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SILES: Os cuento ahora, mas despacio, mis dos pedradas:...

¡El señor Alcalde de esta villa, hace sabeeer, que, con motivo de los carnavales, queda prohibido salir por las calles vestido de máscara; advirtiendo que, los infractores, serán debidamente sancionados!

Pues bien, sucedió que Jenaro Garrido fué el Alcalde que dictó el anterior bando, y el domingo de carnaval no estaba en Siles. El primer Teniente de Alcalde, que, en ausencia del titular, hacía de Alcalde, tampoco estaba en Siles ese día. -No recuerdo quién era-.
Era segundo Teniente de Alcalde, Pepe Sesarino, a quién no le habian advertido de la ausencia de los otros dos, y, advertido o no, el Alcalde era él.
Pepe se vistió de máscara y salió por la calles a pasear su disfraz; y los municipales, ni cortos ni perezosos, lo detuvieron y lo metieron en la cárcel. Así sucedió.

Sefa: Naturalmente que puedes tutearme. Cuando algún día sepas quién es Plaza del Agua, me vas a apedrear.

Apedrearte, que chulo, recordare viejas pedradas que di cuando viviamos en Siles. no se me daba nada mal, de echo al hijo del Brigada, le di una buena, le llego de lleno.

Ya es suficiente que te pueda tutearte, llamandote Plaza, si es cierto que juegas con ventaja, pero no pasa nada, quizás me intriga un poquito, pero sólo un poquito.

Me hubiera gustado ver a Pepe Sesarino, exposado y disfrazado, todo un acontecmiento.

Saludos

Saludos

Uno lo piensa ahora y dice ¡qué barbaridad, qué brutos éramos!, pero entonces nos parecían lo más normal del mundo esas batallas a pedradas que nos echábamos. Y anda que no nos lo pasábamos bien

Si, si. jajaja, y tirábamos a dar, yo recuerdo jugar a cerrar los ojos y te preguntaban ¿por donde vamos?, yo lo tenia que acertar, pero la que preguntaba se despisto y caí en una zanja de cabeza, también llevo mis puntos, con mucha dignidad.

Sefaka

Os cuento ahora, mas despacio, mis dos pedradas:
"Estábamos jugando en la calle Margarita, mas arriba de tu casa, Sefa, y alguien le pegó al Boti. Se bajó llorando, cogió una buena piedra y salimos todos corriendo a refugirnos en los quíocios de las puertas. Yo estaba ya resguardado en l puerta de la Bonifacia, cuando llegó La Diosa, me cogió de un "puñao" y me lanzó en medio de la calle, para escondeerse él.
Llegué al medio de la calle, a recibir em mi frente la piedra, que llegaba en ese momento.
Perdí el conocimiento y volví en sí cuando me lavaban la herida en un grifo del patio de la Bonifacia. Luego, Dlon Francisco Garrido, hizo lo demás.

En cuanto a la de la ceja, sucedió así:
Subiamos a la Glorieta, a campo través, desde el campo de futbol. (Nada de camino). Los que estabn arriba dijeron: ¡Ataaque!, y empezaron a tirarnos piedras. Totalmente indefensos, por aquellas cuestas arriba, una de las piedras vino a encontrarse con mi ceja. ¡Una gracia!