En el siglo XVI, la villa de
Ardales se encontraba en una encrucijada de
caminos de herradura que comunicaba a
Málaga con
Sevilla y Jerez. Tenía fama por sus
fuentes de
aguas limpias y por ser un lugar de parada y
albergue para los viajeros.
Las piletas de esta
fuente formaban parte de una fuente
romana.