Embriagada, el tiempo se para por un instante
al asomarme al pasado.
Una brisa suave me transporta al edén de mi
tierra campesina.
A mi cuna hecha de olivo.
A los brazos de serenidad que otorgan el
silencio de estas montañas dormidas.
Desde el portillo contemplo la torre de pinos y la tarde tibia que cae lentamente sobre
la aldea blanca, envolviéndola de una ola de
mágicos recuerdos que hoy llenan mi espíritu
de tiernos afectos...