Al
atardecer de aquel
verano, unos niños conversan a la
sombra de la acacia, el
agua corre por el caz dejando a su paso un cantar refrescante, la alfalfa cortada desprende un olor sensual, ofensivo, las mujeres escavillo en mano van a las
huertas, despierta el ocaso de una infancia en
Santo Tomé.