Dormir en la era para guardar la parva después de haber dejado allí la hacina esperando el turno de trillar y aventar pra luego llevárselo a casa y guardar la paja en el pajar y el grano en los atrojes.
Me contaban un cuentecillo que no recuerdo muy bien sobre un padre que les decía a sus hijos: "Hijos míos, no permitáis que este huerto se convierta en era." Y los hijos le contestaban: "Pero, ¿qué dice usted, padre? ¿Cómo vamos a convertir en era este huerto tan bueno?" Y el padre les explicaba que quería decir que no lo vendieran nunca, que nunca tuvieran que decir:"Este huerto era nuestro"
Me contaban un cuentecillo que no recuerdo muy bien sobre un padre que les decía a sus hijos: "Hijos míos, no permitáis que este huerto se convierta en era." Y los hijos le contestaban: "Pero, ¿qué dice usted, padre? ¿Cómo vamos a convertir en era este huerto tan bueno?" Y el padre les explicaba que quería decir que no lo vendieran nunca, que nunca tuvieran que decir:"Este huerto era nuestro"
Ese relato, llamado "La viña convertida en era", viene en el libro "Lecturas de Oro". Viejo libro de cuando yo iba a la escuela, y que lo conservo aún.
Creo que otro libro habitual de la escuela era Corazón, eran muy educativos además de entretenidos esos libros. ¿Os acordáis de don Manuel Castañer, el maestro, que después de las clases se iba andando para su casa, el cortijo de Santo Bastián?
El Corazón, es un libro de Edmundo de Amicís, que es el diario de un niño. A Don José Castañer (que no Manuel), le gustaba mucho, porque todas sus historias eran ejemplares, y nos regaló a sus alumnos bastantes ejemplares, a lo largo de su vida de Maestro. Yo conservo el mío.
Para mí fue un Maestro magnífico, que me enseñó la base de todos los conocimientos que tengo hoy. (Cuando yo salí. de su escuela tenía los conocimientos de un bachiller). Como entonces no estaban las escuelas organizadas por cursos, sino que el Maestro tenía alumnos de varias edades y, por tanto, con conocimientos muy dispares, viendo que no podía atendernos en la escuela a los mas adelantados, empezó a darnos clases particulares en su casa.
Salíamos de la escuela a las cinco de la tarde, y a las cinco y media ya estábamos en su casa cinco o seis alumnos, donde, durante años, amplió nuestros conocimientos de lengua, matemáticas y ciencias; y todo ello, naturalmente, sin cobrarnos un céntimo.
Hace dos años, sus antiguos alumnos le hicimos un homenaje, y como colofón, pedimos al Ayuntamiento que pusiera su nombre a una calle. El Ayuntamiento, que nunca estuvo muy de parte nuestra en ese homenaje, después de insistirle, nos comunicó que le pondría su nombre a la calle última del pueblo, allá en los pinos, por donde no pasan ni las águilas. Hicimos un escrito a la Corporación diciéndoles que se guardaran la calle para ellos, que nuestro Maestro se merecía otra cosa. No tenemos abandonada la idea de que, algún día, con más suerte que entonces, se decidan por cambiarle el nombre a una calle céntrica, cuyo nombre actual no le importe a nadie que lo cambien.
Vivía en el edificio de la farmacia de Zamora, porque estaba casado con una hermana de Dª María, y, efectivamente, los fines de semana se iba andando a su finca Santobastián, y algún otro día, después de las clases particulares, también.
Saludos.
Para mí fue un Maestro magnífico, que me enseñó la base de todos los conocimientos que tengo hoy. (Cuando yo salí. de su escuela tenía los conocimientos de un bachiller). Como entonces no estaban las escuelas organizadas por cursos, sino que el Maestro tenía alumnos de varias edades y, por tanto, con conocimientos muy dispares, viendo que no podía atendernos en la escuela a los mas adelantados, empezó a darnos clases particulares en su casa.
Salíamos de la escuela a las cinco de la tarde, y a las cinco y media ya estábamos en su casa cinco o seis alumnos, donde, durante años, amplió nuestros conocimientos de lengua, matemáticas y ciencias; y todo ello, naturalmente, sin cobrarnos un céntimo.
Hace dos años, sus antiguos alumnos le hicimos un homenaje, y como colofón, pedimos al Ayuntamiento que pusiera su nombre a una calle. El Ayuntamiento, que nunca estuvo muy de parte nuestra en ese homenaje, después de insistirle, nos comunicó que le pondría su nombre a la calle última del pueblo, allá en los pinos, por donde no pasan ni las águilas. Hicimos un escrito a la Corporación diciéndoles que se guardaran la calle para ellos, que nuestro Maestro se merecía otra cosa. No tenemos abandonada la idea de que, algún día, con más suerte que entonces, se decidan por cambiarle el nombre a una calle céntrica, cuyo nombre actual no le importe a nadie que lo cambien.
Vivía en el edificio de la farmacia de Zamora, porque estaba casado con una hermana de Dª María, y, efectivamente, los fines de semana se iba andando a su finca Santobastián, y algún otro día, después de las clases particulares, también.
Saludos.