Aunque
Atajate posee un rico pasado, no quedan restos que así lo atestigüen. En el cerro del Cuervo, que en otro tiempo se denominó del
Castillo, se asentaba la primitiva villa y allí se ven sus
ruinas y las de su
iglesia convertida en
cementerio, así como de su fortaleza, de la cual tomaba nombre el lugar. Pero de tiempo más remoto aún dan testimonio los restos hallados en las cavernas de los alrededores, sobre todo hachas de
piedra pulimentada de las que no se ha realizado una datación exacta. Igualmente sucede con los trozos de
cerámica y monedas de la época imperial
romana. Dado su enclave estratégico entre
Ronda y
Gaucín debieron producirse por esta zona hechos de verdadera importancia, sobre todo a la hora de apoderarse del lugar por las ventajas de su situación. Y ésto lo corrobora la
torre llamada de
Santa Cruz, sobre el
monte del mismo nombre, equidistante de los
castillos de
Benadalid y del que existió en Atajate. Todo ello hace pensar que estas tres fortificaciones formaron parte de una línea fronteriza que durante la dominación musulmana separara los reinos de
Sevilla y de
Granada.
La documentación más antigua conservada es posterior al año 1800 y hace referencia entre otras cosas, a las numerosas partidas de contrabandistas y bandoleros que se ocultaban por estos lugares.