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SORIHUELA DEL GUADALIMAR: MARTIRIO DE SANTA AGUEDA VIRGEN Y MARTIR, PATRONA DE...

MARTIRIO DE SANTA AGUEDA VIRGEN Y MARTIR, PATRONA DE SORIHUELA DEL GUADALIMAR:


Santa Agueda, Patrona de Sorihuela del Guadalimar y tan celebrada en la Iglesia universal, nació en Catania de Sicilia hacía el año 230 del Señor.
Era su casa una de más nobles de Sicilia y como sus ilustres padres profesaban la religión cristiana, criaron a la niña en toda piedad, desvelándose en darle una educación correspondiente a su nacimiento.
Desde luego descubrió Agueda entendimiento vivo y despejado: era rica, era hermosa, tanto que pasaba por la mayor hermosura de su tiempo; pero lo que le hacia más sobresaliente era su singular virtud. Desde sus más tiernos años hizo voto de no tener otro Esposo que Jesucristo, consagrándole su virginidad, siendo ya desde su infancia el ejemplo y la admiración de todas las doncellas.
No pudo ver sin mucha irritación tanta virtud el enemigo de nuestra salvación. Le excitaron furiosas tempestades para que naufragase en ellas su voto y su constancia. Pretendieron su mano unos cuantos caballeros nobles que se admiraron de su hermosura. Mil veces la combatieron, pero ella contó las victorias por las batallas, y las palmas por los choques.
Hallase Agueda en Catania, cuando Quinciano, gobernador de Sicilia, oyó hablar de su gran mérito y de las raras prendas que adoraban a la tierna sierva de Jesucristo. Quiso verla y resolvió pretenderla por esposa, al punto que envió por ella.
Quinciano ordenó que se la entregaran a Afrodisia, una mujer perversa que con sus nueve hijas tenía una casa de mala fama. En este lugar espantoso sufrió Agueda asaltos y asechanzas contra su honra, más terribles para ella que el tormento o la muerte, pero se mantuvo firme. Después de un mes, Quiniciano trató de asustarla con amenazas, pero ella permaneció inconmovible y declaró que ser sierva de Jesucristo era ser en verdad libre. El juez disgustado con sus firmes respuestas, mandó que fuera azotada y llevada a la prisión.
Al día siguiente, le hicieron otro interrogatorio. "¿Cómo, " replicó Quinciano, " habiendo nacido libre y de casa tan ilustre, te has querido adocenar con la miserable condición de los esclavos?" "Si el ser sierva de Jesucristo es ser esclava, " respondió la santa doncella, "desde luego hago gloriosa vanidad esta noble esclavitud, porque no conozco ni mayor, ni aún verdadera nobleza, sino la de servir a este Señor." Entonces insistió el gobernador a que sacrificase á los dioses del imperio, amenazándola que, si no la hacia espontáneamente, sabría obligarla con el rigor de los tormentos; pero nada logró ni con promesas ni con amenazas, pues le manifestó ella la nada de esos dioses.
Entonces Quinciano ordenó que la estiraran en el potro, tormento que generalmente iba acompañado de azotes, desgarramientos de los costados con ganchos de fierro, y aplicación de antorchas ardiendo.
El gobernador, enfurecido que sufría todo esto con alegría, ordenó que le oprimieran brutalmente los pechos y que después se los cortaran. Luego ordeno que la mandaran de nuevo a la prisión, ordenando que no le dieran alimento, ni atención médica. Pero Dios la conforto; se le apareció San Pedro en una visión que lleno su calabozo de una luz celestial, la consoló y la curo. Cuatro días después, Quinciano hizo que la rodaran desnuda sobre brasas ardiendo, mezcladas con cortantes fragmentos de vasijas.
Fue Agueda restituída a la cárcel, y apenas entro en ella cuando hizo al Señor la oración siguiente: "Dios Poderoso, Dios Eterno, que por tu puro efecto de tu misericordia infinita quisiste tomar bajo tu protección a esta tu humilde sierva desde que se hallaba en la cuna, preservándola del amor del mundo, para que mi corazón ardiese únicamente en tu amor: Salvador mío Jesucristo, que has querido conservarme en medio de tantos tormentos para mayor gloria de tu nombre, y para la confusión del poder de las tinieblas; dígnate recibir mi alma en tu eterna morada de los bienaventurados; ésta es la ultima gracia que pido, y que espero de tu infinita bondad."
Sucedió su preciosa muerte el día 5 de febrero de 251, y le dieron sepultura en la ciudad de Catania con toda la veneración que correspondía a tan ilustre martirio.
Quinciano al conocer la muerte de la Santa y temiendo una nueva sedición del pueblo, llego en posta al río Símeto y se metió en una barca para cruzarlo pero uno de sus caballos lo asió con los dientes por el pescuezo y el otro le disparo una coz tan furioso, que no pudieron encontrar su cuerpo en el río.
Desde el día de su muerte, Santa Agueda es celebrada en todo el orbe cristiano. Catania conoció el gran poder defensivo que tenían sus reliquias. Antes de cumplirse el año de su glorioso martirio entró en erupción el volcán Etna vomitando caudalosos ríos de fuego. Los cristianos tomaron el velo que cubría el sepulcro de la Santa y lo pusieron delante de las llamas. De inmediato los torbellinos de fuego hicieron alto, retrocediendo poco a poco de tal manera que el incendio que comenzó el 1 de Febrero, ceso el día 5 que era el día de la muerte de la Santa, primer aniversario de su muerte. Los paganos que vieron este prodigio se convirtieron y como esto se ha repetido muchas veces siempre que sucede un terremoto o incendio se pide la protección de Santa Agueda.

¡Viva Santa Agueda!
¡Viva la Patrona de Sorihuela!

Santa Agueda: Ruego por nosotros, ruega por tu pueblo de Sorihuela.