Los orígenes de la ciudad se remontan a la prehistoria, con el desarrollo de los primeros asentamientos humanos en torno a la imponente peña que domina la ciudad, por este motivo, y la orografía accidentada del terreno, hace que el casco histórico esté compuesto por
calles angostas, sinuosas y empinadas, mientras que los nuevos
barrios buscan la llanura propia del
valle del Guadalquivir hacia el oeste y suroeste de la ciudad. El casco histórico de
Martos está declarado Bien de Interés Cultural, con la categoría de conjunto histórico-
artístico.
Los orígenes de Martos son muy antiguos, sobre el siglo VI a C. ya era una ciudad conocida, nombrada como Tucci, un importante oppidum ibérico emplazado en la parte alta de la Peña, citada en las obras de Ptolomeo, Estrabón, Mela y Plinio.
En el año 14-15 a de C., el emperador Augusto fundó en ella la Colonia Gemella Tucci, con contingentes veteranos de las legiones III Macedonia y X Gémina que habían luchado en las guerras cántabras. De gran valor es la descripción que en el siglo XVI realizó el erudito Diego de Villalta de lo que debió ser el centro
monumental de la ciudad
romana: localizado en la
plaza del
Ayuntamiento, anota que es un gran espacio losado de
piedras negras escuadradas de labor excelente y apunta que cavando en esta plaza vio hermosas
columnas de jaspe basto, así como
capiteles y pedestales correspondientes a las mismas.
En época visigoda era sede episcopal, sus representantes aparecen entre los suscriptores del concilio de Ilíberis del año 306 y posteriormente en algunos de
Toledo. De esta época es la pieza arqueológica más importante aparecida en la localidad, el sarcófago paleocristiano que se conserva en el
Museo Provincial.
En el siglo X al-Muqaddasi, al referirse a esta población emplea por primera vez el término de Martus, la cita entre los 13 distritos administrativos que rodeaban
Córdoba y de la que según él dependía, en lo que se equivoca, ya que estaba incluida en la cora de Yayyan (
Jaén). La considera una de las principales productoras de vid,
olivo e higos, del valle del Guadalquivir.
En el siglo XI, cuando Al-Andalus queda dividida en más de 30 reinos, Martos formaría parte del de
Granada, gobernado por los Ziríes, pero hacia 1078 ó 1079 el emir Abd Allah se vio obligado a cederla a
Sevilla.
Durante este periodo Martos tuvo una gran importancia estratégica y estuvo dotada de dos dispositivos defensivos: un
castillo urbano y una importante fortaleza en altura, la denominada Peña de Martos; a los que hay que añadir el recinto
amurallado de la propia ciudad.
Martos fue una de las primeras poblaciones que el emir de Baeza, al-Bayyasi entregó a Fernando III en 1225, como parte del pacto firmado entre ambos. Tres años más tarde el rey la entregó a la Orden de Calatrava. Desde aquel momento hasta unos tres siglos y medio más tarde Martos fue un importante bastión defensivo de la Orden Calatrava frente al reino nazarí. Por ello uno de los principales cambios acaecidos en la ciudad fue la reestructuración de la fortaleza musulmana. La orden montó un triple recinto: exterior, alcazarejo y
torre del
homenaje, que a la vez articulaba otras líneas defensivas.
En el siglo XVI la ciudad vivió una etapa de expansión económica y social y de estabilidad institucional, que se materializó en la transformación urbanística de su casco urbano mediante la realización de planes de ornamentación como correspondía a una villa cabeza de la Encomienda de Calatrava.
Durante el siglo XVII se notará en la ciudad la depresión que durante esta centuria afectó al país y que tiene su
reflejo más inmediato en una larga etapa de descenso demográfico. En el siglo XVIII comienza la recuperación de la ciudad pero será en el XIX cuando Martos y el
olivar crezcan notablemente: de 8.200 habitantes a principios de siglo, pasará a 17.078 a finales de la centuria. La riqueza del suelo marteño para el olivo y la repercusión de la desamortización, favorecieron la gran expansión del olivar. A finales de siglo se formará una floreciente burguesía, con grandes fortunas, que comenzará a configurar un nuevo urbanismo construyendo hotelitos y palacetes con almazaras. El auge económico derivado de la producción del aceite propició que a finales de la centuria se implantara la línea de ferrocarril a la ciudad, por lo que se llamó la línea del aceite. Durante el siglo XX seguirá las directrices apuntadas, creciendo paulatinamente el número de matas de olivo y en correlación el número de hectáreas dedicadas al olivar.
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Los orígenes de Martos son muy antiguos, sobre el siglo VI a C. ya era una ciudad conocida, nombrada como Tucci, un importante oppidum ibérico emplazado en la parte alta de la Peña, citada en las obras de Ptolomeo, Estrabón, Mela y Plinio. En el año 14-15 a de C., el emperador Augusto fundó en ella la Colonia Gemella Tucci, con contingentes veteranos de las legiones III Macedonia y X Gémina que habían luchado en las guerras cántabras. De gran valor es la descripción que en el siglo XVI realizó el erudito Diego de Villalta de lo que debió ser el centro monumental de la ciudad romana: localizado en la plaza del Ayuntamiento, anota que es un gran espacio losado de piedras negras escuadradas de labor excelente y apunta que cavando en esta plaza vio hermosas columnas de jaspe basto, así como capiteles y pedestales correspondientes a las mismas. En época visigoda era sede episcopal, sus representantes aparecen entre los suscriptores del concilio de Ilíberis del año 306 y posteriormente en algunos de Toledo. De esta época es la pieza arqueológica más importante aparecida en la localidad, el sarcófago paleocristiano que se conserva en el Museo Provincial. En el siglo X al-Muqaddasi, al referirse a esta población emplea por primera vez el término de Martus, la cita entre los 13 distritos administrativos que rodeaban Córdoba y de la que según él dependía, en lo que se equivoca, ya que estaba incluida en la cora de Yayyan (Jaén). La considera una de las principales productoras de vid, olivo e higos, del valle del Guadalquivir. En el siglo XI, cuando Al-Andalus queda dividida en más de 30 reinos, Martos formaría parte del de Granada, gobernado por los Ziríes, pero hacia 1078 ó 1079 el emir Abd Allah se vio obligado a cederla a Sevilla. Durante este periodo Martos tuvo una gran importancia estratégica y estuvo dotada de dos dispositivos defensivos: un castillo urbano y una importante fortaleza en altura, la denominada Peña de Martos; a los que hay que añadir el recinto amurallado de la propia ciudad. Martos fue una de las primeras poblaciones que el emir de Baeza, al-Bayyasi entregó a Fernando III en 1225, como parte del pacto firmado entre ambos. Tres años más tarde el rey la entregó a la Orden de Calatrava. Desde aquel momento hasta unos tres siglos y medio más tarde Martos fue un importante bastión defensivo de la Orden Calatrava frente al reino nazarí. Por ello uno de los principales cambios acaecidos en la ciudad fue la reestructuración de la fortaleza musulmana. La orden montó un triple recinto: exterior, alcazarejo y torre del homenaje, que a la vez articulaba otras líneas defensivas. En el siglo XVI la ciudad vivió una etapa de expansión económica y social y de estabilidad institucional, que se materializó en la transformación urbanística de su casco urbano mediante la realización de planes de ornamentación como correspondía a una villa cabeza de la Encomienda de Calatrava. Durante el siglo XVII se notará en la ciudad la depresión que durante esta centuria afectó al país y que tiene su reflejo más inmediato en una larga etapa de descenso demográfico. En el siglo XVIII comienza la recuperación de la ciudad pero será en el XIX cuando Martos y el olivar crezcan notablemente: de 8.200 habitantes a principios de siglo, pasará a 17.078 a finales de la centuria. La riqueza del suelo marteño para el olivo y la repercusión de la desamortización, favorecieron la gran expansión del olivar. A finales de siglo se formará una floreciente burguesía, con grandes fortunas, que comenzará a configurar un nuevo urbanismo construyendo hotelitos y palacetes con almazaras. El auge económico derivado de la producción del aceite propició que a finales de la centuria se implantara la línea de ferrocarril a la ciudad, por lo que se llamó la línea del aceite. Durante el siglo XX seguirá las directrices apuntadas, creciendo paulatinamente el número de matas de olivo y en correlación el número de hectáreas dedicadas al olivar.
El siglo XX fue una época de continuación del desarrollo urbanístico, en 1924 se redactó un «plan de ensanche», la población continuó en aumento hasta la mitad del siglo. Tras la guerra civil española, que también afectaría a la ciudad, se creó la Dirección General de Regiones Devastadas.