Recuerdo, siendo yo muy pequeña, cómo iban las mujeres a lavar al río. Llevaban canastas muy grandes, o a mí me lo parecían, llenas de ropa. Otras veces eran las mismas sábanas que iban a lavar, las que servían de envoltorio de la ropa. Alguna le daba tiempo a secarse extendida sobre los juncos.
El día que tocaba lavar la lana para los colchones, era un día grande para nosotros los pequeños, pues nos permitían chapotear y jugar con el agua. Un placer para los que todavía no teníamos bañera en casa. Todavía no entiendo cómo al volver a casa, la comida ya estaba preparada, si yo madrugaba mucho, como si no quisiera perderme nada del día.
Era evidente que mi madre madrugaba más que yo.
Desde aquí un homenaje a todas esas madres que carecieron de todas las comodidades que hoy nos permiten a las demás tener más tiempo para ir al gimnasio, estar más guapas, más delgadas.
Más exclavas?
M.R.G.
El día que tocaba lavar la lana para los colchones, era un día grande para nosotros los pequeños, pues nos permitían chapotear y jugar con el agua. Un placer para los que todavía no teníamos bañera en casa. Todavía no entiendo cómo al volver a casa, la comida ya estaba preparada, si yo madrugaba mucho, como si no quisiera perderme nada del día.
Era evidente que mi madre madrugaba más que yo.
Desde aquí un homenaje a todas esas madres que carecieron de todas las comodidades que hoy nos permiten a las demás tener más tiempo para ir al gimnasio, estar más guapas, más delgadas.
Más exclavas?
M.R.G.