Voy a tratar de explicar las razones por las cuales depositaré mi confianza de
nuevo en la izquierda. Es una obligación meter en la urna un voto argumentado, un voto racional.
Votaré a la izquierda porque, en todas las cuestiones esenciales de la vida pública, encarna lo que considero un ideario más elevado, más progresista, más cercano a los desfavorecidos, más abierto de mente, más sensible a los problemas de la sociedad. Concretaré.
Cuando se trata de defender la enseñanza pública, la izquierda se muestra más sensible, más cercana a una concepción del sistema educativo de calidad para todos y para todas.
Cuando se dirime la cuestión de lo público y lo privado, la izquierda se muestra más preocupada por quienes no tienen nada o tienen poco y rehuye la filosofía de que quien tenga dinero tendrá enseñanza, quien tenga dinero tendrá sanidad, quien tenga dinero, tendrá seguridad…
Cuando se trata de separar el poder de la Iglesia y del Estado, la izquierda está por la labor de que cada poder mantenga su parcela sin interferencias de la Jerarquía en la ordenación de la vida y costumbres de la ciudadanía.
Cuando se procede a repartir los bienes, abundantes o escasos, tiene una mayor sensibilidad para los desfavorecidos, para los pobres, para quienes Paulo Freire denominaba “los desheredados de la tierra”.
Cuando se legisla sobre el aborto es más sensible con el problema de las mujeres. Y no manipula la realidad con frases huecas y consignas tramposas. Nadie está a favor de la muerte. Nadie está a favor del asesinato. Nadie está contra los inocentes indefensos. Se pretende estar del lado de la libertad y de lado de la dignidad. Me gustaría saber cuántos votantes de la derecha, indignados contra la ley del aborto, han acudido luego a practicarlo a escondidas.
Cuando se trata de defender los derechos de los homosexuales, está más cerca de quienes sufren que de quienes han ejercido la violencia xenófoba durante siglos y de quienes siguen ejerciéndola ahora de forma más sutil. Les reconoce su dignidad y sus derechos a emparejarse y a ejercer de padres y madres.
Cuando se revisa la historia, pretende recuperar el derecho de quienes fueron destruidos por la violencia y pasaron cuarenta años de silencio y de oprobio, Pretende reconocer derechos, no abrir heridas.
Cuando se pretendía acabar con ETA pedía la autorización del Parlamento para sentarse a negociar, reconociendo que la palabra podía aportar más que las armas y las cárceles. Pensaba que era malo matar, pero que era bueno sentarse con quien mata para conseguir que no lo siga haciendo.
Cuando se plantean adhesiones o decisiones sobre la guerra, la izquierda es más reticente y, a la vez, más propensa a la negociación y a la palabra.
Cuando se proponen acciones sociales, la izquierda tiene más sensibilidad para atender a quienes tienen necesidades apremiantes, como ha sucedido en el caso de la Ley de dependencia.
Cuando se plantea la decisiva cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres, la izquierda crea un Ministerio de Igualdad (lamentablemente desaparecido) que es objeto de brutales descalificaciones y de inadmisibles bromas por parte de la oposición.
Cuando hay conflictos laborales está más cercana a los trabajadores que a los empresarios. Es decir, está más cerca de quienes tienen menos dinero y menos poder.
Cuando se legisló sobre el matrimonio, legalizó el divorcio, que hoy nos parece a todos un derecho sin el cual estaríamos condenados a mantener una relación desgraciada de por vida. La derecha, que se opuso, tiene entre sus militantes y admiradores, no pocos separados y separadas, divorciados y divorciadas que rehicieron oportunamente sus vidas.
Lo mismo sucede con otras cuestiones de capital importancia: la eutanasia, el medio ambiente, la cadena perpetua, la gratuidad de la enseñanza… Es otro modo de ver la vida, de ver la sociedad. No es igual una posición que otra, como algunos sostienen.
Votaré a la izquierda. Sin decir que de un lado estén los buenos y del otro los malos. No. No lo digo. Porque esa dicotomización es un grave error y una lamentable injusticia.
Enhorabuena a quien gane. Aunque sería más certero poder felicitar a la sociedad por el hecho de que quien salga ganador garantice mejor la defensa de los intereses de todos y de todas en una sociedad libre y justa.
Ramon. el autor de este articulo hizo diana, no se podia escribir mas claro. Saludos Ju
nuevo en la izquierda. Es una obligación meter en la urna un voto argumentado, un voto racional.
Votaré a la izquierda porque, en todas las cuestiones esenciales de la vida pública, encarna lo que considero un ideario más elevado, más progresista, más cercano a los desfavorecidos, más abierto de mente, más sensible a los problemas de la sociedad. Concretaré.
Cuando se trata de defender la enseñanza pública, la izquierda se muestra más sensible, más cercana a una concepción del sistema educativo de calidad para todos y para todas.
Cuando se dirime la cuestión de lo público y lo privado, la izquierda se muestra más preocupada por quienes no tienen nada o tienen poco y rehuye la filosofía de que quien tenga dinero tendrá enseñanza, quien tenga dinero tendrá sanidad, quien tenga dinero, tendrá seguridad…
Cuando se trata de separar el poder de la Iglesia y del Estado, la izquierda está por la labor de que cada poder mantenga su parcela sin interferencias de la Jerarquía en la ordenación de la vida y costumbres de la ciudadanía.
Cuando se procede a repartir los bienes, abundantes o escasos, tiene una mayor sensibilidad para los desfavorecidos, para los pobres, para quienes Paulo Freire denominaba “los desheredados de la tierra”.
Cuando se legisla sobre el aborto es más sensible con el problema de las mujeres. Y no manipula la realidad con frases huecas y consignas tramposas. Nadie está a favor de la muerte. Nadie está a favor del asesinato. Nadie está contra los inocentes indefensos. Se pretende estar del lado de la libertad y de lado de la dignidad. Me gustaría saber cuántos votantes de la derecha, indignados contra la ley del aborto, han acudido luego a practicarlo a escondidas.
Cuando se trata de defender los derechos de los homosexuales, está más cerca de quienes sufren que de quienes han ejercido la violencia xenófoba durante siglos y de quienes siguen ejerciéndola ahora de forma más sutil. Les reconoce su dignidad y sus derechos a emparejarse y a ejercer de padres y madres.
Cuando se revisa la historia, pretende recuperar el derecho de quienes fueron destruidos por la violencia y pasaron cuarenta años de silencio y de oprobio, Pretende reconocer derechos, no abrir heridas.
Cuando se pretendía acabar con ETA pedía la autorización del Parlamento para sentarse a negociar, reconociendo que la palabra podía aportar más que las armas y las cárceles. Pensaba que era malo matar, pero que era bueno sentarse con quien mata para conseguir que no lo siga haciendo.
Cuando se plantean adhesiones o decisiones sobre la guerra, la izquierda es más reticente y, a la vez, más propensa a la negociación y a la palabra.
Cuando se proponen acciones sociales, la izquierda tiene más sensibilidad para atender a quienes tienen necesidades apremiantes, como ha sucedido en el caso de la Ley de dependencia.
Cuando se plantea la decisiva cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres, la izquierda crea un Ministerio de Igualdad (lamentablemente desaparecido) que es objeto de brutales descalificaciones y de inadmisibles bromas por parte de la oposición.
Cuando hay conflictos laborales está más cercana a los trabajadores que a los empresarios. Es decir, está más cerca de quienes tienen menos dinero y menos poder.
Cuando se legisló sobre el matrimonio, legalizó el divorcio, que hoy nos parece a todos un derecho sin el cual estaríamos condenados a mantener una relación desgraciada de por vida. La derecha, que se opuso, tiene entre sus militantes y admiradores, no pocos separados y separadas, divorciados y divorciadas que rehicieron oportunamente sus vidas.
Lo mismo sucede con otras cuestiones de capital importancia: la eutanasia, el medio ambiente, la cadena perpetua, la gratuidad de la enseñanza… Es otro modo de ver la vida, de ver la sociedad. No es igual una posición que otra, como algunos sostienen.
Votaré a la izquierda. Sin decir que de un lado estén los buenos y del otro los malos. No. No lo digo. Porque esa dicotomización es un grave error y una lamentable injusticia.
Enhorabuena a quien gane. Aunque sería más certero poder felicitar a la sociedad por el hecho de que quien salga ganador garantice mejor la defensa de los intereses de todos y de todas en una sociedad libre y justa.
Ramon. el autor de este articulo hizo diana, no se podia escribir mas claro. Saludos Ju