Continuacion…
Hola a todos:
La crisis nos puede salvar
Esto decía Vicente Verdú en enero de 2010
El contrato del porvenir será -según Marqués- un compromiso recíproco en el que se disipe la frontera entre el empleador y el empleado y se puedan compartir no sólo los objetivos y las preocupaciones sino incluso la propiedad. ¿Cómo lograr esta meta? El empeño es peliagudo pero la solución vendrá -según Marqués- de la educación y la formación a todos los niveles, desde los colegios a la Universidad, desde los medios sindicales a los patronales.
Pero ¿y si no fuera necesario tanto? ¿Y si resulta que esta Gran Crisis no es otra cosa que un bache cíclico más y más tarde todo volverá a ser, más o menos, como antes? Se pregunta el sociólogo Salvador Giner
Efectivamente, antes, en 1929, se hizo patente la necesidad de intervención estatal y esta lección ha quedado incorporada al mundo económico moderno, o posmoderno. Pero ni un paso más. O bien los pasos tendrán que ver, como antaño, con las innovaciones tecnológicas que, en este caso, tienen, sin embargo, un importante distintivo respecto al pasado industrial.
Las nuevas tecnologías son, precisamente, de la información y de la comunicación y ello comporta dos efectos capitales. El primero radica en que, coincidiendo con el gran descrédito de todas las instituciones, desde el poder judicial al Parlamento, desde los medios de comunicación a la cultural, las redes sociales acuden a las orientaciones boca a boca. Una práctica que si de una parte ha reducido drásticamente al intermediario improductivo y dañino, sea político o comercial, de otra parte ha sustituido la función del líder carismático y su poder piramidal, por el poder de los muchos y su fuerza horizontal, la "anarquía armónica", que dice Salvador Pániker. Y todo esto se gesta actualmente, en red, en cooperación, en intercambio de informaciones y suma de poderes.
Con mucha frecuencia, esta nueva sociedad que emerge tras la crisis y tuvo sus raíces en las vísperas, se juzga negativamente. Se juzga negativa y sumariamente porque los patrones de análisis que se aplican a los cambios son patrones adquiridos antes (stock-knowledges), propios de un tiempo anterior y en declive.
La idea de que los sagrados valores fundamentales de antes ya se han perdido, que los líderes han desaparecido y que las referencias se extravían, así como que los chicos no leen ni se sacrifican, pero beben del botellón y se enfrascan en los videojuegos, lleva a diagnosticar el presente como un tiempo de decadencia y, en consecuencia, sólo cabe la palinodia o la nostalgia
De hecho, las lamentaciones que cunden por muchas partes y, especialmente, entre los mayores, son probablemente el efecto de calibrar con un sistema de pesas y medidas obsoleto una realidad distinta. Una realidad que, de este modo, siempre aparecerá aberrada o caótica, incapaz, por tanto, de proporcionar un lenguaje eficiente para hacerse entender, antes y después de la crisis.
Dice el mismo Amin Maalof que "las perturbaciones que sufrimos ahora son efecto del agotamiento cultural y civilizatorio en que vivíamos". Efectivamente. Pero si alguien necesitara más explicaciones académicas sobre el mundo que viene y "las huellas de la crisis" Edgar Morin -según Michel Wieviorka- introdujo ya en 1984 una ciencia, la crisología apoyada en dos factores cruciales.
Un primer factor se denomina "revelador" y el otro "realizador". Por el primero asistimos a una realidad que no conocíamos previamente, por el segundo se desencadena "un movimiento de fuerzas y no únicamente de descomposición, desorganización y destrucción sino fuerzas de transformación que propician el momento decisivo para la innovación, la construcción y las invenciones".
Precisamente dentro del reiterado canto melancólico de los que aman y exaltan siempre el pasado, algunos hablan de cambios "frenéticos" (¿histéricos?, ¿diabólicos?) registrados en los últimos lustros y, según Ángel Castiñeira del Departamento de Ciencias Sociales de ESADE, "cambios frenéticos" hacia un presente y un futuro hiperindividualista.
Todo lo contrario. El hiperindividualismo quedó atrás y lo que prende ahora es la generación colaboradora, participativa presta para sumarse en equipo o en gentío a cualquier acción social valiosa.
El futuro está en la Red. Y la Red lo dice casi todo. No hay conocimiento complejo sin la red de redes, no hay superación del estadio en que se halla el mundo global sin la globalización de las interconexiones, no hay avance en el conocimiento sin the wisdom of crowds, el saber de la muchedumbre.
Todo aquel que trabaja en las vanguardias del progreso tiene estas cosas bien aprendidas, asumidas de la cabeza a los pies.
La postcrisis, en suma, abre las puertas a esta nueva realidad interconectada, ni piramidal ni institucional. Una realidad proteica que se beneficia y crece en la copulación de sus diferencias. La traducción, la interpretación, la mixtura, la fusión, la integración, la cooperación son los términos de nuestro tiempo.
Un saludo para todos.
SALARIA.
Hola a todos:
La crisis nos puede salvar
Esto decía Vicente Verdú en enero de 2010
El contrato del porvenir será -según Marqués- un compromiso recíproco en el que se disipe la frontera entre el empleador y el empleado y se puedan compartir no sólo los objetivos y las preocupaciones sino incluso la propiedad. ¿Cómo lograr esta meta? El empeño es peliagudo pero la solución vendrá -según Marqués- de la educación y la formación a todos los niveles, desde los colegios a la Universidad, desde los medios sindicales a los patronales.
Pero ¿y si no fuera necesario tanto? ¿Y si resulta que esta Gran Crisis no es otra cosa que un bache cíclico más y más tarde todo volverá a ser, más o menos, como antes? Se pregunta el sociólogo Salvador Giner
Efectivamente, antes, en 1929, se hizo patente la necesidad de intervención estatal y esta lección ha quedado incorporada al mundo económico moderno, o posmoderno. Pero ni un paso más. O bien los pasos tendrán que ver, como antaño, con las innovaciones tecnológicas que, en este caso, tienen, sin embargo, un importante distintivo respecto al pasado industrial.
Las nuevas tecnologías son, precisamente, de la información y de la comunicación y ello comporta dos efectos capitales. El primero radica en que, coincidiendo con el gran descrédito de todas las instituciones, desde el poder judicial al Parlamento, desde los medios de comunicación a la cultural, las redes sociales acuden a las orientaciones boca a boca. Una práctica que si de una parte ha reducido drásticamente al intermediario improductivo y dañino, sea político o comercial, de otra parte ha sustituido la función del líder carismático y su poder piramidal, por el poder de los muchos y su fuerza horizontal, la "anarquía armónica", que dice Salvador Pániker. Y todo esto se gesta actualmente, en red, en cooperación, en intercambio de informaciones y suma de poderes.
Con mucha frecuencia, esta nueva sociedad que emerge tras la crisis y tuvo sus raíces en las vísperas, se juzga negativamente. Se juzga negativa y sumariamente porque los patrones de análisis que se aplican a los cambios son patrones adquiridos antes (stock-knowledges), propios de un tiempo anterior y en declive.
La idea de que los sagrados valores fundamentales de antes ya se han perdido, que los líderes han desaparecido y que las referencias se extravían, así como que los chicos no leen ni se sacrifican, pero beben del botellón y se enfrascan en los videojuegos, lleva a diagnosticar el presente como un tiempo de decadencia y, en consecuencia, sólo cabe la palinodia o la nostalgia
De hecho, las lamentaciones que cunden por muchas partes y, especialmente, entre los mayores, son probablemente el efecto de calibrar con un sistema de pesas y medidas obsoleto una realidad distinta. Una realidad que, de este modo, siempre aparecerá aberrada o caótica, incapaz, por tanto, de proporcionar un lenguaje eficiente para hacerse entender, antes y después de la crisis.
Dice el mismo Amin Maalof que "las perturbaciones que sufrimos ahora son efecto del agotamiento cultural y civilizatorio en que vivíamos". Efectivamente. Pero si alguien necesitara más explicaciones académicas sobre el mundo que viene y "las huellas de la crisis" Edgar Morin -según Michel Wieviorka- introdujo ya en 1984 una ciencia, la crisología apoyada en dos factores cruciales.
Un primer factor se denomina "revelador" y el otro "realizador". Por el primero asistimos a una realidad que no conocíamos previamente, por el segundo se desencadena "un movimiento de fuerzas y no únicamente de descomposición, desorganización y destrucción sino fuerzas de transformación que propician el momento decisivo para la innovación, la construcción y las invenciones".
Precisamente dentro del reiterado canto melancólico de los que aman y exaltan siempre el pasado, algunos hablan de cambios "frenéticos" (¿histéricos?, ¿diabólicos?) registrados en los últimos lustros y, según Ángel Castiñeira del Departamento de Ciencias Sociales de ESADE, "cambios frenéticos" hacia un presente y un futuro hiperindividualista.
Todo lo contrario. El hiperindividualismo quedó atrás y lo que prende ahora es la generación colaboradora, participativa presta para sumarse en equipo o en gentío a cualquier acción social valiosa.
El futuro está en la Red. Y la Red lo dice casi todo. No hay conocimiento complejo sin la red de redes, no hay superación del estadio en que se halla el mundo global sin la globalización de las interconexiones, no hay avance en el conocimiento sin the wisdom of crowds, el saber de la muchedumbre.
Todo aquel que trabaja en las vanguardias del progreso tiene estas cosas bien aprendidas, asumidas de la cabeza a los pies.
La postcrisis, en suma, abre las puertas a esta nueva realidad interconectada, ni piramidal ni institucional. Una realidad proteica que se beneficia y crece en la copulación de sus diferencias. La traducción, la interpretación, la mixtura, la fusión, la integración, la cooperación son los términos de nuestro tiempo.
Un saludo para todos.
SALARIA.