Pasado el peligro, lo primero que vio fue la imagen resplandeciente de la Virgen de la Cabeza sobre una roca. Aprovechando la ausencia del pastor, que había ido a Cazorla para dar cuenta del hallazgo, habitantes de la localidad de La Iruela se llevaron la imagen y comenzaron a construirle una ermita que, tomados como indicios de la voluntad divina los múltiples accidentes que sufrió, no se concluyó. Definitivamente instalada en la ermita que lleva su nombre y en el lugar que, por primera vez, fue vista, cada último domingo de abril, recibe a un numeroso grupo de romeros. La fiesta comienza la noche del sábado con las llamadas hogueras romeras que están por toda la ciudad y donde es frecuente ver bailar y oír el fandango cazorleño (con ritmo reposado que deja libertad de composición al intérprete). La mañana del domingo se inicia el camino hacia la ermita de la Virgen donde se celebran distintos actos religiosos que la honran. Después, las típicas tortillas de habas, los hornazos, la "cuerva de los romeros" (especie de sangría) y la belleza de la bajada, ya por la noche, de la imagen de María a Cazorla, donde permanece hasta el primer domingo de junio, ponen punto final a esta jornada festiva.