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SANTO TOME: Iban cuatro mujeres hablando de sus cosas, en el silencio...

Iban cuatro mujeres hablando de sus cosas, en el silencio de la mañana clara, con el sol en lo alto, camino abajo con la tabla de lavar bajo un brazo, y un barreño lleno de ropa bajo el otro.
A una distancia prudente, le siguen un grupo de niños y niñas que en sus correrías disfrutan de la excelente temperatura que les ofrece el entorno natural al pie del cerro de las Albahacas.
Campos verdes, amapolas , flores de todos los colores tejen el delirante atractivo y espectacular tapiz de la primavera en Santo Tomé.
El camino empedrado de pequeños y puntiagudos guijarros en algunos puntos, rodeados del polvo seco y en las verdosas veredas los crecidos cardos han despuntado sobre sus verdes y anchas hojas, con sus dibujadas ramificaciones plateadas, sus espinosos alcanciles, sus violeáceos azulados y rojizos estambres dentro de su corola, que están siendo polenizados por los “caretos” y “zurriones” de dos, cuatro y excepcionalmente seis pintas amarillas que destacan en la parte superior de su negro abdomen, anunciando peligro a todos los visitantes de ese entorno.
El grupo de niños no interpreta el peligro de sus pintas amarillas aún sabiendo del doloroso efecto del “guisque” de su picada. Alguno de nosotros con gran sigilo y valentía se acerca al alcancil zigzagueante mecido por la suave aúrea, con un pañuelo acoplado a la concavidad de su mano entre-abierta , donde el zurrión poleniza la flor, y en un rápido movimiento consigue apresar el peligroso insecto que no para de “zurrir” en el interior de la mano del niño que contento y feliz alardea de haber apresado tamaño y peligroso animal.
Todos curioseamos al reo con sumo cuidado y preparamos, un gran cordón de hilo del carrete de nuestra madre preparado al efecto, que le anudamos a su estrecha cintura y dejándole libertad en sus alas para volar, le damos la que permite el largo cordón de hilo, como si de una cometa se tratase. No le seguimos, sino que es el insecto el que nos sigue a nosotros, que entusiasmados, no perdemos de vista ni un instante, entre saltos de alegría e inocencia.
Ahora corremos hacia nuestras madres, para menguar la distancia.
Pasamos el puente, torcemos a la izquierda, bajamos hacia el Reato que trae un pequeño caudal de agua mansa y cristalina, a orillas del cual nuestras madres se arrodillan no muy lejos del camino, frente a la estriada tabla de lavar.
Entre el frotar y aclarar y aclarar y frotar una y otra vez, con la fuerte y vigorasa energía de los brazos de aquellas mujeres, la limpia ropa lavada se vuelve a depositar en el barreño, y mientras tanto nosotros en nuestra excursión, perseguimos todas las ranas que despavoridas saltan repentinamente y se esconden bajo las algas en un intento desesperado de autoprotección y supervivencia.
Hacemos nuestras correrías por aquellos andurriales, curioseando todos los lugares del entorno, intentando localizar alguna “bicha” a la que sacar del agua y divertirnos un rato más con ella.
Llega la hora de retomar el camino hacia la casa, donde la ropa tendida en el manto verde de hierba baja, frente a la casa, o colgada el alambre del tendedero, quedará seca rápidamente, por fin caluroso rayo de sol que penetra a traves de la agradable y seca brisa.
Esta es una página de la cotidianeidad de aquel tiempo; para unos familiar y no muy lejano, y para otros extraño y desconocido.
Le dedico humildemente estas líneas llenas de agradables y tiernos recuerdos a la persona que ha escrito el mensaje anterior y que ha provocado en mí, exteriorizar estos recuerdos.
También a todas aquellas que con él puedan identificarse.
Espero haber podido transportar a alguien en el tiempo, a quellos a aquellos delicios años.
Saludos.
Sls.