La
boda de Fran y Jerome en el cortijo fue un auténtico privilegio, un sueño envuelto en
historia y encanto. Celebrar su unión en un lugar tan cargado de
tradición fue un verdadero lujo, donde cada
piedra, cada
rincón, parecía hablarte, dando un aire aún más mágico a la ocasión.
Bajo el
cielo abierto y rodeados de la belleza atemporal del cortijo, los novios vivieron un día inolvidable, marcado por la emoción, la alegría y el inconfundible aroma de tiempos pasados que aún perduran en sus muros centenarios.