Don Manuel Chaves González, a la sazón ex presidente de la Junta de Andalucía y actual vicepresidente tercero del Gobierno de no se sabe qué, es un ejemplo muy elocuente de lo que cualquier ciudadano de bien espera que no sea un político, es decir, un caradura, y perdonar la expresión, si quieren un poco vehemente. Chaves ha gobernado la Junta durante veinte años, y durante ese tiempo ha convertido esta comunidad autónoma en una verdadera república clientelar de la que él es el máximo cacique, junto a su "fiel" vasallo Gasparín.
Durante veinte años han convivido, permitido y alentado la corrupción a su alrededor, han favorecido a sus amigos, se han aprovechado de las instituciones y han montado todo un auténtico negocio paralelo del que se han aprovechado convenientemente sus familias, principalmente sus hermanos, pero también su familia más cercana como hemos podido comprobar estos días desde que el diario El Mundo destapara el escándalo de las subvenciones a la empresa Matsa, de la que es apoderada su hija Paula, contraviniendo todas las normativas legales.
Manuel Chaves, en un ejercicio de funambulismo político propio de caudillos de repúblicas bananeras, le ha dicho a la oposición que lo acosaba con sus preguntas sobre este escándalo lo siguiente, y cito textualmente: “Durante 20 años no me han derrotado en las urnas y ahora tampoco podrán con mentiras e insidias”. Inconmensurable demostración de desprecio a la democracia y al Estado de Derecho; qué políticos tenemos en España, ¿los que queremos, o los que nos merecemos?
En la medida en que los elegimos, son los políticos que queremos. Pero, ¿de verdad los ciudadanos han elegido como diputada a una mujer sin currículum conocido más allá de los escuetos parámetros de la vida partidaria, capaz de decir delante de un auditorio de personas ilustres que el año que viene el planeta va a vivir un acontecimiento único como es la coincidencia de presidencias en Estados Unidos y Europa de Obama y Zapatero? ¿De verdad los ciudadanos quieren tener como ministro de Fomento a un hombre que no fue capaz de terminar la carrera de Derecho? Ya no digo que hiciera al menos una oposición… ¿De verdad los ciudadanos han elegido como ministra de Igualdad a una mujer que considera que para una niña de dieciséis años es lo mismo abortar que operarse las tetas? Yo creo que no. Yo creo, más bien, que los ciudadanos se ven obligados a elegir a los políticos que los propios partidos incluyen en las listas con mecanismo que poco o nada se parecen a una democracia, y eso indudablemente revierte en la degradación del sistema. No son, por tanto, los políticos que queremos, sino los que otros quieren por nosotros, sin darnos ni siquiera la posibilidad de ofrecer nuestra opinión.
¿Son, entonces, los que nos merecemos? Probablemente sí, y con esto quiero terminar mi reflexión.
Pero aunque pueda parecer que eso es así, existen mecanismos para que la sociedad civil reaccione ante los abusos del poder, en lugar de quedarse sentada mirando para otro lado como sin esto no fuera con ellos, con nosotros.
Se trata de nuestro poder, no del suyo; de nuestro dinero, no del suyo; de nuestra libertad, no de la suya; de nuestras leyes, no de las suyas; de nuestra soberanía en definitiva, no de la suya. El suyo es un poder delegado, cedido temporalmente por un periodo de cuatro años para que lo ejerzan de acuerdo con las constantes que nosotros les imponemos. Si no nos movemos, si no hacemos valer nuestros derechos y nuestras decisiones, si no reaccionamos en la calle, en las aulas, en las tribunas periodísticas, en las urnas, incluso dentro de los propios partidos, estaremos entregando lo que es nuestro a políticos que, como Manuel Chaves, consideran que una victoria en las elecciones es un cheque en blanco para hacer de su capa un sayo porque los sitúa, ya no al margen de la ley, sino por encima de ella.
Durante veinte años han convivido, permitido y alentado la corrupción a su alrededor, han favorecido a sus amigos, se han aprovechado de las instituciones y han montado todo un auténtico negocio paralelo del que se han aprovechado convenientemente sus familias, principalmente sus hermanos, pero también su familia más cercana como hemos podido comprobar estos días desde que el diario El Mundo destapara el escándalo de las subvenciones a la empresa Matsa, de la que es apoderada su hija Paula, contraviniendo todas las normativas legales.
Manuel Chaves, en un ejercicio de funambulismo político propio de caudillos de repúblicas bananeras, le ha dicho a la oposición que lo acosaba con sus preguntas sobre este escándalo lo siguiente, y cito textualmente: “Durante 20 años no me han derrotado en las urnas y ahora tampoco podrán con mentiras e insidias”. Inconmensurable demostración de desprecio a la democracia y al Estado de Derecho; qué políticos tenemos en España, ¿los que queremos, o los que nos merecemos?
En la medida en que los elegimos, son los políticos que queremos. Pero, ¿de verdad los ciudadanos han elegido como diputada a una mujer sin currículum conocido más allá de los escuetos parámetros de la vida partidaria, capaz de decir delante de un auditorio de personas ilustres que el año que viene el planeta va a vivir un acontecimiento único como es la coincidencia de presidencias en Estados Unidos y Europa de Obama y Zapatero? ¿De verdad los ciudadanos quieren tener como ministro de Fomento a un hombre que no fue capaz de terminar la carrera de Derecho? Ya no digo que hiciera al menos una oposición… ¿De verdad los ciudadanos han elegido como ministra de Igualdad a una mujer que considera que para una niña de dieciséis años es lo mismo abortar que operarse las tetas? Yo creo que no. Yo creo, más bien, que los ciudadanos se ven obligados a elegir a los políticos que los propios partidos incluyen en las listas con mecanismo que poco o nada se parecen a una democracia, y eso indudablemente revierte en la degradación del sistema. No son, por tanto, los políticos que queremos, sino los que otros quieren por nosotros, sin darnos ni siquiera la posibilidad de ofrecer nuestra opinión.
¿Son, entonces, los que nos merecemos? Probablemente sí, y con esto quiero terminar mi reflexión.
Pero aunque pueda parecer que eso es así, existen mecanismos para que la sociedad civil reaccione ante los abusos del poder, en lugar de quedarse sentada mirando para otro lado como sin esto no fuera con ellos, con nosotros.
Se trata de nuestro poder, no del suyo; de nuestro dinero, no del suyo; de nuestra libertad, no de la suya; de nuestras leyes, no de las suyas; de nuestra soberanía en definitiva, no de la suya. El suyo es un poder delegado, cedido temporalmente por un periodo de cuatro años para que lo ejerzan de acuerdo con las constantes que nosotros les imponemos. Si no nos movemos, si no hacemos valer nuestros derechos y nuestras decisiones, si no reaccionamos en la calle, en las aulas, en las tribunas periodísticas, en las urnas, incluso dentro de los propios partidos, estaremos entregando lo que es nuestro a políticos que, como Manuel Chaves, consideran que una victoria en las elecciones es un cheque en blanco para hacer de su capa un sayo porque los sitúa, ya no al margen de la ley, sino por encima de ella.