Un pequeño riachuelo de vieja
piedra musgosa
era testigo de mis inquietudes, mientras mi
rostro se perdía en la luz tranquila del
agua.
Mis manos buscaban en sus ondas algo, pero
nunca supe qué buscaba.
Pequeñas criaturas huían del fango estancado
donde imprimía las huellas de mis pies
descalzos.
El sol meloso se escondía en mi cara y jugaba
con mi pelo, provocando volcanes de
ansiedades y deseos locos…
Sentía como el rocío de la mañana desnudaba
mis sueños y mis secretos, escondidos
entre aquellas silenciosas
piedras.