Panorámica desde el cerro La Harina.
Adoro cada
rincón de la aldea: callejas de
piedra y polvo,
inviernos gélidos con olor a terrón
mojado, a
chimenea, a encina, a
pan… El sabor a
migas y leche de
cabra, y esa mecedora de
lona que contempla indolente como la lumbre
se retuerce trepidante entre la piel verde del
olivo.
Esta aldea es, sin duda, un papiro donde rubricar mis raíces.
@Anif Larom