua Peña Cultural (algunos se lo buscan solos)
2) El “Kiosko” de Cánava y su “liga” del mediodía. Desde que se retiró, el siempre recordado Alejandro (para mí y para otros muchos el mejor tabernero que en Jimena he conocido), el kiosko, era como la duda de Hamlet: “Ser o no ser, he ahí el dilema”. Nunca sabías si abría o cerraba, si funcionaba la cocina o nó, si había raciones, si daban comidas o nó y sobre todo sin una buena dirección. Pues bien, gracias a Manolo “Bacalailla” todo esto se ha subsanado y ya hemos podido disfrutar, por fin, otra vez de nuestro Kiosko.
3) Los “guisos” en las huertas. Hoy en día, en Jimena, son muchas las familias de trabajadores normales y corrientes, que se han construido sus residencias veraniegas en los alrededores del pueblo y que nada tienen que envidiarles a las de los Señoritos de antaño. Las cosechas de aceituna y las subvenciones que se reciben desde el ingreso en la Unión Europa, dan para eso y muchas cosas más, aunque sigas oyendo quejas.
Particularmente, no me puedo dejar de acordar de los “chuletones” a la brasa degustados en Villa Mantecas y de la buena acogida de los anfitriones Mari y Andrés. También he gozado de la paz y tranquilidad (junto a una buena “pipirrana” con productos ecológicos de producción propia) que se respira en “La Oropéndola”, acompañado de sus dueños (esa pareja de artistas y “bohemios”) que en el pueblo tienen fama de “algo loquillos”. Igualmente, no quiero dejar en el tintero el exquisito “guiso de trigo” (Alejandra Patillas fue la cocinera principal) que tuve oportunidad de saborear en la huerta de Cristo Olivera, en donde se reunieron las familias Almagro-Alameda para celebrar el estado de “buena esperanza” en que se encuentran Cecilia y Martín.
Finalmente y para recordar que no todo en la vida son “días de vino y rosas”, os voy a contar la doble sensación que se experimenta cuando te sientas en el “patín” de la huerta de Cristo Olivera. Si te sientas mirando a Jimena, o a las otras huertas del Este o del Oeste, no hay ningún problema, pero si te sientas mirando al Norte te encuentras de frente con las tapias del cementerio.
Cuando estás entregado a los placeres de la carne (de choto, borrego o cerdo, no penséis mal) no viene mal recordar la sentencia (seguramente masónica) que figura en la placa de piedra que hay a la entrada del Cementerio:
“Templo de la verdad es el que admiras,
no desoigas la voz del que te advierte,
porque todo es ilusión menos la muerte”.
Aunque a mi particulamente me gusta más la estrofa del soneto de D. Francisco de Quevedo “Amor constante mas allá de la muerte”, en la versión musical de Luis Eduardo Aute, que tituló “Polvo Enamorado”:
“Y si al fin no somos más que polvo,
seamos polvo, seamos polvo nada más….
más polvo enamorado”.
Saludos y seguiremos en la brecha,