La Severa no es mote, sino nombre. Recientemente le ha dedicado el Ayuntamiento una calle de las nuevas que se hana bierto en el antiguo Jardín de Don Gonzalo, en reconocimiento a su labor como "partera", trayendo al mundo a un montón de sileños. (A mí y a mis hijos, por ejemplo). La calle se llama "Comadrona Severa".
La Severa era un registro civil andante, se acordaba de cuándo era el cumpleaños de todo el mundo, porque se acordaba de los partos y sabía quién era pariente de quién, por muy lejano que fuera el parentesco. Un día, siendo yo chico, bajaba del muro con otro niño que había conocido en la vaca y ella nos saludó y nos dijo que éramos primos y nos lo explicó: resultó que éramos primos quintos, o sea, que la madre de su tatarabuelo y el padre de mi tatarabuelo eran hermanos.