Luna, mi ordenador funciona bien, pero no siempre tengo tiempo, porque por la noche también muevo papeles.
A ver si (y esto va para todos), os gusta este poema que dedico a nuestro Siles:
SILES, NATURALEZA.
En Siles, mi pueblo, Edén de hermosura,
cuando aflora el día tras la noche oscura,
renace la vida que dormida estaba;
los pájaros vuelan, y, de rama en rama,
gorjean dichosos una filigrana
de sus dulces trinos, al ver la mañana.
La aurora en la cima del monte Puntal,
anuncia los rayos de un sol otoñal.
Tus bastas praderas, con ocres, con verdes,
con colores mil, se adornan perennes,
en un mar bañadas con exuberancia,
de gratos aromas, de intensas fragancias
de pino, romero, tomillo y espliego,
esa bella flora que cubre tu suelo;
amén de violetas, acebos y tejos
y otras muy variadas que son un espejo.
Ricos manantiales de agua cristalina,
como Canalica o Fuente Sabina,
bañan tus riberas, se arrastran con brío,
te aportan belleza, dan vida a tus ríos;
ríos que caminan surcando los prados,
constantes, serenos o arrollando bravos.
Jabalíes, ciervos; las cabras monteses,
águilas y buitres …, ¡cómo te engrandecen!
Y la de Valverde, bella lagartija,
un raro ejemplar al que tú cobijas.
Cuantiosa es la fauna que cubre tu campo,
que le presta vida, que le da su encanto.
Singular la ardilla, propia, segureña
-allá en la Glorieta es ella la reina-,
y cientos de especies que, entre la maleza,
viven y enriquecen tu naturaleza.
Y como dejarse los mares de olivos
que en plena cosecha se inclinan rendidos,
cargados de fruto, dando pleitesía
por la gran riqueza que Dios les envía.
Infinitas filas, que en el horizonte
se unen con el cielo, donde acaba el monte.
Sí querido Siles, todo eso es tu campo,
campo suave a veces, y a veces no tanto,
donde tus montañas, tan graves y enhiestas,
son siempre vigía de todas tus sendas.
De estas mencionamos como destacadas,
dos muy singulares, que son muy preciadas:
una es de la Peña, cubierta de sombras,
descubriendo un bello paisaje que asombra.
A media ladera, otra se desliza,
abriendo horizontes grandiosos, que hechizan;
es nuestro camino de Fuente Salivas,
que alegre discurre por pinos y olivas.
Tu cielo estrellado –bellísima escena-,
cuando nada enturbia tus noches serenas,
invita al descanso y al recogimiento
y goza mi ente soñando despierto.
En esos momentos que en el alma mía,
lo real se mezcla con la fantasía,
tus dones se muestran con gran esplendor
y es todo poesía en tu derredor.
Por tanta belleza, por ser mi ilusión,
yo te llevo, Siles, en el corazón.
Genito
A ver si (y esto va para todos), os gusta este poema que dedico a nuestro Siles:
SILES, NATURALEZA.
En Siles, mi pueblo, Edén de hermosura,
cuando aflora el día tras la noche oscura,
renace la vida que dormida estaba;
los pájaros vuelan, y, de rama en rama,
gorjean dichosos una filigrana
de sus dulces trinos, al ver la mañana.
La aurora en la cima del monte Puntal,
anuncia los rayos de un sol otoñal.
Tus bastas praderas, con ocres, con verdes,
con colores mil, se adornan perennes,
en un mar bañadas con exuberancia,
de gratos aromas, de intensas fragancias
de pino, romero, tomillo y espliego,
esa bella flora que cubre tu suelo;
amén de violetas, acebos y tejos
y otras muy variadas que son un espejo.
Ricos manantiales de agua cristalina,
como Canalica o Fuente Sabina,
bañan tus riberas, se arrastran con brío,
te aportan belleza, dan vida a tus ríos;
ríos que caminan surcando los prados,
constantes, serenos o arrollando bravos.
Jabalíes, ciervos; las cabras monteses,
águilas y buitres …, ¡cómo te engrandecen!
Y la de Valverde, bella lagartija,
un raro ejemplar al que tú cobijas.
Cuantiosa es la fauna que cubre tu campo,
que le presta vida, que le da su encanto.
Singular la ardilla, propia, segureña
-allá en la Glorieta es ella la reina-,
y cientos de especies que, entre la maleza,
viven y enriquecen tu naturaleza.
Y como dejarse los mares de olivos
que en plena cosecha se inclinan rendidos,
cargados de fruto, dando pleitesía
por la gran riqueza que Dios les envía.
Infinitas filas, que en el horizonte
se unen con el cielo, donde acaba el monte.
Sí querido Siles, todo eso es tu campo,
campo suave a veces, y a veces no tanto,
donde tus montañas, tan graves y enhiestas,
son siempre vigía de todas tus sendas.
De estas mencionamos como destacadas,
dos muy singulares, que son muy preciadas:
una es de la Peña, cubierta de sombras,
descubriendo un bello paisaje que asombra.
A media ladera, otra se desliza,
abriendo horizontes grandiosos, que hechizan;
es nuestro camino de Fuente Salivas,
que alegre discurre por pinos y olivas.
Tu cielo estrellado –bellísima escena-,
cuando nada enturbia tus noches serenas,
invita al descanso y al recogimiento
y goza mi ente soñando despierto.
En esos momentos que en el alma mía,
lo real se mezcla con la fantasía,
tus dones se muestran con gran esplendor
y es todo poesía en tu derredor.
Por tanta belleza, por ser mi ilusión,
yo te llevo, Siles, en el corazón.
Genito