- ¡Qué bonita estás, mi tierra! –exclamó tras setenta años sin pisarla.
Desde
Canadá, volvió para reencontrase con su pasado. Anduvo sus veredas y sus
montes, bajó hasta el
río (el
Molino Funes) en donde jugaba de pequeño, degustó los higos que aún recordaba que se comía sin mondar… Se reencontró con su prima María (La Chata), qué momento de emoción…
El
amigo Jacinto me contó que le encantaría poder ser el mago del tiempo infinito, para poder quedarse y morir en la aldea que lo vio nacer.
En esta
foto posa en las
ruinas del cortijo de Tiburcio (su abuelo) en el
monte Las Cabreras.
... No pudo cambiar el discurrir de su
historia, ni variar la duración de la misma, pero a pesar de todas las penurias que sufrió, supo vivir y cómo sonreír al tiempo…
Bienvenido a
Sabariego, Jacinto.