Los primeros testimonios de la ocupación humana de estas tierras se remontan al Paleolítico, a lo largo de las
terrazas del
río Guadalimar y en el Cerro Mirallejo, asociado a la cultura de los cazadores-recolectores. De la Edad del Bronce se han localizado varios asentamientos localizados en cerros de fácil defensa: Cerro de los dos Hermanos, Guru, etc..
El actual emplazamiento de la población tuvo su origen en época
romana con la construcción del
Puente Viejo, que aún se conserva, aunque bastante deteriorado.
Durante la ocupación islámica esta población tuvo su periodo álgido en época almohade con la construcción de la fortaleza de las
Torres de
Peñolite, entre los siglos XII y XIII. Tras la conquista cristiana pasó a formar parte junto al resto de las tierras de Segura del alfoz de la Orden de Santiago.
En las Relaciones Topográficas de Felipe II realizadas en 1575 se menciona la existencia de un
molino de harina junto al Puente Viejo, "industria" que con el tiempo fue proliferando.
A mediados del XIX el núcleo urbano estaba formado por una serie de cortijadas aisladas: Pedro Nares, el molino citado, Las Ánimas y La
Mina. Desde estas fechas hasta mediados del siglo XX el núcleo fue creciendo y consolidándose al amparo de la roturación de nuevas tierras en los márgenes del Guadalimar lo que atrajo a nuevos colonos así como la política de obras públicas ejercida durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), que posibilitó la construcción de la
carretera Córdoba-
Valencia y la inconclusa línea ferroviaria Baeza-Utiel, lo que propició la llegada de abundante mano de obra, oficinas,
gasolinera y toda una serie de actividades económicas complementarias. Este crecimiento auspició su independencia de
la Puerta de Segura en 1933. La población alcanzó su máxima expansión en los años cincuenta con la construcción del
pantano del Tranco y el establecimiento de una serrería por parte de Renfe. Pero se trataba de obras coyunturales que no creaban trabajo estable por lo que en los años sesenta se invirtió estrepitosamente la tendencia, con etapas de auténtica sangría poblaciones que solo ha llegado a estabilizarse en los años ochenta.
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jaen
Los primeros testimonios de la ocupación humana de estas tierras se remontan al Paleolítico, a lo largo de las terrazas del río Guadalimar y en el Cerro Mirallejo, asociado a la cultura de los cazadores-recolectores. De la Edad del Bronce se han localizado varios asentamientos localizados en cerros de fácil defensa: Cerro de los dos Hermanos, Guru, etc.. El actual emplazamiento de la población tuvo su origen en época romana con la construcción del Puente Viejo, que aún se conserva, aunque bastante deteriorado. Durante la ocupación islámica esta población tuvo su periodo álgido en época almohade con la construcción de la fortaleza de las Torres de Peñolite, entre los siglos XII y XIII. Tras la conquista cristiana pasó a formar parte junto al resto de las tierras de Segura del alfoz de la Orden de Santiago. En las Relaciones Topográficas de Felipe II realizadas en 1575 se menciona la existencia de un molino de harina junto al Puente Viejo, industria que con el tiempo fue proliferando. A mediados del XIX el núcleo urbano estaba formado por una serie de cortijadas aisladas: Pedro Nares, el molino citado, Las Ánimas y La Mina. Desde estas fechas hasta mediados del siglo XX el núcleo fue creciendo y consolidándose al amparo de la roturación de nuevas tierras en los márgenes del Guadalimar lo que atrajo a nuevos colonos así como la política de obras públicas ejercida durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), que posibilitó la construcción de la carretera Córdoba-Valencia y la inconclusa línea ferroviaria Baeza-Utiel, lo que propició la llegada de abundante mano de obra, oficinas, gasolinera y toda una serie de actividades económicas complementarias. Este crecimiento auspició su independencia de la Puerta de Segura en 1933. La población alcanzó su máxima expansión en los años cincuenta con la construcción del pantano del Tranco y el establecimiento de una serrería por parte de Renfe. Pero se trataba de obras coyunturales que no creaban trabajo estable por lo que en los años sesenta se invirtió estrepitosamente la tendencia, con etapas de auténtica sangría poblaciones que solo ha llegado a estabilizarse en los años ochenta.