Buenos días a tod@s.
Mari era una joven granadina de la plaza de Gran Capitán que marchó de su casa joven, guapa, dinámica, ambiciosa y valiente para labrarse un futuro mejor. En el barrio se decía que regentaba, como propietaria, una lavandería de ropa en Jaén, pero nadie sabría decir en qué parte de la ciudad ni había quien hubiera estado allí.
Era buena persona, y lo demostró dándole el trabajo de encargada a una amiga suya argentina, antigua compañera de trabajo, larga como un día sin pan y voluminosa en grado tal que era preferible saltarla (a pesar de su altura) que rodearla. Era, esta argentina, tan buena persona como Mari, y era tan buena que hoy todos los nombres bonitos serían el suyo (que me perdone, donde quiera que esté, por no recordar su nombre).
El negocio de Mari estaba ubicado en ”Venta Fría” (creo que en la carretera de Albacete en dirección a Villacarrillo) y no recuerdo si tenía nombre, pero de lo que sí me acuerdo es que tenía luces en la puerta, luces vivas y de los colores del parchís: rojo, azul, verde y amarillo. Allí, nuestra austral amiga te ponía una copa por 200 ptas. de las de la época, un precio bastante asequible, la verdad, pero si querías comprar carne (un cura de no sé dónde llegó a decir una vez que en un "sitio determinado" la carne de la mujer estaba más barata que la de la ternera) debías de pagar 1.000
Como ahora, la mayoría de las veces la asistencia a un lupanar se convertía en un acto social al que acudían los hombres para charlar y tomar una copa a horas en que los bares de Sabiote, o al menos la mayoría, estaban cerrados, y eran, en verdad, actos sociales, en los que intercambiábamos comentarios, vivencias, recuerdos y promesas de amistad.
Allí solía ir yo a veces, con mi paisano y amigo Andrés, jefe de puesto de la Guardia Civil del pueblo, cuando no estaba de servicio. Nos tomábamos una copa con Mari y la Argentina (o dos) y saludábamos al personal del pueblo que se acercaba por allí.
Aunque muy joven, yo creo que lo que Mari y la Argentina siempre valoraron es que entre hombres y mujeres pudiera haber amistad sin necesidad de sexo, que fuéramos capaces de escucharlas y mostrar nuestro dolor y alegría con sus experiencias, y a la vez, que fuésemos capaces de transmitir las nuestras abierta y religiosamente, como en un confesionario. No sé qué habrá sido de Mari, de la Argentina o de Andrés, pero he de reconocer, años después, que si aquella era la “Universidad de la Calle” que decía mi padre, Venta Fría “bien valía una misa”.
Un abrazo a tod@s.
Mari era una joven granadina de la plaza de Gran Capitán que marchó de su casa joven, guapa, dinámica, ambiciosa y valiente para labrarse un futuro mejor. En el barrio se decía que regentaba, como propietaria, una lavandería de ropa en Jaén, pero nadie sabría decir en qué parte de la ciudad ni había quien hubiera estado allí.
Era buena persona, y lo demostró dándole el trabajo de encargada a una amiga suya argentina, antigua compañera de trabajo, larga como un día sin pan y voluminosa en grado tal que era preferible saltarla (a pesar de su altura) que rodearla. Era, esta argentina, tan buena persona como Mari, y era tan buena que hoy todos los nombres bonitos serían el suyo (que me perdone, donde quiera que esté, por no recordar su nombre).
El negocio de Mari estaba ubicado en ”Venta Fría” (creo que en la carretera de Albacete en dirección a Villacarrillo) y no recuerdo si tenía nombre, pero de lo que sí me acuerdo es que tenía luces en la puerta, luces vivas y de los colores del parchís: rojo, azul, verde y amarillo. Allí, nuestra austral amiga te ponía una copa por 200 ptas. de las de la época, un precio bastante asequible, la verdad, pero si querías comprar carne (un cura de no sé dónde llegó a decir una vez que en un "sitio determinado" la carne de la mujer estaba más barata que la de la ternera) debías de pagar 1.000
Como ahora, la mayoría de las veces la asistencia a un lupanar se convertía en un acto social al que acudían los hombres para charlar y tomar una copa a horas en que los bares de Sabiote, o al menos la mayoría, estaban cerrados, y eran, en verdad, actos sociales, en los que intercambiábamos comentarios, vivencias, recuerdos y promesas de amistad.
Allí solía ir yo a veces, con mi paisano y amigo Andrés, jefe de puesto de la Guardia Civil del pueblo, cuando no estaba de servicio. Nos tomábamos una copa con Mari y la Argentina (o dos) y saludábamos al personal del pueblo que se acercaba por allí.
Aunque muy joven, yo creo que lo que Mari y la Argentina siempre valoraron es que entre hombres y mujeres pudiera haber amistad sin necesidad de sexo, que fuéramos capaces de escucharlas y mostrar nuestro dolor y alegría con sus experiencias, y a la vez, que fuésemos capaces de transmitir las nuestras abierta y religiosamente, como en un confesionario. No sé qué habrá sido de Mari, de la Argentina o de Andrés, pero he de reconocer, años después, que si aquella era la “Universidad de la Calle” que decía mi padre, Venta Fría “bien valía una misa”.
Un abrazo a tod@s.