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Cortijo La Solana. Antoñolín, María, Nati y Araceli (foto antigua), SABARIEGO

Siento cerca esos lejanos recuerdos que, fugaces, deambulan por mi memoria y que me guían hasta ese camino que, una y otra vez, me conducen al cortijo la Solana. A sus paredes pintadas de cal y tierra. A un corral de gallinas, ovejas, cabras... Hasta el abuelo Antoñolín, como le llamaban. Siempre entre yuntas, arados, entre terrones y huerta.
El barro siempre pegado a las botas.
Con el olor a borrego impregnado en su piel.
Recuerdo también la media sonrisa, los ojillos de sabio y sus manos grandes, acariciando las primeras espigas de un valle de trigo que se abre al horizonte.
¡Con qué orgullo contempla su tierra!
Las flores en los almendros, y el alborozo de los gorrioncillos en los olivos. Y ese sol que ya empieza a calentar.

@Anif Larom
(1938)