Está el foro en estos días
que no tiene mucho alcance;
necsita un revulsivo
para salir de este trance.
¿Que os parece si contamos
cosas que hayan ocurrido:
anécdotas y aventuras
que en verdad han sucedido.
Probemos, por si le damos
otra vida al foro nuestro,
porque con solo los chistes
está durmiéndose esto.
Un día, hace de esto muchos años, (a pesar de la crisis de ahora, eran aquellos otros tiempos económicamente hablando), entró una joven gitana -cuyo nombre me guardo para no herir a nadie- a comprar algo a la tienda de Cagaduro. Cuando salió de la tienda, enganchó una silla que habie en el portal y arreó con ella.
Al echarla de menos, empezaron a pensar y llegaron a la conclusión de que se la había llevado la gitana. De modo que se lo dijeron al Canario (¿recordais al Canario?), y allá que se fué a casa de la gitana a buscar el cuerpo del delito.
La gitana lo negó, y en su casa no estaba la silla, pero el Canario, seguro de que había sido ella, ni corto ni perezoso, le sobró una multa de diez pesetas.
Dos o tres días después, nuestro Jefe de Policía pensó darse una vuelta por la casa de nuestra gitanilla, y entonces sí estaba allí la silla. Tras recriminarle por llevársela, la cogió y se salió de la casa con ella. La joven, salió detrás de él y le dijo: -Señor Ricardo, me tendrá usted que devolver las diez pesetas!
que no tiene mucho alcance;
necsita un revulsivo
para salir de este trance.
¿Que os parece si contamos
cosas que hayan ocurrido:
anécdotas y aventuras
que en verdad han sucedido.
Probemos, por si le damos
otra vida al foro nuestro,
porque con solo los chistes
está durmiéndose esto.
Un día, hace de esto muchos años, (a pesar de la crisis de ahora, eran aquellos otros tiempos económicamente hablando), entró una joven gitana -cuyo nombre me guardo para no herir a nadie- a comprar algo a la tienda de Cagaduro. Cuando salió de la tienda, enganchó una silla que habie en el portal y arreó con ella.
Al echarla de menos, empezaron a pensar y llegaron a la conclusión de que se la había llevado la gitana. De modo que se lo dijeron al Canario (¿recordais al Canario?), y allá que se fué a casa de la gitana a buscar el cuerpo del delito.
La gitana lo negó, y en su casa no estaba la silla, pero el Canario, seguro de que había sido ella, ni corto ni perezoso, le sobró una multa de diez pesetas.
Dos o tres días después, nuestro Jefe de Policía pensó darse una vuelta por la casa de nuestra gitanilla, y entonces sí estaba allí la silla. Tras recriminarle por llevársela, la cogió y se salió de la casa con ella. La joven, salió detrás de él y le dijo: -Señor Ricardo, me tendrá usted que devolver las diez pesetas!